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27 Extremo

Guillermo Giucci y Malena Mazzitelli Mastricchio

Extremo procede del vocablo latino extremus y hace referencia a significados diversos. Significa al mismo tiempo exceso, distancia, diferencia, límite, final. Varias disciplinas hacen uso del concepto. En matemáticas, los máximos y mínimos de una función, conocidos colectivamente como extremos de una función, son los mayores o menores valores que toma una función en un punto situado. En meteorología, se habla de fenómenos meteorológicos extremos, que incluyen fenómenos inusuales, severos o impropios de la estación.

En informática, la programación extrema es una metodología de desarrollo de la ingeniería de software. En deporte, el futbolista que juega como extremo se sitúa en la banda o lateral del campo, donde comúnmente cumple la función de ataque. En las últimas décadas se intensificaron los deportes extremos, actividades con un componente deportivo que comportan peligrosidad por las condiciones arriesgadas en que se practican. En geografía, un cabo o punta es un accidente geográfico localizado en un extremo de una masa de tierra emergida que se proyecta hacia el interior del mar.

Fin también posee múltiples significados: término, remate, consumación, objetivo, motivo, finalidad, últimos días, muerte. Se habla del fin de la historia, fin de la geografía, fin del mundo.

Dado que no existen lugares extremos en sí, de modo esencial y natural, se trata de establecer una relación, en la que un punto de referencia define la distancia del centro de medición. Los lugares remotos son en consecuencia el resultado de una voluntad de ordenación geopolítica que fija lugares de proximidad y de distancia en relación con los centros de medición. El expansionismo europeo, por ejemplo, ordenó los espacios de acuerdo con sus propios intereses. Se fue apoderando simultáneamente de lo que nombraba y domesticaba, generando en este proceso un enorme caudal de información científica.

Algo semejante llevaron a cabo los estados nacionales. La humanidad habita hoy un planeta atravesado y consabido, que disipó el más allá. Sin embargo, los fines y extremos aun manifiestan su fuerza simbólica. Están asociados a escasa presencia humana, lejanía con relación a los centros capitalinos y sus servicios, carencia de las tecnologías occidentales de transporte y de comunicación, vida local y regional acentuada, hábitat inhospitalario, vacío, soledad.

En este capítulo se analiza la dimensión espacial de los términos extremo y fin, como si se tratara de sinónimos y partes de un territorio. Por territorio se denomina a un área (incluyendo tierras, aguas y espacio aéreo) poseída por una persona física o jurídica, sea una organización, una institución, o un estado. En el sentido espacial mencionado, fin y extremo se refieren a sitios muy apartados. ¿Cómo se determina lo apartado? ¿Qué debemos entender por retirado, distante, remoto, separado? El texto de divide en tres secciones. La primera sección hablará de historias extremas. La segunda, se concentrará en las utopías. La última, finalmente, versará sobre ciencia de lo extremo.

Historias extremas

Una distinción que atestigua el proceso de la conformación geopolítica y expresa la fuerza cautivadora de los rótulos es la separación entre finibusterre y fin del mundo. Por finibusterres se entiende lugares situados en los fines de la tierra o del mundo. Durante mucho tiempo los finibusterres proliferaron en estrecha vinculación con el localismo de las culturas y el saber fragmentado y limitado, pues aludían al término de la tierra conocida y generalmente indicaba una relación conflictiva entre la tierra y el mar.

Ejemplos de finibusterres son el cabo Finisterre en Galicia (España) y el Land’s End en West Cornwall (Inglaterra). En cambio, el fin del mundo, asociado con frecuencia a Tierra del Fuego y Ushuaia, es global. La ubicación y denominación fin del mundo depende de la aprehensión integral de la imagen del planeta. Solo una vez revelado el mundo como una totalidad, cobra sentido preciso la identificación del fin del mundo con Tierra del Fuego. Por ello la invención del fin del mundo fueguino es un capítulo tardío de la más amplia revelación geográfica del planeta (Giucci, 2014).

Este proceso es visible en la literatura de viajes. A inicios del siglo XX se consolida la identificación entre Tierra del Fuego y fin del mundo. Tal representación del fin del mundo como un fragmento superviviente de la Edad de la Piedra se formula en el artículo periodístico del viajero inglés William Barclay, At the World’s End (1904). De modo paralelo, en 1905 se imprime póstumamente la novela de aventura de Julio Verne, El faro del fin del mundo. En la novela de Verne, el faro del fin del mundo está situado en la isla de los Estados, que pertenece al departamento Ushuaia de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur en la Argentina. La imaginación literaria le confiere legitimidad a la noción del fin del mundo en la zona sureña: en la borrascosa extremidad austral americana (Figura 1).

Utopía

Otro concepto que, de modo indirecto, está vinculado a fines y extremos en el ámbito espacial, es utopía. También la utopía está asociada con la literatura de viajes. Por utopía se hace referencia a un lugar ideal, que sirve de espejo a deficiencias de sociedades reales.

Históricamente la utopía es hija de las grandes navegaciones, cuando la tendencia atlántica amplía enormemente el conocimiento del mundo. Entre 1519 y 1522 se produjo la primera circunnavegación del planeta. Desde entonces, la historia imperial se convirtió en historia de la globalización. A medida que se revela el planeta, las sociedades antiguamente aisladas colisionan con centros imperiales que toman posesión de las tierras por medios documentales. La utopía nace exactamente en ese contexto de avance imperial.

Utopía significa “no lugar”, que no hay tal lugar. Cuando Thomas Moro acuña el término en 1516, en su conocida obra Utopía, inaugura un género literario que capta la ansiedad producida por los cambios a escala planetaria motivados por las navegaciones transoceánicas. En el texto de Moro, la utopía es prácticamente inaccesible a los europeos, que desconocen su localización geográfica. En cambio, los habitantes de Utopía viajan por el mundo. La utopía es observar sin ser observado, llegar a los otros sin poder ser invadidos por los conquistadores amenazantes.

Ciencias del extremo

A partir de la segunda mitad del siglo XIX, fines y extremos comenzaron a medirse en la tierra empíricamente y con relación a un origen. Tanto las alturas como las distancias se midieron respecto de un cero o datum. Sin embargo, el cero se define culturalmente en función de una convención y no solo está apoyada en razones geológicas o geográficas. De manera tal que, si cambia el origen, cambia el extremo.

El meridiano de Greenwich o meridiano base o primer meridiano, es el meridiano a partir del cual se miden las longitudes. Es el producto de una negociación científica pero también política, por la cual se decide usar la circunferencia imaginaria que une los polos y que recibe su nombre por atravesar la localidad inglesa con ese nombre. Allí se encuentra un antiguo observatorio astronómico. Eso se hizo a cambio de que se use el sistema métrico francés para el uso de la cartografía. En la Argentina la primera institución científica en reconocer este origen mundial fue el Instituto Geográfico Argentino.

El meridiano fue adoptado como referencia en una conferencia internacional celebrada en octubre de 1884 en Washington D. C., auspiciada por Estados Unidos, y a la que asistieron delegados de 25 países. Entre otras determinaciones, en dicha conferencia se decidió por la adopción de un único meridiano de referencia, que cruza el Real Observatorio de Greenwich, y la adopción del día universal con duración de 24 horas, comenzando a medianoche en Greenwich. Por otro lado, estas convenciones llevaron a la necesidad de adoptar los husos horarios y la unificación de la hora local. En la Argentina el Poder Ejecutivo Nacional decidió la sincronización de las diferentes horas locales en 1894. La concordancia se llevó a cabo a partir de las señales telegráficas emitidas por el observatorio ubicado en la ciudad argentina de Córdoba.

Al mismo tiempo, la ciencia pensaba en determinar un origen altimétrico, un cero desde donde remitir las alturas. Así en 1864 la Asociación Internacional para la Medición de la Tierra recomendó a los países miembro unificar un cero altimétrico para todas las costas europeas. El primer mareógrafo se colocó en 1867 en el puerto de Sídney; la Comisión Austríaca del Adriático instaló el segundo. Lo cierto es que en la primera década del siglo XX los países que contaban con mareógrafos en el mundo eran varios y no se reducían solo a casos europeos. La República de Chile, por ejemplo, instaló el primero en 1907, y hacia 1912 contaba con tres mareógrafos.

En la Argentina, la nivelación altimétrica también era una preocupación. La primera unificación de las mediciones se llevó adelante en 1899, tomando como única referencia al cero del Riachuelo (borde austral de la Capital Federal) para todas las mediciones altimétricas. Ese año quedó establecido que el cero del mareógrafo del Riachuelo sería el punto de referencia de la altimetría del país. Desde allí se realizaban las diversas mediciones altimétricas, por ejemplo, las utilizadas para los ferrocarriles, las alturas de las estaciones y para los mapas. Con la creación del Instituto Geográfico Militar se comenzaron los trabajos de nivelación geodésica, que se terminaron en la década de 1940, cuando se estableció Punto Altimétrico de Referencia Normal (PARN), el cual se decidió ubicar en la ciudad de Tandil. El PARN se conectó al mareógrafo de la ciudad de Mar del Plata. Este nuevo origen modificó los extremos altimétricos nacionales.

La elección de la altitud, al igual que otras convenciones son decisiones culturales y políticas. Según su altitud, el punto extremo más alto es el Monte Everest, 8.848 metros sobre el nivel del mar, y el más bajo el Abismo Challenger, en el fondo de la Fosa de las Marianas, a 11.055 metros bajo el nivel del mar.

En el tercer milenio, fines y extremos remiten a la noción de puntos extremos del mundo, que son aquellas localizaciones terrestres que, en relación con su posición geográfica, altura, accesibilidad o distancia a la costa o al mar, tienen dimensiones extremas (máximas o mínimas). Según su localización geográfica, los puntos extremos se establecen conforme a la distancia del centro físico de la Tierra, según su latitud y longitud. El punto más al norte de la Tierra es el Polo Norte, en el océano Ártico; el punto más al sur es el Polo Sur, en la Antártida; los puntos más al oeste y este son lugares a lo largo del meridiano 180 º de la Rusia siberiana, la Antártida y tres de las islas Fiyi.

De modo semejante, se miden otros accidentes geográficos según su altitud, como volcanes, lagos, glaciares, ríos, islas, cascadas, cuevas. La información científica disponible es extraordinaria: mayores distancias de la Tierra a lo largo de una misma latitud (recorridos este-oeste); mayores distancias a lo largo de una misma longitud (recorridos norte-sur). La clasificación de lo remoto se aplica a islas habitadas, deshabitadas, archipiélagos, capitales más remotas, ciudades habitadas importantes, ciudades continentales sin conexión por carretera, aeropuerto más remoto en el mundo. Otra manera mide los puntos extremos accesibles según el medio de transporte (carreteras más altas y más bajas) y el polo de inaccesibilidad (lugar de la superficie de la Tierra en el que la distancia a la línea de costa es localmente máxima).

De especial interés son los puntos extremos de los asentamientos humanos situados en los puntos más extremos de la Tierra. En el hemisferio Norte, el punto más extremo es Alert, en la isla de Ellesmere, Canadá. Otra manera de clasificar los extremos es por habitantes, más de 1.000, 5.000, 50.000, 100.000, 250.000, 500.000. En el hemisferio Sur el asentamiento permanente más al sur del mundo es la estación científica Amundsen-Scott, en el Polo Sur geográfico, Antártida. Si la población de las estaciones científicas antárticas no se considera permanente, el asentamiento permanente más al sur de la Tierra es Puerto Toro, Chile, con unos 50 habitantes. El poblado más austral de la tierra es Puerto Williams, con casi 2.000 habitantes. La ciudad más al sur de la Tierra de más de 50.000 habitantes es Ushuaia, Argentina.

Faro del Fin del Mundo

Imagen en blanco y negro de una torre  Descripción generada automáticamente

Fuente: Hollman, Verónica (marzo 2019).

Bibliografía

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