Nahuel Oddone
Analizar el valor de la frontera no es tarea sencilla. ¿Qué dimensión de la frontera se estudiará? ¿Qué se entenderá por valor? Etimológicamente, el valor (del latín valōrem, y este de valēre del protoindoeuropeo wal) significa ser fuerte. En tiempos medievales, se produjo la asociación (y utilización como sinónimo) entre valor y precio. El marxismo contribuyó con la distinción clave entre la sustancia del valor y la magnitud de ese valor (definida por el mercado), es decir, puso de relieve la incongruencia cuantitativa entre valor y precio.
Axiológicamente, un valor es una cualidad asignada a un sujeto u objeto. Los valores son características agregadas que se sintetizan en las cualidades, tangibles o no, del sujeto u objeto. Algunos especialistas, sugieren la separación entre los supuestos valores asignados a los sujetos de los objetos ya que, en todo caso, los valores no son cosas, ni elementos de las cosas” sino “impresiones subjetivas de agrado o desagrado (García, 1992) construidas por las personas.
En una investigación sobre las fronteras desde la perspectiva de la cooperación internacional al desarrollo se asigna un valor específico a los elementos que han permitido estructurar la agenda de cooperación. Cooperación es también una palabra del latín cooperari que significa “obrar juntos”. La cooperación transfronteriza es un instrumento político para el desarrollo económico y social, la gobernabilidad democrática y la inserción internacional de regiones que, generalmente y en la mayoría de los casos, han sido consideradas periféricas por sus propios estados centrales (Oddone, 2016).
La cooperación transfronteriza, siguiendo a Perkmann (2003), es una colaboración entre autoridades subnacionales, es decir, gobiernos locales o intermedios, más allá de sus límites fronterizos nacionales. Ésta permite la participación y actuación conjunta y en forma de red de los actores públicos y privados del territorio que se encuentran a uno y otro lado de la frontera. La cooperación transfronteriza es una herramienta que contribuye a través del comercio, la inversión y los servicios complementarios al fortalecimiento de cadenas de valor que refuerzan la integración regional productiva.
Valor agregado generado por la cooperación transfronteriza
Para la Asociación Europea de Regiones Fronterizas (ARFE, 2008) el valor agregado de la cooperación transfronteriza puede analizarse desde la perspectiva de política pública. Como política pública contribuye al desarrollo regional y la integración territorial; el conocimiento de las comunidades, su acercamiento y entendimiento y la construcción de confianza con un mayor diálogo entre los actores locales fronterizos; la implementación de la subsidiariedad y los partenariados; un crecimiento económico, de la cohesión social y la cooperación; la aplicación de estrategias de diplomacia preventiva así como construcción y consolidación de los procesos de paz; el desarrollo de esquemas de cofinanciamiento nacional y regional; y, una planificación estratégica con objetivos de medio a largo plazo, pasando de proyectos puntuales a políticas públicas.
El valor socio-económico agregado en la cooperación transfronteriza, se hace presente en diferentes formas en las regiones colindantes a través de la movilización del potencial endógeno y de las contrapartes; la participación de actores que provienen de diferentes sectores económicos (por ejemplo, cámaras de comercio, asociaciones, empresas, sindicatos, otros); la apertura del mercado de trabajo, la creación de empleo y la armonización en la calificación profesional; el desarrollo conjunto en infraestructura, transporte, medioambiente e investigación y desarrollo; y, la inserción de PYMES en cadenas de valor transfronterizas. El valor sociocultural agregado se ve reflejado en la difusión de conocimientos geográficos, culturales e históricos de la región fronteriza; su visibilidad apoyada en mapas, publicaciones y otros materiales pedagógicos; y, una igualdad de oportunidades y conocimiento de los idiomas de la zona.
Algunos de los aspectos mencionados en la dimensión de política pública, socioeconómica y cultural se vinculan con el concepto de cadenas de valor. Dentro de la literatura económica moderna, probablemente sea el concepto de cadena de valor uno de los que ha cobrado mayor fuerza y uso. Las cadenas de valor juegan un papel estructural en la economía global y en las diferentes regiones a partir del intercambio de insumos y bienes intermedios para la producción de otros bienes o servicios de igual carácter o final.
Desde la perspectiva socioeconómica aquí priorizada, como sugiere Kearney (2008), es conveniente concebir una forma de examinar el valor que contemple por igual sus expresiones material, monetaria, social y simbólica, así como su distribución, interconexión y convertibilidad en el territorio transfronterizo. Las cadenas de valor transfronterizas pueden ser una oportunidad para llevar a cabo este tipo de exámenes.
Cadenas de valor transfronterizas
Los espacios de frontera juegan un nuevo papel en las dinámicas económicas, sociales, culturales, migratorias, ambientales y de seguridad, en la medida que la función del territorio se transforma y adquiere una mayor relevancia. El territorio ya no es sólo un elemento de contención y delimitación de los países, ahora forma parte de esas “nuevas regiones transfronterizas” (Boisier, 1997) que se crean entre los límites de dos o más estados nacionales. Las interacciones socioeconómicas de este espacio ampliado se extienden instaurando nuevas dinámicas de desarrollo económico, ya sea bajo procesos de escalamiento del territorio (Jessop, 2002) o de mayor interdependencia (Keohane y Nye, 1988) entre los vínculos constituidos por los eslabones de diferentes cadenas de valor (Figura 1).
Figura 1
Eslabones de una cadena de valor
Fuente: Padilla y Oddone (2016, p. 20).
La integración productiva transfronteriza puede ser entendida como el proceso que otorga mayor densidad a los flujos de producción y comercio, a partir de la ampliación del mercado regional. Esta ampliación suele estar impulsada por la construcción de infraestructura y la reducción de los costos del transporte, así como por el aumento consecuente de la complementariedad comercial y la especialización.
La integración productiva (…) requiere de la superación de trabas de naturaleza física, burocrática e institucional. El proceso demanda, además de las mejoras en dotación de infraestructura, de otros factores tales como la reducción de barreras no arancelarias, la mejora de los temas institucionales y la compatibilidad de los regímenes macroeconómicos (BID-INTAL, 2012, p. 12).
La integración productiva transfronteriza se consigue por medio de la creación y fortalecimiento de vínculos y encadenamientos productivos “hacia atrás” y “hacia adelante” en cadenas de valor cuyos eslabones se encuentran situados a ambos lados de la frontera. El desarrollo de una infraestructura que aumente o facilite el contacto entre las zonas adyacentes, estimula la articulación productiva porque aproxima espacios económicos, reduce barreras físicas al comercio, disminuye los costos de transporte y amplía la dimensión de los mercados, favoreciendo la incorporación de nuevos actores.
El análisis de cadenas transfronterizas de valor enfrenta el desafío de la comparabilidad de los datos entre los países socios que en ciertos casos pueden diferir en función de los contextos socio-institucionales de cada país. La diversidad contrastante en términos de contexto económico general, mercado de trabajo y migraciones, régimen fiscal, disponibilidad de bienes de consumo, y hasta por la disponibilidad del suelo edificable, fueron algunas de las variables introducidas por Dell’Agnese (2003) para tomar en cuenta en términos de comparabilidad. Un elemento que suele favorecer el intercambio fronterizo es la diversidad regulatoria y legislativa de las que son objeto los territorios que pueden limitar o auspiciar la articulación y complementariedad (Figura 2). A esto Sohn (2014) lo denominó modelo geoeconómico de explotación de ganancias diferenciales al analizar las regiones transfronterizas. En síntesis, como menciona Kearney (2008), las políticas y las prácticas fronterizas de un estado nacional pueden considerarse un recurso para obtener un flujo neto de valor económico a través de su frontera. Esta cuestión impacta directamente sobre la naturaleza y postura de los gobiernos subnacionales frente a los beneficios (“el valor”) de la articulación transfronteriza.
Figura 2
Contexto socio-institucional transfronterizo
Fuente: Elaboración propia sobre Alburquerque y Dini (2008).
El valor agregado transfronterizo circula entre sectores, territorios y actores a partir de la función de clasificación/filtro que desarrolla la frontera. Por ello, es fundamental comprender los procesos de clasificación de factores (y de filtro, por ejemplo, con el trabajo migrante), de agregación de valor, y de distribución de los beneficios de ese valor agregado entre los actores de un territorio y entre los territorios, así como los sistemas de fijación de precios entre los diferentes actores que conforman los eslabones de una cadena transfronteriza de valor. Algunos autores mencionan que el valor agregado transfronterizo circula entre los territorios y los sectores de manera descentralizada tal como sostuviera Gallardo (2007), lo que se ve reflejado en la fragmentación de las distintas etapas de la cadena productiva que pueden desenvolverse de manera complementaria y con éxito en territorios a uno y otro lado de la frontera.
Estudiar la gobernanza de una cadena de valor transfronteriza implica revisar las características y diferentes capacidades de los actores que componen cada eslabón, las formas de compartir y diseminar la información a lo largo de la cadena, los costes de transacción que implican las diferentes formas de diálogo, colaboración o competencia, el diseño institucional de las intervenciones e inversiones del gobierno y de otras entidades de apoyo. En este sentido, se hace necesario fortalecer capacidades para el diseño, la prestación y la gestión de servicios empresariales transfronterizos desde la institucionalidad pública local para el escalamiento de las cadenas regionales de valor (Oddone, 2019).
Los avances llevados a cabo en el fortalecimiento de cadenas de valor transfronterizas alcanzados en el marco de algunos procesos de integración regional en América Latina han contribuido al desarrollo de metodologías que incentivan el diálogo público-privado entre instituciones y empresarios. De particular interés son las experiencias desarrolladas por el Sistema de la Integración Centroamericana (SICA) para la implementación de su Estrategia Regional de Articulación Productiva MIPYME, que busca mejorar “la competitividad, inclusión y el aumento de participación en los mercados por parte de las MIPYMES de la región SICA a través de cadenas regionales de valor” (Oddone, 2017, p. 15).
Valor de las regiones transfronterizas
La reestructuración de la economía política global ha generado nuevos ordenamientos socioespaciales e institucionales, como las cadenas de valor, que han afectado fuertemente las dinámicas fronterizas. Por ello, Cornago (2006) propone una aproximación desde los enfoques de la Economía Política y la Economía Simbólica que, en el marco de la cooperación transfronteriza, ayude a explicar la continua reestructuración del esquema político internacional.
Desde la Economía Política, la actual etapa del capitalismo se entiende como
una reestructuración que -a grandes rasgos- se caracteriza por la compleja transición de una economía política internacional basada fundamentalmente en las relaciones entre Estados, y en los intercambios entre empresas sometidas diferentes regulaciones de carácter estatal, en una nueva economía política de alcance global (…) que plantea desafíos económicos, políticos y sociales de primer orden, e impone, no sin importantes problemas de legitimación, y sin haber definido plenamente su relevo, la transformación del Estado como instancia privilegiada de regulación y gestión (Cornago, 2006, p. 35).
Al mismo tiempo, la toma de decisión soberana de los gobiernos, que ha sido la forma histórica de construir la estructura de economía política global, se enfrenta cada vez más con un creciente activismo de los gobiernos subnacionales y, es en este contexto, que las regiones de frontera son “un nuevo espacio funcional y operativo, como nuevas unidades o circunscripciones territoriales suprafronterizas y supraestatales [que implican] una nueva identidad y realidad social y simbólica” (Rojo, 2010, p. 143). El poder económico (y político) de algunas regiones transfronterizas es innegable, por lo que hay una articulación compleja de aspectos materiales y simbólicos que se genera “como resultado de la localización de la crisis en unas coordenadas espaciales y socioculturales específicas que acabarán configurando los rasgos singulares de cada respuesta regional” (Cornago, 2006, p. 38). Esa crisis es, a su vez, responsable de nuevas configuraciones que permitirán la construcción de la identidad regional de la frontera.
El concepto de Economía Simbólica fue usado para hacer referencia a la compleja relación entre la economía y los símbolos culturales dentro de un territorio dado. Esta muestra dos sistemas de producción paralelos que son cruciales para la economía de un territorio, “la producción de espacio, con su sinergia en la inversión de capital y de significados culturales, y la producción de símbolos, los cuales construyen una aceptación de intercambio comercial y un lenguaje de identidad social” (Padró, 2003, p. 118).
Con la economía simbólica se hace referencia a la influencia que pueden llegar a tener las estructuras subnacionales debido a su peso productivo y cultural, y que influye de algún modo en la toma de decisiones política nacional multinivel. Existe también una dimensión simbólica de los gobiernos subnacionales en su acción al exterior, ya que éstos pueden tener un devenir sociohistórico alejado del gobierno central, pero que se han conformado en un estado por cuestiones geográficas y/o de viabilidad política. La misma situación puede extenderse a regiones transfronterizas que cuentan con una historia común pero que ha sido, de alguna manera, cortada por el propio devenir de la construcción de los estados nacionales.
Esta dimensión es relevante frente al argumento de que la economía política tradicional está transformándose para dar lugar al reconocimiento de las acciones internacionales y la influencia global de actores políticos y económicos que no son necesariamente nuevos en el sistema internacional. En este sentido, es necesario que las influencias surgidas desde los ámbitos subnacionales sean formalizadas y teorizadas con el fin de entender qué ocurre dentro de los esquemas de cooperación trasfronteriza. En última instancia, permite reflexionar sobre cómo una transformación política tiene un impacto en lo económico, lo cual eventualmente se traducirá en cambios en las prácticas productivas. La economía simbólica puede ser una forma de darle visibilidad institucional, darle valor, a una serie de dinámicas que vienen ocurriendo de manera local pero que aún no tienen cabida formal.
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