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33 Geopolítica

Alejandro Rascovan

La palabra geopolítica deriva del griego y es la confluencia de Γεω (geo-tierra) πολιτική (política). Con el surgimiento de los estados nación en la segunda mitad del siglo XIX se produjo una reformulación del vínculo entre sociedad, territorio y política. Fue Rudolf Kjellén, quien acuñó el por entonces neologismo geopolitik. Este autor propuso que la geopolítica es una “ciencia del Estado” interesada por “la influencia de los factores geográficos, en la más amplia acepción de la palabra, sobre el desarrollo político en la vida de los pueblos y Estados” (Pereira, 2008, p. 427).

En el campo académico la geopolítica es una disciplina que, de acuerdo con su orientación teórico-filosófica, se asocia a la geografía política, a la defensa y a las relaciones internacionales. Además, funciona como adjetivo calificativo: una acción determinada puede tener carácter “geopolítico”. Pero también es un sustantivo que explicaría un cúmulo de acciones, por lo general entendidas como belicosas o asociadas a la expansión territorial o militar. Este uso se encuentra más extendido en medios de comunicación y actores políticos. Agnew (1998) denomina a este proceso “imaginación geopolítica” e implica el entramado entre representaciones sociales que diversos actores producen y sobre los cuales se basan ciertas acciones políticas. En ese sentido, la geopolítica construye imaginarios y prácticas sobre las fronteras.

Este capítulo abordará el vínculo entre el uso de geopolítica en las ciencias sociales y, en paralelo, las políticas derivadas de tales usos. El recorrido comienza con los autores clásicos, cuyo eje fue el ejercicio de una geopolítica por parte de los estados nación para justificar posiciones imperialistas y belicistas. El segundo apartado trata sobre la renovación teórica de la década de 1970 y la revitalización de la geopolítica a través de las teorías críticas. La tercera sección se centra en las prácticas y problemáticas en América del Sur, y se indican algunas propuestas conceptuales y conexiones empíricas entre geopolítica y fronteras.

Comienzos de la geopolítica

La aparición de la geopolítica en los estudios sociales se dio en Europa a principios del siglo XX y estuvo ligada estrechamente a los estados nación modernos, a la expansión de sus territorios y la fijación de sus fronteras. Entre los autores clásicos que dieron organicidad y sistematicidad a las perspectivas expansivas de la soberanía nacional de los estados europeos se puede mencionar a F. Ratzel (1844-1904), H. Mackinder (1861-1947), R. Kjellen (1864-1922) y K. Haushofer (1869-1946).

Ratzel (1897), quien puede ser considerado el fundador de la geopolítica, desarrolló el concepto de espacio vital para explicar el vínculo entre territorio y nación. También enfatizó en la necesidad de políticas belicistas, que defiendan al Imperio Alemán. Kjellen (1916) profundizó esta perspectiva naturalista argumentando que el estado era una forma viva en donde se conjugaban un territorio, una raza, un modelo económico autárquico por fuera del sistema internacional, una sociedad y una forma de gobierno (Cairo Carou, 2011).

En paralelo, Mackinder (1904) propuso un análisis sobre las relaciones de poder y los territorios basado en la existencia de un heartland o corazón continental y tres islas que lo rodean, la isla Mundial (Europa, Asia y África) con dos círculos (inner y outer). Su análisis buscó orientar la política inglesa a partir de una geoestrategia surgida de los estudios geopolíticos. El autor proponía que la potencia marítima no descuidase la región que rodea el heartland europeo, ya que quien dominase esa zona (entre Europa y Asia en dirección al Cáucaso) dominaría el mundo.

Haushofer (1934) aportó a profundizar el concepto de geopolítica y su uso para la acción política, al interpretar un mundo donde el estado está relacionado a aspectos orgánicos y naturalistas. En particular, esta geopolítica se asoció al lebensraum, que es la expansión de los pueblos germánicos en Europa. Esto significaría la creación de “pan-regiones” y el establecimiento de nuevas fronteras nacionales.

Estas cuatro perspectivas geopolíticas fueron retomadas por diversos gobiernos europeos, americanos y asiáticos. Fueron vistas desde las academias occidentales como facilitadoras de las políticas belicistas que resultaron en las dos guerras mundiales. Esto llevó a que durante décadas se asocie geopolítica con expansionismo, imperialismo y conflicto internacional. En particular su asociación con el nazismo llevó a este campo de estudios al ostracismo, especialmente en Estados Unidos, no tanto en Sudamérica.

Renovación de la geopolítica

En la década de 1970 surgió una renovación de la geopolítica desde el campo de la geografía a partir de Yves Lacoste y de Peter Taylor. Estas corrientes críticas buscaron congeniar las ideas de poder y territorio con ordenamientos mundiales. En paralelo, desde las relaciones internacionales también se retomó la geopolítica, pero como modelo explicativo de la guerra fría. A partir de autores como Agnew (1998) y Ó Tuathail (1994) la geopolítica crítica emergió en la década de 1990 como una disciplina con gran capacidad explicativa.

En América Latina, la división entre geografía política y relaciones internacionales se mantiene hasta la actualidad. En las principales escuelas de Brasil, México y Argentina, se han realizado estudios sobre fronteras y geopolítica desde ambos campos. En Brasil, la escuela de la geografía política fue nutrida por los estudios de Milton Santos en las décadas de 1980 y 1990. Aunque este no es considerado un autor de geopolítica, sus aportes desde la geografía, con conceptos como fijos-flujos, configuración territorial, sistema de acciones y objetos, ayudaron a modernizar la disciplina en Latinoamérica, con fuertes influencias en Brasil y Argentina (Santos, 1988 y 1996).

La tradición geográfica argentina a comienzos del siglo XX retomó aspectos de la geopolítica alemana para justificar posiciones defensivas basadas en la doctrina de seguridad nacional y las posibles amenazas externas (Brasil y Chile), sobre todo durante la década de 1970. Esta geopolítica, desarrollada desde ámbitos militares, a través de las revistas Estrategia y Geopolítica, se fundamentó también en la creencia de un expansionismo brasileño hacia la Antártida y en las disputas territoriales con Chile y Gran Bretaña. Este proceso es bien relatado por Fornillo (2015), quien señala los vínculos entre el uso de geopolítica y sectores militares del Cono Sur.

En la década de 1960 la geopolítica militarista tuvo por un lado a Brasil con una política de conexión de sus territorios y con la intención de contrarrestar a Buenos Aires y su influencia en Bolivia, Paraguay y Uruguay. Por otro lado, Chile desde la dictadura de Pinochet proyectó una geopolítica de enfrentamiento con sus países vecinos, Argentina, Bolivia y Perú. Por su parte la geopolítica argentina se erigía sobre la base de la amenaza brasileña y la necesidad de consolidar el territorio y las proyecciones hacia la Antártida e Islas del Atlántico Sur.

Otro evento clave en la geopolítica sudamericana fue la construcción de la entonces represa hidroeléctrica más grande del mundo, Itaipí, ubicada en la frontera entre Brasil y Paraguay. En el caso argentino fue Guglialmelli (1979), un general retirado y ex asesor del presidente de facto Onganía, quién argumentaba a favor de la necesidad de una geopolítica argentina que dé cuenta de forma científica de las problemáticas y amenazas que el país sufría.

Estas perspectivas perdieron centralidad con el retorno a la democracia (1983) en la Argentina. Para las relaciones internacionales, la geopolítica no pudo volver a trascender más allá de su uso vinculado a los conflictos militares en la escena internacional. Mientras que la renovación previamente mencionada pudo permear en la geografía –en algunas universidades-, la ciencia política y las relaciones internacionales se mantuvieron cercanas al paradigma militarista.

Uno de los puntos más interesantes sobre la geopolítica es la diversidad de usos de este concepto. La hipótesis es que, dado que la geografía política, con todos sus debates teóricos, es una disciplina menos vinculada a la opinión pública que las relaciones internacionales, el uso más diseminado de geopolítica, sobre todo en medios de comunicación, es como sinónimo de conflicto internacional.

Geopolítica para analizar relaciones de poder

Las fronteras, sean internacionales, urbanas, rurales o del conocimiento, implican una dimensión y, por lo tanto, una práctica de poder. Se puede tomar a la geopolítica como un adjetivo para eventos conflictivos en el escenario internacional. Sin embargo, en paralelo, desde la geopolítica crítica se toma este concepto como una metodología para el análisis de conflictos políticos y de actores con representaciones territoriales. A partir de allí se puede abordar a las fronteras tanto internacionales como urbanas.

De todas formas, en América Latina esta clase de estudios es poco habitual, primando los trabajos geopolíticos centrados en las relaciones internacionales. El enfoque es puramente escalar, vale decir, suelen estar focalizados en una única escala de análisis (el sistema internacional, el sistema interestatal o el proceso de integración regional) o en temáticas como el tráfico de armas o estupefacientes, pero con énfasis en las agencias estatales como objeto de estudio.

Preciado Coronado y Uc (2010) plantearon un esquema para la construcción de una geopolítica crítica desde América Latina y el Caribe. Su trabajo, fundamentalmente centrado en las espacialidades y las nuevas agendas en las prácticas geopolíticas, es fundamental para fortalecer investigaciones geopolíticas que pretendan nuevos imaginarios para la región. Estos autores sugieren, siguiendo un enfoque postcolonial, centrarse en tres prácticas geopolíticas en América Latina.

1. Práctica espacial indígena. Parte de los estudios sobre la resistencia indígena en Latinoamérica y en sus demandas descolonizadoras. Para Cairo Carou (2009), estas prácticas desarrollaron dos estrategias en paralelo:

  1. etnonacionalista, que afirma la propia cultura ancestral y reivindica el territorio ancestral.
  2. panindianista, que afirma la comunidad de los excluidos por la colonización y desarrolla una estrategia de desterritorialización de los actuales estados poscoloniales.

2. Práctica espacial feminista y de género. Las perspectivas feministas se han centrado en diversas temáticas como la constitución-creación de políticas, relaciones políticas y geografías políticas derivadas del género. Estas perspectivas son tomadas como un proceso que va más allá de las fronteras creadas por los espacios y esferas formales de lo político.

3. Práctica espacial ecologista-ambiental. Recupera temas ambientales y el lugar de diversos organismos supranacionales, la consolidación de partidos verdes, organizaciones no gubernamentales contra la explotación indiscriminada de recursos. Esta cuestión es muy relevante en las sociedades latinoamericanas cuando se debaten los modelos de desarrollo productivo y los costos ambientales a pagar.

Geopolítica, frontera e infraestructuras

Una línea de investigaciones geopolíticas reciente trata sobre fronteras e infraestructuras y los proyectos que formaron parte de la Iniciativa para la Infraestructura Regional Suramericana (IIRSA), creada en el año 2000 y su posterior incorporación a la UNASUR como Consejo Suramericano de Planificación (COSIPLAN). Estos estudios se basan en una rica historia sobre integración regional, facilitación fronteriza, comercio internacional e infraestructura. Aunque éstos últimos no siempre tomaron el concepto de geopolítica como articulador, ayudan a observar fenómenos políticos como los Corredores Bioceánicos, los acuerdos regionales de transporte internacional como el ATIT de la Asociación Latinoamericana para la Integración (ALADI). Estas temáticas atravesaron el continente sudamericano, encontrándose artículos de todos los países acerca de estos corredores, geopolítica e infraestructura (Arróspide Mejía, 1990; Le Dantec, 1992; Quintana Peña, 1995; Ribeiro Lima, 1996)

En los últimos años, con la concreción del proceso de integración regional sudamericana, primero en el MERCOSUR y luego en la UNASUR, hubo una proliferación de obras sobre la infraestructura internacional. Desde un lugar supranacional, fueron los organismos multilaterales de crédito, sobre todo el BID, los principales interesados en la infraestructura como facilitadora del comercio regional, aunque no se asociaban a la geopolítica que era aún potestad del ámbito nacional. La década del 2010 fue donde mayor cantidad de trabajos se realizaron sobre geopolítica, transporte e infraestructura. Una de las obras más interesantes fue coordinada por Cienfuegos Mateo et al. (2012) y funcionó como puntapié para debates académicos sobre el lugar de la infraestructura regional, sin embargo, el concepto de geopolítica no era uno de los articuladores de la obra.

Por otro lado, se encuentran los que estudian geopolítica a partir de casos específicos de infraestructuras transfronterizas, como Rivarola Puntigliano (2016), Carneiro Filho y Ruckert (2018) y Rascovan (2016). En estos trabajos el eje organizador era la UNASUR y, sobre todo, la IIRSA y que luego pasó a formar parte del COSIPLAN. Los trabajos vinculados con geopolítica, en estos casos, tuvieron dos ejes fundamentales: el uso de recursos naturales (agua, litio y otras actividades mineras) y el rol de China como actor preponderante del comercio internacional.

Los proyectos de IIRSA/COSIPLAN representan un ejemplo interesante de la interacción entre geopolítica, fronteras, desarrollo e infraestructura, ya que desde los países (y muchas veces sus entidades subnacionales) se proponían proyectos de transporte, aunque también de energía, que luego eran incorporados a la cartera del COSIPLAN y cotejados con los bancos de inversión, como Banco Interamericano de Desarrollo (BID) o el Banco Nacional de Desarrollo de Brasil (BNDES). Sobre esta base, desde IIRSA se construyeron nueve Ejes de Integración y Desarrollo para el continente a partir de diversas matrices productivas, históricas y logísticas.

Geopolítica de las triples fronteras

Existen diversos ejemplos de convergencia entre geopolítica y estudio de las fronteras en América Latina, desde diversas problemáticas. En particular, aquí interesa un grupo de investigaciones que se han centrado en las triples fronteras.

Benedetti (2018) estudia las diversas triples fronteras en la cuenca del Plata. Argentina, Brasil y Uruguay comparten una triple frontera, también Argentina, Brasil y Paraguay. Pero además Argentina, Bolivia y Paraguay, o de Argentina, Bolivia y Chile. Esto significa que Argentina tiene triples fronteras con todos sus países vecinos. A esto se le suman las que Brasil tiene con todos sus países vecinos, Paraguay y Bolivia, Bolivia y Perú, Perú y Ecuador, Ecuador y Colombia, Colombia y Venezuela y, finalmente, Venezuela y Guyana.

Bispo dos Santos y Souza Lima dos Santos (2016) resumen de manera clara las posiciones brasileñas sobre la triple frontera entre ese país, Argentina y Paraguay. Sin embargo, es en las obras de Becker (1988, 1995, 2005, 2010 y 2015) donde mejor se sintetizan las diversas imaginaciones geopolíticas que se dieron en Brasil con relación a las fronteras y principalmente a aquellas en la zona amazónica.

Figura 1
Mapa de la zona amazónica, población, infraestructuras de transporte
y frentes de ocupación

Fuente: Becker (2005).

Quizá el caso más conocido sea el de la Triple Frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. Este lugar es estudiado por su particular complejidad y pluralidad de actores participantes. Desde una perspectiva geopolítica asociada a las relaciones internacionales, este hito es considerado epicentro de “amenazas terroristas” en el continente. Son habituales las menciones sobre la existencia de grupos paramilitares asociados a Medio Oriente. En paralelo, el narcotráfico, con eje en la ciudad paraguaya de Ciudad del Este, es también un tema recurrente. Sin embargo, se pueden sumar asuntos como la Represa de Itaipú en Brasil, que, al ser una de las más grandes del mundo, modificó los espacios y afecta directamente el río Paraná y toda su navegabilidad. Además, las Cataratas del Iguazú conforman un enclave turístico fundamental para Argentina y Brasil. Y, como si fuera poco, toda la zona se encuentra sobre el Acuífero Guaraní, que es una de las principales reservas de agua dulce del planeta, por lo que las cuestiones geopolíticas adquieren una preponderancia estratégica (Vitte de Castro Silva, 2013 y 2014).

La explotación de recursos naturales es, entonces, una de las principales problemáticas geopolíticas de la región y, por lo tanto, atraviesa todas las fronteras nacionales. Esto queda claro con el tema del agua, donde se encuentran artículos de varios países latinoamericanos. Pueden mencionarse trabajos sobre México (Serrano, 2007), Uruguay (Abreu, 2010) y Colombia (Ramírez y Yépes, 2011).

Otro de los temas que cobra importancia, día a día, es la explotación del litio en la triple frontera Argentina-Bolivia-Chile. Fornillo et al. (2015) exploran desde diversos puntos de vista las problemáticas asociadas al crecimiento de esta minería. El litio es clave ya por su utilización para la fabricación de baterías de –entre otras cosas- teléfonos móviles. Se calcula que el 50% de las reservas mundiales se encuentran en esta triple frontera.

Finalmente, otra tiple frontera conflictiva se encuentra en la Antártida. Tanto Argentina como Chile y el Reino Unido reivindican para sí el mismo territorio. Para los estados, el reclamo antártico se encuentra atravesado de diversas representaciones. Para Argentina y Chile la rivalidad construida a lo largo de la historia, así como para el Reino Unido la presencia como potencia marítima; pero además de reclamos nacionalistas y territoriales, la Antártida representa una fuente de recursos para la investigación científica y, a futuro, quizá, la de diversas explotaciones de recursos.

El proceso de fronterización de la Antártida comienza en la década de 1940 con el reclamo formal de reconocimiento por parte de Argentina, seguido de Chile en 1943. En ambos casos, la excusa fue la expansión imperial de las antiguas potencias y la desconfianza desde las esferas políticas en el país vecino. La temática antártica fue abordada en general por las relaciones internacionales y, por consiguiente, por una geopolítica tradicionalista asociada a lecturas militaristas, tanto en Argentina como en Chile. El Tratado Antártico de 1959 (que entró en vigor en 1961) fue un punto de partida para una geopolítica que, a diferencia de otras temáticas internacionales ya mencionadas, estaba regulada por compromisos y responsabilidades dentro del régimen (Colacrai, 2012).

La fronterización de la Antártida está atravesada por políticas y acciones “nacionalistas” y reivindicativas del territorio como propio: ceremonias nacionales, uso de banderas, lecturas solemnes, mapeamiento y nombramiento de hitos y bases con nombres de héroes de la independencia como O’Higgins y San Martín o Belgrano. Pero también por la triada “libertad-privilegio-compromiso” que implica el Tratado Antártico (Colacrai, 2012). La década de 1990 marcó una etapa de desactivación de los antiguos conflictos exteriores entre Argentina y Chile. La “Declaración Conjunta sobre la Antártida” entre los presidentes Carlos Menem (Argentina) y Patricio Aylwin Azócar (Chile) de 1990 ratificó una serie de documentos históricos entre ambos países y avanzó sobre la cooperación científica.

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