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26 Externo

Tito Carlos Machado de Oliveira

La palabra externo es un adjetivo que, de forma amplia, significa que está por fuera; que viene de afuera; exterior. En regiones de frontera geográfica su significado es difuso y complejo. Esto es un reflejo de la propia condición territorial y de los diseños espaciales específicos entrelazados por las expresiones singulares entre culturas, conductas y procedimientos en estas zonas de contacto.

En este contexto, lo externo tiene múltiples escalas. No siempre puede ser pensando solo en la condición fija del contacto ceremonial y protocolar de un estado nacional con el otro. La frontera es una parte del territorio que se consolida mediante acciones. Y esas acciones van más allá del principio a la no intervención en los asuntos internos “del otro lado”, del que es vecino. De modos diversos, el territorio de una nación sobrepasa su alcance legal, en la medida en que sus poblaciones privilegian las relaciones voluntarias de aproximación, la convivencia espontánea y las instintivas complementariedades cotidianas externas.

Este capítulo tiene cuatro secciones. La primera sección reflexionará sobre la relación entre lo externo y el estado nación. A partir de allí, las tres secciones siguientes recorrerán tres formatos en los que, al menos, se expresa lo externo para la frontera del estado nación: lo externo-de-lo-interno, lo interno-en-lo-externo y lo externo-de-lo-externo.

Lo externo del estado-nación

Para el estado-nación el concepto de externo se establece a partir de la concreción del límite, forjado por la estructura conceptual de un territorio fijo. La frontera, por el contrario, construye su definición a partir de un tejido de relaciones flexibles y maleables, construyendo un territorio líquido, multifacético. Por lo tanto, la significación del término externo para la frontera es tan híbrido cuanto su propio concepto. En síntesis: en la frontera lo externo no siempre está fuera del lugar.

Para las fronteras, muy especialmente de la América Latina, lo externo está, según Pébayle (1994), bajo la égida de la lógica coyuntural. Esta lógica es la que posibilita el verdadero dinamismo cotidiano de la región de frontera. De ahí su gran importancia. Si los cambios de moneda, controles migratorios y fitosanitarios, decisiones, tratado y acuerdo intergubernamentales unilaterales o multilaterales, interfieren siempre de manera tangencial e indirecta en las ciudades no fronterizas, en la frontera, en cambio, esas interferencias son directas y contundentes. Cuanto más próxima una ciudad esté de la línea de divisoria, mayor será la influencia y la simultaneidad de los factores externos sobre los vectores socioeconómicos internos. En otras palabras: lo externo es, para una frontera, mucho más interno de lo que a primera vista se puede advertir.

Así, lo externo contribuye a la definición de la dimensión y la estructura de comportamiento del territorio fronterizo. Consolida la dinámica de las organizaciones económicas y baliza la posición de las organizaciones políticas, afectando, directa o indirectamente, al conjunto social.

Todo esto se debe a que lo externo, para la frontera, no existe en un solo aspecto. En la frontera lo externo tiene, por lo menos, tres formatos diferentes. Por separado, se analizarán a continuación.

Lo externo de lo interno

Lo externo se expresa de un primer modo: cuando la frontera es observada y condicionada a ser una parte externa del lado interno del estado nacional. Esto puede expresarse como lo-externo-de-lo-interno. El estado nacional analiza la frontera bajo la perspectiva estática y/o restringida de su territorio: es puesto como el lado-de-afuera, y no como border del propio territorio. La frontera queda confinada a una condición exógena.

Para los gobiernos centrales la región de frontera es el lugar donde se cometen numerosos delitos menores, los hitos demarcatorios son fluidos, los instrumentos legales son volátiles o no se respetan, y la condición patriótica es vilipendiada.

Estos espacios geográficos se ven penalizado por la fama de irracional. Además, reciben un progresivo olvido administrativo, las intervenciones resultan inadecuadas, las perturbaciones son desmedidas y las influencias de los proyectos nacionales llegan tardíamente. En cualquier caso, todo esto le impone grandes costos adicionales, con dificultades en la producción, en las transacciones comerciales, en la calificación de su población, en las relaciones políticas de vecindad interna, etc. Lo anterior alienta, además, el advenimiento de externalidades negativas e, incluso, deseconomías de escala, sin que se promuevan formas compensatorias efectivas.

Todo esto presiona sobre los fronterizos y fronterizas para que, cotidianamente, presten atención a su nacionalidad, para que reafirmen sus símbolos nacionales, y para que establezcan una lucha diaria de cuidado de la contravención, complementando tanto su condición de nacionales como de internacionales. Los sentidos de vigilancia están dados por el control del estado nación o provienen de la auto-vigilancia y el autocontrol en las relaciones de vecindad, negociación y cooperación. En suma, por ser lo “externo” del lado interno del estado-nación, la frontera es observada como un territorio remoto, lo que alienta una constante incomodidad.

En este conjunto, lo externo-de-lo-interno interfiere en la frontera como un elemento de una política de caracterización territorial, promoviendo una condición irregular al dar lugar a una diferenciación informal, pero sobre todo real, entre los componentes del mismo estado nacional. Esto ocurre en todas las fronteras de cualquier país, pero la intensidad es emblemática cuando el borde está separando los países ricos de los países pobres.

Lo interno-en-lo-externo

Totalmente otro es el modo de lo externo como parte de un territorio fronterizo anclado en las complementariedades diarias. El desarrollo de lo local se da mediante un complejo sistema de interacciones económicas, sociales y políticas. La forma urbana es una expresión de esta cartografía interactiva.

Aunque lo externo está legalmente demarcado por una línea fija, él se manifiesta, se mueve y se perfecciona como extensión cognitiva de su interno. Lo externo y lo interno se tocan, se complementan con fluidez natural hasta el punto de confundirse. Se trata de una parte interna de lo que es externo como acto de pertenecer, pero sin que desaparezcan los anhelos nacionalistas impuestos. Se presenta como un interno-en lo-externo.

Consiste en un movimiento ávido de internalización de lo que es externo, permitiendo que surjan sistemas distributivos (a veces productivos) localizados con características propias; las fronteras involucradas vuelven endógeno lo que es “de afuera” (comidas, idiomas, música, actitudes, prácticas comerciales, marketing, etc.). Ese hecho ocurre, inicialmente, como presión heterónoma (incorporación de normas, conductas u formas del otro) pero a posteriori, esa dinámica autoriza a dar formato a una economía de aglomeración. Esto está condicionado por la frecuencia, la diversidad y la intensidad de las transacciones comerciales en relación con el crecimiento de los consumidores y proveedores. Además, juega con la economía del arbitraje y con las diversas formas de subvención y tolerancias locales, instalando, de este camino, externalidades positivas con ganancias de productividad que habilitan formar de compartir singulares con el conjunto social.

La internalización de lo externo confiere aptitud territorial para la formulación de estrategias territoriales de actuación compartidas, solidarias o consentidas. En realidad, se forman redes de relaciones personales y comerciales espontáneas que complementan la red institucional (pública y privada), con el propósito de alimentar, de manera autónoma, una ingeniería local maleable, produciendo valores territoriales adicionales. Allí, en principio, todos ganan, incluso que haya oscilaciones pendulares de ventajas ahora para un lado de la frontera ahora para al otro. Sin embargo, es obvio que una parte (incluso pequeña) de estas redes funcionales evade el alcance legal.

La internalización de lo externo es real y juega un papel conformador en la autoorganización de la economía espacial y en la dinámica de los flujos internos de las fronteras.

Este movimiento de internalización de lo externo es más característico en los complejos urbanos transfronterizos (Dilla Alfonso, 2015), generalmente ubicados en conurbaciones o semi-conurbaciones fronterizas. Allí, los mandatos de la condición de ser externo-en-lo-interno también se ha mostrado consistente en ciudades fronterizas de variados tamaños, que procuran reducir los obstáculos de la aproximación, con el objetivo de ampliar la comunicación positiva con el otro lado.

Lo externo de lo externo

El último modo en que se manifiesta lo externo se refiere a lo que se coloca más allá de la frontera, en su frente y más allá de las otras fronteras del estado-nación. Esto es: lo externo-de-lo-externo. Este externo posee un sentido estricto, sin permitir analogías o ilaciones. Es, y por así ser y posicionarse, lo único externo reconocido por la población fronteriza, como lo que efectivamente es “de afuera”. Para los habitantes fronterizos viajar al extranjero, a modo de ejemplo, es superar los límites de los estados nacionales que los acogen.

Se trata de un ambiente moldeado y acomodado en las relaciones formales y sin derivaciones, sin significar, por lo tanto, que en él no existan funcionalidades y/o ilegalidades. Su movimiento acomoda dos dimensiones relacionales. Una es simétrica: la entrada (importación) y la salida (exportación) de bienes. La otra es asimétrica: la inmigración y emigración de personas.

La primera establece una forma impositiva de contacto con el territorio fronterizo. Es utilizado y monitoreado por grandes redes transnacionales. Es oportuna, pero no tiene adherencia con la frontera. Su relación con el territorio es vertical: meramente transita, carga o descarga. La interacción con las redes locales se manifiesta, casi siempre, en la condición de subsunción o subordinación.

En cuanto a la segunda, debido a que tiene una apariencia “no mercadológica”, es inoportuna y perentoriamente olvidada. Pero, por otro lado, su adherencia al territorio es diagonal e impone severos rudimentos a la condición socio-urbana tornando imposible de ser olvidada.

La geografía de este externo se circunscribe a lo que está delineado más allá de los otros externos explicados anteriormente. En otras palabras: es sinónimo de distante, independientemente del alcance físico.

Sin embargo, es la aspiración de toda frontera: mantener relaciones estrictas y fecundas con este externo que está más allá de su externo. Esto ocurre, posiblemente, por ser enigmático y cerrado; o también, por ser un comprador de lo que la frontera produce o vendedor de lo que la frontera necesita: afortunado debe ser.

Este externo es (probablemente el único) comúnmente recordado y abordado por la comunidad fronteriza. Dado que exacerba los sueños de la política local, perpetra elucubraciones administrativas, asienta arquitecturas comerciales escalofriantes y formatos conjeturas productivas. Desde una perspectiva real y pragmática: este externo, a pesar de su elocuente importancia, impregna más como un acomodado fetiche del territorio, que a veces se materializa y otras se esfuma.

Se trata de un tipo de externo que se encuentra en cualquier frontera, independientemente del tamaño poblacional y de la forma como produce su riqueza.

Estas son tres formas de percepción de la frontera con su externo: uno desde dentro del estado nación, pero no interno a la frontera. Otro plenamente internalizado. Finalmente, otro completamente externalizado. Se trata de un externo con topografía imprecisa que suscita confusión y deja atónito a cualquier observador. Con todo, para la población fronteriza es algo sistémico, tan incisivo cuanto decisivo en su vida cotidiana. Así, se habitúa con naturalidad al tratar lo externo-de-lo-interno dialécticamente con afectuosidad e indignación. Se acomoda al interno-de-lo-externo con simplicidad y pragmatismo. Y dialoga con lo externo-de-lo-externo con ilusión, esperanza y espejismo.

Bibliografía

Dilla Alfonso, H. (2015). Los complejos urbanos transfronterizos en América Latina. Estudios Fronterizos 16 (31), 15-38.

Pèbayle, R. (1994). As regiões de fronteira e o projeto de integração no Mercosul. In: Lehnen, A. et al. (Org.) Fronteiras do Mercosul. Porto Alegre: UFRGS.



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