Roberto França
La palabra porta, etimológicamente, proviene del latín portalis, relativo a la separación y al paso de un punto a otro, en un espacio determinado. El significado literal de puerta está relacionado con las siguientes acepciones (Michaelis, 2019): Una abertura, al nivel del suelo, que permite la entrada y la salida; una pieza plana metálica, de madera, vidrio, etc. que articula y cierra esta abertura; una pieza con bisagras con la que cierran determinados muebles, vehículos, etc.; un paso estrecho entre dos montañas por donde se puede ir y volver; medios de acceso a algún lugar; Estructura específica para cerrar la entrada a la parte interior de algo; forma de salir de una situación de gran dificultad; recurso utilizado para lograr algo; geografía: pequeña apertura que establece la comunicación entre mares; anatomía: vena abdominal que conduce la sangre al hígado drenada de los órganos digestivos; vena porta.
Puerta, mutatis mutandis, es una palabra que se puede asociar con las ideas de paso de frontera, lugar de acceso, umbral, portal de la patria, pórtico, puerto, peaje y aduana. En consecuencia, es una alegoría geográfica para referirse al punto de entrada y salida de un estado nacional, presuponiendo la existencia de un sistema de control compuesto por aduanas, puertos y aeropuertos. Hacia estos equipamientos de monitoreo convergen los flujos de mercaderías y personas; allí, son autorizados a circular por el territorio nacional.
Asimismo, es posible elaborar una estructura de pensamiento a partir de este objeto técnico, la puerta, pasando a través del nivel simbólico de representación, hasta llegar a su condición de instrumento de poder fronterizo. En este sentido, para analizar su genealogía y su estructura, en vista a su importancia para la frontera, también es necesario recurrir a la semiología, la historia, la economía, el derecho, la antropología, así como a la propia geografía, lo que da conformidad al sentido espacial del término. Puerta sintetiza, de manera figurativa, toda una suerte de objetos constitutivos de los puntos de pasaje que atraviesan los límites internacionales, siendo las aduanas y las oficinas migratorias los objetos técnico-normativos que dan sentido territorial al control estatal a la circulación. Estos pasos fronterizos constituyen una parte pequeña entre los puntos de cruce de un país a otro. Junto a ellos se forma toda una serie de pasajes, que son el resultado de los diversos caminos que surgen de los flujos alrededor de las puertas y de los límites, realizados por los transeúntes.
Teniendo en cuenta la transposición geográfica prevista, la aduana es, contemporáneamente, la puerta de entrada a un país. La palabra aduana proviene del árabe ad-dīwān, que significa registro y oficina. Se trata de la oficina pública oficial que controla el movimiento de bienes y personas, y que aplica impuestos y aranceles. Las aduanas surgieron con la compartimentación territorial del poder soberano de los estados y, posteriormente, de la organización de los sistemas para recaudar impuestos.
El análisis de la palabra puerta, en este capítulo, se organizará en tres secciones. La primera sección discute los procesos de cercado y la función de las puertas en la historia, subrayando sobre el salto escalar entre la ciudad del pasado y la lógica de las costumbres del presente. En la segunda sección se abordará la fusión entre el paso (sitio) y las normas; estará ejemplificado con el caso brasileño y su organización aduanera, centrándose, principalmente, en los pasos fronterizos. Finalmente, este capítulo terminará con una reflexión sobre la puerta como un objeto, y sobre su valor material y subjetivo para la sociedad moderna.
Puentes, puertos, peajes y aduanas
La construcción de puentes (uniones o enlaces territoriales) es el contrapunto a la política de muros y de contención territorial por parte de grupos hegemónicos (Haesbaert, 2014). Se trata de la posibilidad de eludir, de encontrar salidas y de diversas formas de evitar el control impuesto, generalmente desencadenado como formas de resistencia por parte de grupos marginados por el estado. Esta forma de resistencia está estrechamente relacionada con la idea de muro de contención, que no se trata de un cercamiento total. Tender puentes sería la acción común para atravesar la puerta.
Desde el punto de vista aduanero, el peaje es el que dio origen a la puerta (o punto de pasaje) y a los impuestos sobre la circulación que caracterizan el poder tributario del estado. Antiguamente, los peajes en los puentes tenían una importancia política fundamental en los mercados locales, en los derechos aduaneros y sobre las multas, con buenos rendimientos para los aristócratas, tanto como la tierra misma. Los poderes locales utilizaban al peaje como política de control. Era un obstáculo a los comerciantes (mercaderes) en circulación.
El peaje, por lo tanto, es el elemento original de control de la circulación por parte de una estructura de poder territorial, en el interior de los continentes. Los puertos son los sitios centrales en las costas continentales y a lo largo de otras entradas, como son los ríos caudalosos. Son los sitios burocráticos de organización de los flujos controlados.
Según Pirenne (1966), la palabra puerto proviene de portus, aplicado en los textos de los siglos X y XI a este tipo de establecimiento. De hecho, su significado no tenía el mismo sentido que tiene ahora, sino que simplemente representaba el sitio por donde se trasladaban mercancías, siendo, por lo tanto, un punto particular de tránsito activo. Este autor relata que en Flandes e Inglaterra los habitantes del “puerto” recibían el nombre de pooters o portmen (porteros). Durante mucho tiempo fue sinónimo de burgués, su mejor acepción pues, en el límite, eran los comerciantes quienes hacían el puerto y no un estado. Esto llevó a que los comerciantes se convirtieran en los organizadores del espacio urbano.
Las ciudades estaban formadas, inicialmente, por muros, principal obra pública de la urbe. De esta forma material de protección emerge, en gran medida, el sentido territorial del presente, en todas las escalas, desde la ciudad hasta los estados nacionales. Se construyeron muros alrededor de los asentamientos humanos para proteger a los habitantes del saqueo, la guerra y la invasión. Asimismo, las ciudades amuralladas representaban una especie de señal de protección de las corporaciones artesanales que, con el paso de los años, se convirtieron en los controladores de las entradas y salidas de estos sitios, a través de guerreros.
Este control era necesario desde el punto de vista de la burguesía, en pos de la existencia del mercader, cuyo espacio es un “pedazo” del espacio nacional o internacional en un período determinado (Braudel, 1996). Los comerciantes también son la base de los movimientos de población en tiempos de sedentarismo. Por supuesto, fueron las propias corporaciones de oficio las que introdujeron la idea de vivir cerca del trabajo, lo que demandaba viviendas compuestas por cuartos donde la puerta tenía centralidad, pues servía como elemento de la fragmentación social típica de las ciudades, de modo que el deseo de aislamiento habría señalado el inicio de una nueva división de clases.
Los hechos arriba mencionados apuntan hacia una construcción social de territorialidades a partir de las paredes y murallas, puertas y portales. En la planta medieval construida sobre cimientos romanos, por ejemplo, la muralla, los portones y el núcleo cívico determinaban los principales vectores de movimiento. La muralla, que también tenía el foso, el canal o el río, transformaba a la ciudad en una isla. Dada su relevancia geográfica, el muro y el portal se han convertido en fetiches e íconos tanto de protección como de conservación del poder. Incluso, hay una importancia psicológica nada despreciable, que está, probablemente, en la base territorial e ideológica de la construcción de los estados nacionales centralizados y fuertes, con fronteras para proteger a veces amuralladas, con las funciones especiales de la puerta como canalizadores del movimiento.
La puerta principal cumplía la función metafórica de dar la bienvenida a los transeúntes (comerciantes, vagabundos, peregrinos, etc.). Se ubicaba allí, al mismo tiempo, una agencia de aduanas, un departamento de pasaportes y un punto de control de migración, así como un arco triunfal con sus torretas y torres. Cada vez que el tráfico era lento, el transeúnte depositaba su carga en los portones. Allí se comenzaron a construir almacenes, acompañados por posadas y tabernas. Posteriormente, también serían zonas de tiendas, construidas por artesanos y mercaderes.
Siguiendo Mumford (1998), se puede decir que la puerta y la aduana producían, sin mayores regulaciones territoriales, los sitios económicos de la ciudad. Como había más de una puerta, el propio movimiento proveniente de diversas regiones llevaba a una descentralización, donde cada puerta tenía su propia forma de negocio, como por ejemplo puertos especializados en pescados, especias, aceites, oro, plata entre otros. Como consecuencia de esta característica funcional, el área interior de la ciudad no se sobrecargaba. Así, originalmente la palabra “puerta” deriva de las entradas. Los comerciantes que se establecían en aquél “puerto” eran denominados “portadores” (en el original, porter antiguo, y actualmente cargador). Inclusive, transfirieron esa denominación a los más humildes trabajadores manuales.
Pasos de frontera y aduanas
La fusión entre la técnica (estructura física para la fiscalización) y la norma (red burocrática) es propia del desarrollo del estado moderno occidental desde el siglo XVII, cuando los territorios nacionales comenzaron a organizarse en función del Tratado de Westfalia (1648). Fue a partir de este documento que los límites territoriales se difundieron con la idea de soberanía sobre un terreno propio, con el respaldo de una norma jurídica internacional, dando lugar a los límites modernos con los que surgieron los primeros países del mundo.
En el siglo XIV, con un territorio integrado para la regulación, bajo el liderazgo del rey Felipe VI, Francia implementó los principios de la administración fiscal, con una serie de impuestos directos sobre las mercaderías y con la institución de la foraine. Esta palabra se podría traducir como feria, pero también como bolsa de valores y letras de cambio. De origen francés, no tiene un equivalente en las lenguas portuguesa y española.
La demarcación de límites nacionales irrumpió en las realidades territoriales, dando nuevas características reconocibles por la agrimensura. De la constitución de una administración fiscal emerge, en consecuencia, un sistema fiscal con implicaciones aduaneras. La delimitación territorial se realizaba con vistas a la protección de los mercados y, a la vez, modificaron las fronteras jurídicas existentes.
Frente a los flujos comerciales más diversos que circulaban entre los territorios feudales y las ciudades amuralladas, tanto la administración tributaria francesa como la alemana, organizaron lo que se debía cobrar en los peajes, aduanas, ferias, mercados y puertos, instituyendo el poder de tributar del estado fiscal (Leroy, 2008; Zilveti, 2017). La llegada a esta etapa coincidió con la formación de un estado de seguridad, donde hay una retribución por protección personal, pasando por la lógica de un estado recaudador, basado en la colecta sobre la residencia fiscal (impuestos de captación) (Zilveti, 2017) hasta llegar a su actual condición fiscal y regulatoria.
La aduana y los “departamentos” de inmigración son el resultado de la normalización de los cruces fronterizos a escala de los países, que a su vez constituyen redes aduaneras y de fiscalización migratoria. Estas redes están dotadas técnicamente y compuestas por trabajadores armados con respaldo policial y militar, dando la sensación de protección que gran parte de la sociedad quiere de los estados nacionales.
La red de control aduanero y migratorio posee territorialidad específica. Se puede decir que hay una territorialidad de naturaleza fiscal y tributaria (en red), a partir de la distribución de los más diversos objetos técnicos destinados a controlar la circulación. Bajo los aspectos técnicos y normativos, estos objetos están cada vez más densificados, especialmente por las tecnologías y las normas fiscales y tributarias.
Esta es una condición legítima para el establecimiento técnico-normativo en la organización de patrones tarifarios, “facilitación” y “ejecución y cumplimiento”. El término “facilitación” demuestra la condición de “bajo control” de los flujos, ya que se trata de mecanismos de negociación para dar fluidez al territorio, sin que se pierda la autoridad sobre el movimiento de personas, mercaderías e información. En este caso, “facilitación” y “control” no son pares dialécticos; son elementos de una geopolítica de control de los flujos.
Sistema aduanero en el Brasil
El Brasil tiene unos 17.000 kilómetros de frontera seca, en contacto con 10 países sudamericanos, a través de 11 estados de la federación y sus 121 municipios. Se trata, por lo tanto, de un buen ejemplo para abordar la cuestión aduanera, tanto por su gran extensión territorial, como porque es un país con grandes flujos lícitos e ilícitos entre las fronteras y el interior del país.
Para el cumplimiento de las actividades aduaneras, funciona la Fiscalía Federal de Brasil (RFB), que está subordinada al Ministerio de Economía. No hay oficinas aduaneras en los puntos fronterizos aduaneros (que también se encuentran en las zonas primarias) entre el Brasil y sus vecinos sudamericanos. Aquí no hay contradicción semántica, ya que alfândegas (oficinas aduaneras) y los puntos fronterizos (aduaneros) son los nombres dados a las oficinas públicas del sistema aduanero. La RFB divide el territorio aduanero (término utilizado en la Constitución Federal) en zonas primarias, constituidas por las “puertas” del país, tales como: puertos marítimos, puertos fluviales, aeropuertos y puntos fronterizos (provincias y recintos alfandegados); y zonas secundarias: puertos secos, que se encuentran en el interior del país para acelerar el despacho de mercancías. En los puntos fronterizos que contienen puertos secos, como Foz de Iguazú (Estado de Paraná) y Uruguaiana (Estado de Rio Grande de Sul), no hay recintos vinculados en el paso fronterizo inmediato o cerca de la línea internacional. En estos casos, la responsabilidad del despacho de mercancías es de los puertos secos adyacentes, es decir, a pocos kilómetros de la línea internacional.
La diferencia se deriva de la demarcación geográfica y también por el hecho de que las inspectorías son responsables por el paso de frontera cuando no hay estación de policía. Tanto la aduana como el punto de frontera poseen recintos, permitiendo que las mercancías se almacenen antes de los despachos de importación o exportación.
Las inspectorías (Figura 1) predominan en las adyacencias del Arco Sur de la frontera brasileña, es decir, el tramo que va desde las colindancias con el Uruguay, al sudeste, hasta las colindancias con el Paraguay, en el centro-oeste. También, hay una concentración de inspectorías en Mato Grosso do Sul. En el norte, se destacan el Acre y el valle del río Amazonas hasta su desembocadura. Se debe enfatizar la complementación lograda por las inspectorías en el extenso litoral del Nordeste, así como una inspectoría en el valle del San Francisco, en la gran región frutícola, agilizando los procesos de exportación de frutas y derivados.
Figura 1
Inspectorías y alfândegas de la República Federativa del Brasil
Fuente: Elaboración propia, sin escala, a partir de Google (s.f.) [Mapa de la República Federativa del Brasil en Google Maps] Recuperado el 3 de octubre, 2019, de https://www.google.com.ar/maps/place/Brasil/@-13.6561589,-60.7660827,5z/data=!4m5!3m4!1s0x9c59c7ebcc28cf:0x295a1506f2293e63!8m2!3d-14.235004!4d-51.92528.
Puerta para la sociedad moderna
La puerta es una pequeña abertura en un cercamiento. Si consideramos a Latour (1992), el hecho de que la puerta tenga una bisagra permite la variación sin que el sistema pierda su unidad. En ese caso, pasa a ser objeto de control del cercamiento.
La puerta es una “estructura espacial rica” (Cavalcante, 2003) que está en relación con la pared. También tiene una topología que varía de abierto a cerrado, cumpliendo funciones de aislamiento, pasaje y comunicación. En el contexto del espacio social, la puerta pierde su neutralidad, ya que el sujeto comienza a atribuirle valores, porque la puerta es la mediación entre el entorno doméstico y el entorno de existencia del otro, con sus acciones, subjetividades y diferencias, demarcando una frontera.
La abstracción permite la interpretación de un concepto interiorizado de puerta, percibido por los sentidos, y que se coloca más allá del objeto, apareciendo en expresiones cotidianas del estilo: le “cerró la puerta a alguien” o las “puertas están abiertas”. Cerrar o abrir las puertas, consecuentemente, se erige como un elemento fundamental del imaginario sobre frontera, delimitando el valor simbólico que tiene un sitio de apertura dentro de los límites de un ámbito geográfico.
Esa condición permite el cambio de ambiente controlado por el individuo. La puerta, por lo tanto, tendría la función de controlar físicamente el paso de personas, restringiendo quién puede pasar y quién no. Desde el punto de vista topológico, la puerta diferencia a quién es de la casa y a quién no. Esto podría proyectarse a la escala del estado nacional.
En este caso, la puerta trasciende su carácter técnico para adoptar un carácter normativo, con una función restrictiva, al ser obstáculo o cierre a los flujos. Así, en la genealogía de la puerta se encuentra el cierre creado por la pared que, a su vez, da origen a la apertura. Entretanto, Cavalcante (2003) advierte que las personas no construyen muros para luego abrir puertas, sino que cierran el espacio que forma la abertura y luego “crean la divisoria móvil para cerrarla”.
Bibliografía
Braudel, F. (1996). Civilização material, economia e capitalismo (séculos XV‐ XVIII): o tempo do mundo. v. 3. São Paulo: Martins Fontes, 1996.
Cavalcante, S. (2003). A porta e suas múltiplas significações. Estudos de Psicologia 8(2), 281-288.
Haesbaert, R. (2014). Contenção territorial: “campos” e novos muros. Boletín de Estudios Geográfico (102), 25-45.
Latour, B. (1992). Where are the missing masses? Sociology of a door. In: Bijker, W. & Law, J. (Orgs.), Shaping technology – building society. Studies in sociotechnical change (pp. 225-259). Cambridge: MIT Press.
Leroy, M. (2008). Tax Sociology. Sociopolitical Issues for a Dialogue with Economists. Socio-logos, 3, http://journals.openedition.org/socio-logos/2073.
Michaelis. (2019). Moderno Dicionário da Língua Portuguesa. Recuperada el 17 de diciembre de 2019 de https://michaelis.uol.com.br/moderno-portugues/
Mumford, L. (1998). A cidade na história: suas origens, transformações e perspectivas. São Paulo: Martins Fontes.
Pirenne, H. (1966). História econômica e social da Idade Média. São Paulo: Mestre Jou.
Zilveti, F. A. (2017). A evolução histórica da Teoria da Tributação: Análise das estruturas socioeconômicas na formação do Sistema Tributário. São Paulo: Saraiva.