José Lindomar C. Albuquerque
La palabra identidad proviene del término latín identitas y expresa la cualidad de algo idéntico, mismidad y continuidad. Se puede decir que su uso se vincula a la lógica y las matemáticas como una relación abstracta entre elementos iguales. El desplazamiento de esta categoría para designar realidades individuales y sociales entre los seres humanos, tales como identidad nacional, étnica, regional, local, es más bien reciente (Cardoso de Oliveira, 2006). En el contexto de formación de los estados nacionales modernos y de los movimientos nacionalistas del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en Europa y otros continentes, el término identidad nacional, por ejemplo, no era de uso corriente. Las palabras usuales para pensar realidades nombradas actualmente como identidades individuales y nacionales eran, por ejemplo, personalidad y carácter nacional. Esto se puede observar en los escritos de sociólogos y psicólogos de la Escuela de Chicago y de los antropólogos vinculados a la línea de estudios cultura y personalidad (Benedict et al., 2015).
La palabra identidad se expande, se propaga y se multiplica en el campo de las ciencias sociales, estudios culturales, psicología, lingüística, geografía e historia, entre otras, sobre todo después de la segunda guerra mundial (1939-1945). El escenario propicio de estas transformaciones fue la emergencia de los movimientos sociales de descolonización de África y Asia, las formas de contestación política y cultural, los movimientos feministas, ambientales, religiosos, negros e indígenas de la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI (Castells, 2008). En este contexto político y teórico de profundos cambios sociales y culturales, el término identidad en sus apropiaciones sociales e individuales se distancia de su sentido originario de mismidad, permanencia, continuidad relacionado a dimensiones abstractas, formales y no empíricas. Cada vez más adquiere contenidos concretos, sociales, dinámicos, relacionales y empíricos.
Este capítulo se divide en cuatro secciones. En la primera sección se trabajará sobre distintas aproximaciones al concepto de identidad generados desde la antropología y la sociología. En la segunda se verá la relación entre identidad y diferencia. En cambio, en la tercera sección se abordará la relación entre identidad y frontera. Finalmente, la cuarta sección reflexiona sobre identidades y multiplicidad de escalas.
Identidad como concepto relacional
Desde la década de 1960 la identidad comenzó a ser comprendida, en los estudios antropológicos y sociológicos, como fuente de significación, representación simbólica y experiencia individual y colectiva producida en relación con el otro (Castells, 2008). Es decir, identidad presupone la idea de otredad. Los estudios sobre identidad étnica realizados por los antropólogos Cardoso de Oliveira (1964), Barth (2000 [1969]) y Cohen (1974) apuntan a la importancia de pensar los conceptos de fricción interétnica, identidad contrastante y etnicidad como conceptos relacionales, dinámicos, históricos y procesuales que se singularizan en realidades sociales y culturales específicas.
La propia relación entre cultura e identidad también es entendida de manera relativamente autónoma. Vale decir, la cultura no determina la identidad de un grupo ni la identidad es una suma de rasgos culturales específicos. Los fuertes cambios culturales y procesos de asimilación cultural no llevan necesariamente a cambios de identidad. De este modo, las fronteras culturales no corresponden automáticamente a las fronteras identitarias (Grimson, 2008).
Además de esta discusión antropológica sobre las identidades de los grupos étnicos y sus fronteras, en estas décadas y las siguientes también se produjeron relevantes reflexiones sobre identidades nacionales, regionales y locales. En línea con los llamados estudios culturales y postcoloniales, vale una referencia a las aportaciones de Hall (2003 y 2000) sobre las identidades en contextos multiculturales y de diásporas. Este autor propone que las identidades son situacionales, relacionales, estratégicas y posicionales, muchas veces prefiriendo el uso de la palabra “identificación” para caracterizar lo dinámico y la subjetivación de este proceso. La propia identidad de caribeño o negro en Reino Unido es producida en un contexto metropolitano de estigmatización y generalización del otro y por la resignificación de esta clasificación por parte de colectivos que reivindican reconocimiento y derechos en la sociedad británica (Hall, 2003).
La identidad se transforma en un concepto bastante polisémico y asociado a una variedad de otros términos y áreas de saberes académicos y no académicos. Se puede decir que identidad se vincula a la memoria individual y colectiva, a modos de pertenencia a grupos étnicos, sexuales, regionales y nacionales con distintas posiciones de poder. Asimismo, se relaciona con los procesos de estigmatización y reconocimiento de los grupos sociales marginalizados, a formas de asociación con la ciudadanía local y nacional, a proyectos políticos colectivos y a los ideales de hermandad, como aquellos relacionados a la identidad latinoamericana. En resumen, la identidad está vinculada a lógicas variadas de relaciones de poder.
Identidad y diferencia
Por más dinámico, relacional, no esencialista y heterogéneo que sea el concepto de identidad en los estudios académicos, la palabra guarda una centralidad en el “yo/nosotros” en contraste con los “otros”. En este sentido, otros autores prefieren un desplazamiento desde la idea de identidad hacia la categoría de diferencia. El término diferencia contiene también distintos significados. Se puede relacionar con singularidad, dualidad, separación, exclusión, desigualdad, multiplicidad y heterogeneidad, entre otros.
Para Brah (2011), la diferencia puede ser comprendida como una categoría más amplia que supera los límites epistémicos de la noción de identidad. El énfasis en la diferencia como multiplicidad y heterogeneidad permite pensar las experiencias individuales y colectivas de los sujetos, la subjetividad, la relación social de alteridad y la identidad de individuos y colectivos. La identidad es, por lo tanto, solamente una de las manifestaciones de la diferencia. De esta forma, una mirada desde la diferencia permite observar las disputas y tensiones en los límites del “yo-nosotros/as”, así como conflictos, desigualdades y diferencias en la alteridad. Nada se resume a un dualismo o binarismo entre “nosotros/as” y “ellos/as”. Mirar para el “interior-exterior” del juego de la vida social y de la subjetividad es abrir las ventanas de lo diverso, múltiple, incompleto y contradictorio. Toda identidad, sea del sujeto individual o de la nación, es un largo proceso de dominación, exclusión y silenciamiento de otras tantas posibilidades identitarias.
La identidad es un concepto en disputa en la producción académica, artística y en la vida social. Si en el campo teórico ella es imaginada cada vez más como algo circunstancial, relacional y mismo negada y substituida por otros conceptos vistos como más potentes, en la vida social la identidad puede ser una categoría esencial y de movilización política. Los individuos y colectivos se apropian de la identidad como algo esencial, tradicional y permanente, pero también como una política de identidad que reivindica reconocimiento y derechos históricamente negados a determinados grupos subalternos: negros, gitanos, indígenas, mujeres, entre otros. La identidad es una forma de reconocimiento político, moral y jurídico en el contexto de políticas multiculturales y plurinacionales. La identidad puede ser vista metafóricamente como un juego de espejos con posiciones, formatos, colores, rostros, valores, significados y miradas distintas, desencontradas y entrecruzadas, como aparece en el cartel artístico (Figura 1).
Figura 1
Fronteras e identidades
Fuente: montaje realizado por Diego Normandi con fotos públicas del sitio freepik.
Identidad y frontera
De una manera general, la idea de identidad presupone una noción de frontera. Se puede decir que la frontera simbólica entre el “yo” y el “tú” o entre “nosotros” y “ellos” está siempre operando en toda esa reflexión teórica. Pero también es posible pensar en las distintas fronteras entre los grupos sociales identificados como étnicos, nacionales, de género, entre otros. ¿Pero qué tiene que ver la frontera territorial con todo eso?
Las regiones de fronteras internacionales son lugares privilegiados de proliferación y yuxtaposición de distintas configuraciones de identidades. En una lógica nacionalista, es donde termina el espacio de convivencia de una identidad nacional y empieza otro. En esta perspectiva, la frontera es un lugar de contaminación de prácticas culturales del país vecino y donde el estado, desde sus instituciones culturales –como la escuela, la lengua nacional, etc.- debe garantizar la integridad de la identidad nacional en sus márgenes. En una línea de interpretación interaccionista, a su vez, la frontera internacional es, además, un espacio privilegiado de contactos y contrastes nacionales. Interacciones cotidianas, formas de clasificación de personas, cosas y animales adquieren contornos de identificaciones nacionales justamente debido a la cercanía entre territorios nacionales colindantes.
Las identidades y alteridades en las fronteras son producidas también por medios de autoimágenes positivas del “yo/nosotros” y de imágenes negativas de “los otros” (Elias y Scotson, 2000). Los fenómenos de estigmatización y contra estigmatización se configuran sobre todo en situaciones asimétricas de poder en las fronteras internacionales, así como en momentos de crisis económicas y tensiones políticas en estas zonas. En estos contextos, hay un fuerte cambio en la dinámica local y, cuando esto ocurre, los prejuicios sobre los vecinos pueden intensificarse. Un ejemplo de ello es el caso actual de los venezolanos y las venezolanas en la frontera con Brasil y con Colombia. La otredad, homogénea y estigmatizada, es frecuentemente aquella que se encuentra en la posición subalterna en la configuración de poder transfronteriza, como en el caso de peruanos y peruanas en la triple frontera entre Brasil, Colombia y Perú (Olivar et al., 2015).
Por otro lado, las zonas de fronteras entre países son ámbitos privilegiados para la imaginación, más allá de las identidades nacionales. Son lugares de contacto y de producción de nuevas realidades culturales e identitarias (Anzaldúa, 2007; Pratt, 2000). En estos espacios se forman identidades locales, regionales y étnicas, como las identidades de los rayanos en la frontera luso-española, la identidad del gaúcho/gaucho entre el estado de Rio Grande do Sul, en el sur del Brasil, el Uruguay y parte de la Argentina y las identidades indígenas en innumerables fronteras internacionales de América Latina. Asimismo, se puede hacer referencias a las identidades transfronterizas producidas en situaciones de desplazamientos en las regiones más amplias entre fronteras nacionales y los cambios e hibridismos culturales generados a partir de ellos, como el fenómeno de los brasiguayos en la frontera entre Brasil y Paraguay o el caso de los chicanos en la frontera entre México y los Estados Unidos.
Fronteras múltiples e identidades en movimiento
Las identidades en la frontera entre naciones son múltiples y están siempre en transformación, aunque parezcan cristalizadas y reducidas a los juegos de identidades y alteridades nacionales. Las identidades en las zonas de fronteras deben ser estudiadas como formas de articulación, contraste y yuxtaposición con sentidos variados que remiten simultáneamente a distintas escalas espaciales e imaginativas. En diversas zonas de fronteras internacionales en América Latina se encuentran en movimiento los frentes de expansión extractivos, los grupos indígenas que luchan por su supervivencia, los nuevos movimientos migratorios en busca de oportunidades económicas y las movilidades turísticas y de consumo en determinadas zonas francas en las ciudades fronterizas. Todo eso genera experiencias, narrativas, tensiones, encuentros y desencuentros con el otro (Martins, 1997). En estas singulares fronteras-mundo las identidades se multiplican en un amplio campo de disputa económica, política y simbólica.
Delante de esta diversidad de caminos analíticos, la relación entre identidad y frontera se podrá profundizar en los estudios comparativos de las identidades transfronterizas, pensar la aproximación de los trabajos relacionados a las identidades indígenas y migratorias con las identidades transfronterizas, así como una reflexión sobre los estigmas y formas de identificación derivadas de los negocios de frontera. Todas estas situaciones territoriales de frontera están actualmente en conexión cotidiana con la producción de nuevas identidades por medio de las redes sociales en internet. Esta multiplicidad de fronteras produce muchas identidades ubicadas en estos lugares y que se conectan a tantos otros espacios más allá de los territorios de frontera internacional.
Bibliografía
Anzaldúa, G. (2007). Borderlands/La frontera: The new Mestiza. San Francisco: Aunt Lute Books.
Benedict, R., Mead, M. e Sapir, E. (2015). Cultura e personalidade. Rio de Janeiro: Zahar.
Brah, A. (2011). Las cartografías de la diáspora. La identidad en cuentión. Madrid: Traficante de Sueños.
Barth, F. (2000 [1969]). Grupos étnicos e suas fronteiras. Em: Fredrik, B. comp. O guru, o iniciador e outras variações antropológicas. (p. 25-68) Rio de Janeiro: Contra Capa Livraria.
Cardoso de Oliveira, R. (1964). O índio e o mundo dos brancos: uma interpretação sociológica da situação dos Tukúna. São Paulo: Difusão Europeia do Livro.
Cardoso de Oliveira, R. (2006). Os caminhos da identidade: ensaios sobre etnicidade e multiculturalismo. São Paulo: UNESP.
Castells, M. (2008). O poder da identidade. São Paulo: Paz e Terra.
Cohen, A. (1974). Urban Ethnicity. London: Tavistock Publications.
Elias, N. e Scotson, J. (2000). Os estabelecidos e outsiders. Rio de Janeiro: Zahar.
Echavaría, L. A. (s/f). Cine Veinte fronteras e identidades. Recuperado el 16 de junio de 2019 de https://www.pueblamio.com/noticiasyeventos/cinema-veinte-fronteras-e-identidades-abril-y-mayo/
Grimson, A. (2008). Las culturas son más híbridas que las identificaciones. Diálogos Inter-antropológicos. Anuário Antropológico 33 (1), 223-267.
Hall, S. (2000). Quem precisa da identidade? In: SILVA, Tomaz Tadeu da. Identidade e diferença: a perspectiva dos estudos culturais. Petrópolis, RJ: Vozes.
Hall, S. (2003). Da diáspora. Belo Horizonte: UFMG.
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Olivar, J. M., Melo, F. y Rosa, P. (2015). Presenças e mobilidades transfronteiriças entre Brasil, Peru, Colômbia: o caso da “migração peruana na Amazônia brasileira”. Revista Tomo (26), 123-163.
Pratt, M. L. (1999). A crítica à zona de contato: nação e comunidade fora do foco. Revista Travessia (38), 7-29.