Sergio Braticevic
La noción formación social proviene de una reconocida contribución realizada por Marx en la Introducción general a la crítica de la economía política (1857). Afirmaba, que la ley económica fundamental de las formaciones económico-sociales está regida por la ley fundamental del modo de producción dominante, al interior del territorio analizado. Asimismo, la ley económica fundamental del modo de producción capitalista -la producción de plusvalor- es la finalidad directa y móvil determinante de la producción. Según este criterio, en cualquier forma de sociedad existe un modo de producción dominante que impone sus reglas sobre las restantes formas económicas pretéritas o arcaicas, modificando así sus particularidades y características.
Es aquí donde se puede reconocer la génesis de la reconceptualización de los modos de producción y su articulación: la formación económico-social. La tradición académica marxista francesa contiene el desarrollo más acabado de esta categoría, durante la década de 1970, a partir del texto Para leer El Capital, de Althusser y Balibar (1974). La aplicación de este marco conceptual ha sido criticada desde la antropología debido a su sesgo funcionalista y positivista, dado que las sociedades precapitalistas son analizadas como una totalidad social dentro de la formación económica actual o presente. Además, no identificaba las transformaciones sufridas a raíz del avance del frente agrario capitalista.
Pareciera, entonces, que se tratara de una mera coincidencia espacial y que la superposición de modos de producción con el tiempo iría dando lugar a la forma de organización dominante. Se pierden, así, las particularidades que no obedecen a las normas de acumulación típicamente capitalistas, como se analizará con los procesos de subsunción. Por su parte, estas interpretaciones, un tanto estáticas y generalizantes de la articulación de los modos de producción, responden a una visión evolucionista, propia del siglo XIX, y a su relectura estructuralista durante la década de 1970 (Trinchero, 2000).
Ahora bien, si se revisa esta perspectiva, se podría hablar de refuncionalización de relaciones de producción preexistentes orientadas a las reglas de la reproducción ampliada de capital, manteniendo formas domésticas de reproducción no necesariamente capitalistas. A partir de diversos estudios provenientes de la antropología económica, se lo comienza a denominar proceso de subsunción, como se explicará de manera detallada más abajo.
Este capítulo desarrollará centralmente la idea de formación social. Se estructura en dos secciones. En la primera, se realiza una breve presentación del concepto núcleo, enlazada con la categoría de acumulación originaria, para luego revisar su relación con los distintos tipos de fronteras (ya sean estatales y agropecuarias), en el marco del surgimiento del estado-nación moderno. En la segunda parte, se construye un puente entre esta noción y el concepto de subsunción, con el propósito de marcar las diferencias con el modelo teórico de articulación de modos de producción.
Formación social de fronteras
Sintéticamente, se puede afirmar que la categoría formación social de fronteras expresa particularidad y totalidad de esferas productivas diversas, dentro de un espacio sin límites precisos o estáticos, a partir de la siguiente idea: distintas relaciones de producción que se estructuran de acuerdo con su funcionalidad a las normas de reproducción sistémica, y no como distintos modos de producción articulados entre sí. Diferentes autores han trabajado esta noción, especialmente desde la antropología (Gordillo, 1992 y 1995; Trinchero, Piccinini y Gordillo, 1992; Trinchero, 2000 y 2007; Trinchero, Belli y Slavutsky, 2004).
Resultan fundamentales los aportes de Trinchero (2000), quien desarrolla un análisis histórico del Chaco central argentino proponiendo esta categoría analítica. Su objetivo es caracterizar territorios heterogéneos de alta complejidad social, en donde se despliegan particulares relaciones de producción capitalistas expresadas en la conjunción de situaciones de construcción de fronteras políticas, productivas y culturales. Es así como quedan reflejadas las dinámicas del capitalismo en la formación social de fronteras que representa el Chaco, a partir de una completa historización que abre camino a los estudios de las fronteras y los frentes agropecuarios en áreas marginales del estado-nación argentino.
En efecto, la categoría posee rasgos territoriales que no se rigen exclusivamente en función de la consolidación de las fronteras estatales, sino también gracias a la lógica de apropiación del espacio con cada extensión de las fronteras internas y agropecuarias. Así, el avance de las fronteras de los estados nacionales y las fronteras productivas se han combinado, reproduciendo formas espaciales particulares que se caracterizan por la generación de economías de enclave, apropiación diferencial de la tierra y procesos de subsunción de las economías domésticas a los requerimientos del capital.
La consolidación del estado-nación argentino y la expansión de la frontera agraria se superponen a finales del siglo XIX en distintas regiones, como la Patagonia y el Chaco. El territorio nacional queda delimitado desde la perspectiva del ejercicio de las relaciones de poder del aparato estatal y -de este modo- se sientan las bases para el nuevo usufructo del espacio, ahora libre de población indígena. En este sentido, podría hablarse de una acumulación originaria a escala regional. Siguiendo a Harvey (2003), cualquier espacio que pertenece a una formación social, y que se incorpora a la lógica de desarrollo capitalista, sufre transformaciones estructurales. Las mismas que Marx denominaba parte del proceso de acumulación originaria.
Asimismo, pueden citarse otros ejemplos para el caso latinoamericano, como el de Brasil. La necesidad constante de expansión de la frontera agraria, a partir del dispositivo de acumulación originaria permanente, articula la puesta en producción de nuevas tierras -mediante el trabajo campesino- con la matriz agroexportadora protegida por el estado federal. Su objetivo primordial era el ingreso de divisas a través de la exportación de café y azúcar. A su vez, el avance de la frontera agraria servía como válvula de escape ante la presión demográfica, homogeneizaba el territorio, además de ponerlo en valor, desterritorializaba el conflicto social en el área de costa más densamente poblada, y reforzaba el control espacial fronteras adentro por parte del estado brasilero. Así, durante el siglo XX se observó un gran crecimiento a lo largo y ancho de esta gran formación social de fronteras. Ese proceso fue analizado por Velho (1979) con la noción de estado autoritario, actor que articuló la mencionada expansión desde el sur y la costa hacia estados del Sertão, el Mato Grosso y luego la Amazonia.
Figura 1
Composición de fronteras en la formación social
Fuente: elaboración propia en base a Trinchero (2000).
Subsunción (dos ejemplos)
Si se trata del acaparamiento de tierras, Rosa de Luxemburgo -quien es retomada por Harvey (2003)-afirmaba que dicho proceso no ha cesado a lo largo del tiempo. Efectivamente, puede señalarse que ha representado una de las aristas principales del fenómeno analizado por este último autor: la acumulación por desposesión. Una conexión posible radica en la relación entre la apropiación compulsiva de tierras y las zonas de expansión de fronteras (tanto productivas como interestatales).
De manera análoga, la expropiación de las explotaciones campesinas se ha traducido en la expulsión sistemática de mano de obra hacia los centros urbanos. Explicitadas estas situaciones, puede aseverarse que -en algunos casos- el sector doméstico ha mantenido la propiedad de los medios de producción, cediendo el control de las condiciones de existencia, ya que el capital ha introducido un conjunto de criterios propios sobre la producción doméstica (a través de nuevos patrones de intercambio y fijación de precios de los productos campesinos). Este proceso ha sido denominado subsunción indirecta formal del campesinado a las normas capitalistas de producción en el agro (Gordillo, 1992).
Un ejemplo de esta dinámica lo proporcionan las ya mencionadas comunidades indígenas del Chaco central, desplazadas hacia las zonas de frontera interestatales entre Paraguay y Argentina, y los bajos de los ríos Pilcomayo y Bermejo, áreas con pocas precipitaciones y escasa fertilidad de la tierra. En este espacio, la economía indígena cazadora, recolectora y pesquera se mantuvo casi inalterada -gracias a las condiciones naturales y la escasa valorización del territorio- pero refuncionalizada de acuerdo con los dispositivos de la subsunción indirecta formal.
En las proximidades a esta región, se habían formado ingenios azucareros que explotaban grandes extensiones de tierra. Se localizaban sobre una zona más húmeda, en la transición del Chaco hacia la Selva de las Yungas. Los propietarios de estos ingenios recurrieron a la mano de obra indígena. Según Gordillo (1995), el fenómeno de los establecimientos productores de azúcar no implicó una desarticulación de la reproducción doméstica de los grupos nativos del Chaco. Por ende, la introducción forzosa al mercado de trabajo en los ingenios productores de azúcar de las provincias norteñas de Argentina (Salta y Jujuy), no se tradujo en la eliminación total de la economía cazadora-recolectora. Esa economía se apoyó en la demanda estacional de la mano de obra indígena, situación delimitada a las épocas de zafra (cosecha). De esta manera, incluso si se adiciona la presión sobre el espacio por parte de la población colona criolla, los indígenas pudieron mantener el control de espacios de monte y río, fenómeno que consintió en la reproducción de las actividades de pesca, caza y recolección, y con ello de todas sus relaciones sociales y económicas.
En otra región de la Argentina, más precisamente en el Alto Uruguay (provincia de Misiones), la expansión del frente maderero se caracterizó por incursionar en la selva paranaense a través de la extracción indiscriminada (Reboratti, 1990). Una vez diversificado el frente extractivo, logra consolidarse la frontera tabacalera. Actualmente, gran parte de los productores locales habitan tierras fiscales y plantan tabaco Burley para empresas multinacionales a través de las empresas acopiadoras locales, que controlan la totalidad del proceso productivo. Este tipo de integración vertical se desarrolla bajo la modalidad de agricultura bajo contrato (García, 2010). De acuerdo con Baranger (2007), la producción de tabaco en el Alto Uruguay corresponde con la mencionada característica. De manera formal, los productores son independientes, aunque trabajan para las compañías que les adelantan insumos (incluso capital líquido) bajo la promesa de entregar su producción en tiempo y forma. En consecuencia, no es más que una tercerización encubierta, con el propósito de externalizar el riesgo climático, y por ende económico, asociado a la producción primaria.
De este modo, se desarrolla una situación similar a la analizada más arriba para el caso de los indígenas chaqueños, pero con una particularidad. Los minifundistas tabacaleros conservan la propiedad de los medios de producción, pero las empresas controlan el proceso productivo en su totalidad, además de imponer los precios al final del ciclo anual. Los mecanismos de esta clase de subsunción indirecta se ven reflejados a partir del cambio tecnológico sobre el proceso laboral doméstico, junto con la introducción de formas intensivas de producción (Gordillo, 1992). Sin embargo, existe una diferencia sustantiva con respecto a lo descripto para el Chaco central. En este caso, la subsunción indirecta formal se establece por la no alteración del proceso de producción, la marcada estacionalidad del trabajo doméstico y su carácter plenamente extensivo. Para el Alto Uruguay, en cambio, la metamorfosis técnica y el control sobre el proceso de trabajo, la rigidez del ciclo anual de producción del tabaco y la utilización intensiva de los factores de producción determinan una subsunción indirecta de tipo real.
Bibliografía
Althusser, L. y Balibar, E. (1974). Para leer El Capital. México: Siglo XXI Editores, 2001.
Baranger, D. (coord.). (2007). Tabaco y agrotóxicos. Un estudio sobre productores de Misiones. Posadas: Editorial Universitaria de la Universidad Nacional de Misiones.
García, A. (2010). Más allá de lo aparente: contratos de producción tabacalera en Misiones (Argentina) y Rio Grande do Sul (Brasil). Realidad Económica 254 (40), p. 135-154. Buenos Aires: IADE.
Gordillo, G. (1992). Procesos de subsunción del trabajo al capital en el capitalismo periférico. En: Trinchero, H. (Comp.), Antropología Económica II. Conceptos fundamentales, p. 45-67. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
Gordillo, G. (1995). La subordinación y sus mediaciones: dinámica cazadora-recolectora, relaciones de producción, capital comercial y Estado entre los tobas del oeste de Formosa. En: Trinchero, H. (Comp.) Producción doméstica y capital: estudios desde la antropología económica, p. 105-137. Buenos Aires: Biblos.
Harvey, D. (2003). El nuevo imperialismo. Buenos Aires: Editorial Akal.
Marx, K. (1857). Introducción general a la crítica de la economía política. México: Siglo XXI, 2001.
Reboratti, C. (1990). Fronteras agrarias en América Latina. Cuadernos Críticos de Geografía Humana 87, Geo Crítica, Universidad de Barcelona.
Trinchero, H. (2000). Los dominios del demonio. Buenos Aires: Eudeba.
Trinchero, H. (2007). Aromas de lo exótico (retornos del objeto): para una crítica del objeto antropológico y sus modos de reproducción. Buenos Aires: Editorial SB.
Trinchero, H., Belli, E. y Slavutsky, R. (comp.). (2004). La cuenca del río Bermejo. Una formación social de fronteras. Buenos Aires: Reunir.
Trinchero, H., Piccinini, D. y Gordillo, G. (1992). Capitalismo y grupos indígenas en el Chaco Centro-Occidental (Salta y Formosa/2). Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.
Velho, O. (1979). Capitalismo Autoritário e Campesinato. Rio de Janeiro: DIFEL.