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Cooperar… ¿con quiénes y para qué?

Apuntes para pensar la cooperación internacional en el marco de la política científico-tecnológica
en la Argentina actual

María Paz López[1]

Palabras clave: cooperación internacional, política científico – tecnológica, cooperación norte – sur, cooperación Sur – Sur, Argentina

Introducción

El presente trabajo se centra en la relación entre la política científico-tecnológica y la cooperación internacional, organizándose en tres apartados. El primero de ellos adopta un carácter conceptual para dar a conocer la perspectiva que se tiene sobre la cooperación internacional y la política científico-tecnológica así como también para resaltar el papel de esta última en la orientación de la primera. La segunda sección delinea las principales tendencias históricas de la cooperación internacional en materia de ciencia y tecnología en nuestro país, señalando la preeminencia de la orientación “norte-sur”. El tercer apartado explora algunos cambios actuales en la orientación de la cooperación científico-tecnológica internacional de Argentina, destacando el papel de la región latinoamericana y la aparición de nuevos socios en el ámbito internacional. Finalmente, se exponen las conclusiones del trabajo.

Sobre la cooperación internacional y la política científico-tecnológica

En términos generales, se entiende que la cooperación se refiere a todo proceso donde se involucra el trabajo de varias personas en conjunto para alcanzar un fin común (Russell et al., 2007). Más precisamente, la cooperación científica y tecnológica se da entre diferentes actores que buscan producir e intercambiar conocimientos, ya sean investigadores, empresarios, gobiernos, etc. Entre las principales modalidades de cooperación en ciencia y tecnología se incluyen la formación y especialización de recursos humanos, la movilidad de profesores e investigadores, los proyectos conjuntos de investigación, la participación en redes de cooperación, el asesoramiento técnico y la consultoría.

Ahora bien, la cooperación científico-tecnológica implica diversas actividades, desde la intervención en alguna parte de la investigación hasta la participación activa en el conjunto de tareas principales de la investigación a lo largo de un proyecto (Katz y Martin, 1997). Además, la cooperación internacional en ciencia y tecnología no solo abarca una amplia gama de temas sino que se realiza en diferentes niveles, es decir, entre individuos, grupos, departamentos, instituciones y sectores, los cuales pueden ubicarse dentro de una misma nación o involucrar naciones diferentes (Velho, 2000).

Específicamente, la cooperación científico-tecnológica internacional se refiere al conjunto de colaboraciones llevadas adelante entre instituciones y agentes provenientes de distintos países. Esta resulta una dimensión intrínseca a la actividad científico-tecnológica ya que tanto la dinámica de formación de recursos humanos dedicados a la ciencia y la tecnología como la naturaleza de los procesos de investigación y difusión del conocimiento científico-tecnológico se encuentran atravesados por la cooperación internacional (RICYT, 2012). En términos generales, se entiende que la cooperación científico-tecnológica internacional, respetuosa de los intereses que cada país tiene para emprender la colaboración, permite complementar capacidades, acceder a recursos inexistentes en el contexto nacional y generar visibilidad y reputación para la producción de conocimientos y sus productores (Sebastián, 2007).

Por su parte, la política científico-tecnológica es entendida como el conjunto de medidas colectivas adoptadas por un gobierno en la materia (Albornoz, 2007). Como cualquier otra política pública, se refiere a un conjunto de acciones y omisiones que manifiestan una determinada modalidad de intervención del Estado en relación con una cuestión (Oszlak y O’Donnell, 1984). El entorno político es fundamental para la cooperación científico-tecnológica internacional, puesto que provee objetivos, políticas y condiciones que favorecen o dificultan los correspondientes procesos; además, ciertos instrumentos son diseñados específicamente para inducir, fomentar y orientar la cooperación internacional en el ámbito de la ciencia y la tecnología (RICYT, 2007), sobre la base de concepciones sustanciales acerca del papel de la dimensión internacional en el desarrollo de dicha actividad, así como del rol de la ciencia y la tecnología en una sociedad determinada.

Distintos trabajos han advertido que el nivel de inversión en investigación y desarrollo que realiza un país, el rol que le atribuyen las naciones al conocimiento como motor de desarrollo y las condiciones económicas, ideológicas y de estabilidad de los países resultan factores fundamentales para comprender las dimensiones internacionales de la actividad científico-tecnológica (Albornoz et al., 2002; García de Fanelli, 2009; Aiello, 2012). Aquí es preciso recuperar la herencia del Pensamiento Latinoamericano en Ciencia y Tecnología cuando advierte que el análisis de la ciencia y la tecnología desde una perspectiva social ha de tener en cuenta tanto las características del sistema productivo como las variables culturales y políticas, estudiadas en un contexto macro-histórico de gran amplitud (Herrera, 1995; Sábato, 2011).

Tendencias históricas de la cooperación científico-tecnológica internacional en Argentina

En el caso de Argentina, se reconoce la influencia de la dimensión internacional en el origen y desarrollo de la comunidad científica así como también en la conformación de una institucionalidad científico-tecnológica. En términos históricos, se considera que la cooperación científico-tecnológica internacional se ha caracterizado fundamentalmente por ser “de lejanía” (con países europeos o los Estados Unidos) más que “de cercanía” (con países de América Latina) (Didou Aupetit, 2007). Así, la dirección históricamente predominante en la cooperación científico-tecnológica internacional ha sido Norte-Sur, despertando debates acalorados en términos de sus beneficios y perjuicios para la ciencia nacional, al entender que las colaboraciones han sido asimétricas y diferentemente capitalizadas a uno u otro lado de la línea.

Sebastián (2007) advierte que a lo largo de los años se han consolidado formas de cooperación científica entre países desarrollados y países con menor grado de desarrollo de características “unidireccionales”. Es decir, las colaboraciones se han caracterizado porque los países desarrollados “ayudan” a los sistemas científicos y universitarios de los países en desarrollo a través de diversos mecanismos, generalmente sin una apropiada consideración de las necesidades reales del país receptor ni de los efectos sobre su desarrollo socioeconómico. El autor indica que si bien esta forma de cooperación ha contribuido a la constitución de muchos grupos científicos latinoamericanos de excelencia, no ha favorecido las interacciones con los sistemas productivos locales en lo que respecta a sus necesidades tecnológicas.

Los programas de cooperación científico-tecnológica internacional provenientes de Europa ocupan un importante lugar en la literatura, entre ellos, los Programa Marco de Investigación y Desarrollo de la Unión Europea. Estos programas de cooperación internacional buscan integrar recursos y capacidades dispersas geográficamente para desarrollar trabajos de excelencia científica y tecnológica en ciertos temas prioritarios de la Unión, contribuyendo al liderazgo europeo en estos. Para Kreimer (2006), estas modalidades de cooperación permiten a los países latinoamericanos acceder a importantes recursos económicos, utilizar equipamientos de última generación, insertarse en las discusiones y temáticas vigentes en el ámbito internacional y producir publicaciones en co-autoría internacional; sin embargo, la participación de los países latinoamericanos en estas mega-redes internacionales se caracteriza por su inserción “subordinada”.

Por otra parte, entre las dificultades para la colaboración internacional en los países latinoamericanos se destacan, hacia el año 2000, la falta de políticas y estrategias nacionales para elaborar proyectos cooperativos que tengan en cuenta las necesidades socio-económicas locales a partir de los cuales negociar los términos de la vinculación, la falta de políticas orientadas a la cooperación científica y tecnológica para el MERCOSUR, la falta de financiamiento y la carencia de información para aumentar las oportunidades de cooperación en ciencia y tecnología (Velho, 2000). Sebastián (2007) destaca, además, la ausencia de subordinación de los planteamientos de los organismos internacionales y agencias de cooperación a las políticas y condiciones locales, que ignoran la importancia de los contextos sociales, culturales y económicos y acentúan el carácter homogéneo de los esquemas e instrumentos de cooperación.

Desde fines del siglo XX, las investigaciones desarrolladas en torno de la cooperación científico-tecnológica internacional en América Latina han consolidado una visión crítica, consideran que esta no solo presenta consecuencias positivas sino también algunas poco deseables para la producción de conocimientos en la región. En este marco, se advierte que si bien la institución científica tiene un carácter internacional y universal, la comunidad científica se halla caracterizada por asimetrías en la disponibilidad de recursos, la capacidad de estipular las agendas de investigación y la posibilidad de transferir los conocimientos científicos y tecnológicos hacia los sectores económicos y sociales, lo cual atraviesa los procesos de cooperación internacional en ciencia y tecnología.

Hurtado (2012) advierte sobre la importancia de no caer en el extremo de considerar que toda colaboración Norte-Sur es negativa o tiende al establecimiento de vínculos de subordinación. Desde su perspectiva, la cooperación Norte-Sur debe enmarcarse dentro de una política nacional de desarrollo científico-tecnológico de largo plazo que integre la actividad científica al desarrollo social y económico. A partir de allí, se pueden establecer objetivos y criterios de diversa índole (políticos, estratégicos, económicos y académicos) para seleccionar las iniciativas de colaboración Norte-Sur más convenientes al desarrollo científico-tecnológico nacional.

Resulta interesante también introducir los aportes de Losego y Arvanitis (2008), quienes hablan de “países hegemónicos” y “no hegemónicos” en el sector científico-tecnológico, y señalan que mientras estos últimos carecen de instrumentos financieros capaces de actuar sobre las principales tendencias en la producción de conocimiento en el mundo, ellos conservan cierto margen de maniobra frente a los organismos internacionales de financiamiento para manejar sus agendas y actuar a escala internacional. Dicho margen les permite orientar sus actividades de investigación hacia temáticas pertinentes respecto de los problemas locales y privilegiar, asimismo, las cooperaciones que resulten más respetuosas de los intereses definidos localmente. Es decir, los países no hegemónicos tienen espacio para maniobrar en el ámbito nacional, actuando sobre su propia producción de conocimiento, y en el ámbito internacional, seleccionando los temas y socios con los cuales cooperar.

Nuevas tendencias de la cooperación científico-tecnológica internacional en Argentina

A principios del siglo XXI, los cambios acontecidos en el sistema económico mundial y en el orden doméstico de algunos Estados latinoamericanos produjeron una recuperación y re-significación de la cooperación internacional en ciencia y tecnología. En el nivel sistémico, se dieron procesos de relocalización del poder económico y político, destacándose la re-emergencia de China, la India y Rusia en el escenario global. A su vez, los Estados de América del Sur “vivieron procesos de cambio en el signo político y orientación de sus gobiernos, promoviendo la transición de una década neoliberal a una más cercana al neodesarrollismo y a la autonomía” (Lechini, 2014, p. 10).

Estos cambios trajeron consigo una revalorización de la cooperación Sur-Sur, lo cual atravesó la cooperación científico-tecnológica internacional. De acuerdo con Santander Campos (2011), el principal rasgo de la cooperación Sur-Sur es el establecimiento de lazos de colaboración entre países con un desarrollo similar, buscando promover mayores niveles de apropiación, horizontalidad y simetría entre los socios así como también ofrecer espacios de concertación de políticas y construcción de alianzas.

Los Estados de América del Sur ‒entre ellos, Argentina‒ tomaron la decisión política de recuperar sus sistemas científico-tecnológicos y promoverlos en los acuerdos regionales. Países como Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay han implementado el diseño de planes de ciencia, tecnología e innovación acompañado por la priorización de sectores estratégicos así como el rediseño institucional de los organismos responsables de la elaboración y ejecución de políticas en el sector, reforzando los mecanismos de coordinación de las diferentes instituciones estatales (Zurbriggen y Lago, 2010). Esto permitió avanzar en el fortalecimiento de las capacidades para cooperar con otros países así como para apropiarse de los resultados de la cooperación.

En Argentina, el Estado ha ampliado los temas de agenda y las fuentes de financiamiento de la cooperación científico-tecnológica internacional con las países latinoamericanos (Larrea y Astur, 2011), vinculándose por convenios de cooperación bilaterales que incluyen mecanismos de cooperación horizontal en materia de ciencia y tecnología. Paralelamente a este proceso, se llevan a cabo experiencias multilaterales de cooperación a escala regional con diferentes logros y resultados.

En este marco, se destaca principalmente el papel del MERCOSUR, el cual ha atravesado cambios políticos e ideológicos en los últimos años así como un incremento en el número de integrantes. El proceso de integración comenzó durante la década de 1990 en un contexto de hegemonía liberal y un énfasis en las políticas comerciales, aunque actualmente se exploran vías de cooperación diferentes, que buscan apuntalar la presencia del Estado en la promoción del desarrollo, priorizando áreas como la educación, la integración productiva, las políticas medioambientales, la ciencia y la tecnología (Botto, 2011).

Argentina y Brasil constituyen históricos centros dinámicos de la producción científica y tecnológica, resultando los ejes fundamentales de la cooperación intra-regional, principalmente en las áreas en que ambos poseen niveles semejantes de capacitación científica y tecnológica: la espacial y nuclear, industrial, agropecuaria y biotecnológica (Velho, 2000). Entre los avances realizados en materia de ciencia, tecnología e innovación en el marco del MERCOSUR, se destaca la Reunión Especializada en Ciencia y Tecnología (RECYT) en el marco de la cual se han desarrollado proyectos orientados al sector de las biotecnologías, para la promoción de un desarrollo común y coordinado de las capacidades económicas de la región (Aintablan y Macadar, 2009).

En el ámbito de UNASUR también se propuso el intercambio de conocimientos, ideas y planes sobre ciencia, tecnología e innovación, apuntando a la industrialización de los recursos naturales (UNASUR, 2014). Este organismo cuenta con el Consejo Suramericano de Ciencia, Tecnología e Innovación (COSUCTI), cuyos objetivos son promover y fortalecer la cooperación e integración científica, tecnológica y de innovación así como fomentar la movilidad para la ejecución de proyectos y promover el desarrollo, acceso, transferencia y uso de tecnologías sociales en beneficio de los sectores más necesitados.

Por otra parte, han surgido otros socios diferentes a los europeos y estadounidenses, como es el caso de China. Esto se relaciona con dos cuestiones fundamentales: una de tipo político, referido a la necesidad de construir alianzas para la defensa de un orden político y económico internacional más justo, donde predomine la paz y el desarrollo conjunto; y otra de tipo económico, referido al requisito de recursos naturales y productos primarios provenientes de los países de América Latina para el desarrollo de las manufacturas chinas. La primera cuestión vale también para comprender el interés que los países de la región latinoamericana demuestran por China, en tanto espacio de actuación conjunta en el ámbito internacional, mientras que en el aspecto económico se resalta la necesidad de países como Argentina, Brasil y Venezuela de acceder al enorme mercado chino para exportar su producción primaria constituida por alimentos y petróleo, solo por mencionar algunos productos (Shicheng, 2006).

En el caso de Argentina, el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva firmó el 1 de septiembre de 2008 el Protocolo para la Creación de un Centro Binacional Argentino-Chino en el Área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos, en el marco de una misión oficial a China, donde se visitaron las principales instituciones científicas y educativas. El Centro Argentino-Chino en Ciencia y Tecnología de los Alimentos busca intensificar la cooperación bilateral entre Argentina y China en el campo de la ciencia y tecnología de alimentos, con especial énfasis en el desarrollo de agroalimentos, biotecnología, nanotecnología, industria con alto nivel educativo, producción sostenible y energía (MINCYT, 2012).

La cooperación científico-tecnológica Sur-Sur consiste en la realización de actividades conjuntas de investigación para promover avances científico-tecnológicos que contribuyan al desarrollo integral de los países involucrados; está orientada por el Estado cooperante, pero también por las demandas de otros Estados según sus necesidades; y se asienta sobre la base de la solidaridad Sur-Sur y la búsqueda de mayor autonomía (Lechini, 2014). Ahora bien, dicha cooperación constituye una construcción política conjunta y particular de cada Estado. Conjunta, en el sentido de que cada nación se compromete a respetar las diferencias geográficas, demográficas, económicas, sociales y científico-tecnológicas de los otros países, orientándose por el principio de solidaridad, incluso en los liderazgos regionales y extra-regionales. Particular, en el sentido de que cada Estado debe trabajar en el reforzamiento de la capacidad de vincularse soberanamente con el exterior así como también impulsar modelos económicos, políticos y sociales que requieran del desarrollo científico-tecnológico propio, a partir de lo cual definir las áreas prioritarias de cooperación internacional.

Reflexiones finales

El presente trabajo se propuso pensar la relación entre política científica y cooperación internacional, revisando para eso las tendencias históricas y actuales de la cooperación científico-tecnológica internacional en Argentina e intentando vislumbrar el papel de la política científica en su orientación. Respecto de las tendencias históricas y actuales, se retomaron aportes para caracterizar la cooperación internacional Norte-Sur y Sur-Sur, vislumbrando una revalorización de esta última en el contexto actual. Con base en los aportes recuperados a lo largo del trabajo, puede plantearse que la generación de políticas nacionales de largo plazo que integren la actividad científico-tecnológica al desarrollo nacional y orienten la producción de conocimientos a problemáticas locales resulta importante para establecer criterios y objetivos para la selección de iniciativas de cooperación internacional respetuosas de los intereses del país.

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  1. Investigadora del CEIPIL-UNCPBA-CIC y becaria doctoral del CONICET (Argentina). Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad por la UNQ (Argentina). Contacto: mpaz_lo@yahoo.com.ar.


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