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Introducción

Estado, ciencia y tecnología. Orientación social de la política científica en América Latina y el Caribe

Sergio Emiliozzi y Martín Unzué

La definición de políticas de ciencia, tecnología e innovación en América Latina y el Caribe es una actividad compleja y que, según se constata, ha seguido caminos sinuosos a lo largo de la historia. La profusa actividad intelectual que se registra en el continente respecto del tema no ha sido suficiente para lograr instalar de modo estable y en el largo plazo la idea de que la ciencia y la tecnología contribuyen de modo decisivo al desarrollo económico y social de su población. Las razones de esta falencia en nuestra región pueden ser múltiples y las indagaciones al respecto continúan arrojando nuevos elementos explicativos.

Una política pública manifiesta una determinada modalidad de intervención del Estado en relación con la orientación que se pretenda deba tener el proceso de desarrollo. La incorporación de investigación y conocimiento a los procesos de desarrollo en la región son apreciados como necesarios para reconvertir economías caracterizadas por el predominio del sector primario. Sin embargo, eso en sí mismo no es suficiente para resolver los graves problemas de desigualdad que enfrentan nuestras sociedades. Las reflexiones y la construcción de una política pública deben colocar en agenda la dimensión social de las políticas en ciencia, tecnología e innovación. Eso requiere acciones capaces de sostenerse temporalmente, para lo cual es necesaria la movilización del interés de numerosos actores de la sociedad civil.

La mesa “Estado, ciencia y tecnología. Orientación social de la política científica en América Latina y el Caribe” ha reunido diversos aportes de investigadores preocupados por el estudio, tanto en términos históricos como desde el presente, de las diversas formas de interacción entre el Estado, a través de sus políticas públicas, y el desarrollo científico y tecnológico.

Un conjunto de presentaciones en esta mesa se han dirigido a abordar diferentes aspectos de la política pública en ciencia, tecnología e innovación. Dentro de este conjunto, un grupo de ellos han analizado la dimensión de los “instrumentos” de política. Así, el primero de los trabajos que componen este capítulo y cuya autoría corresponde a Sánchez y Osorio, analiza la disponibilidad de instrumentos de política científico-tecnológica en un grupo de países seleccionados de la región: Argentina, Brasil, México y Chile. Tal análisis se realiza examinando los alcances de una plataforma de información de tipo regional que pretende ser una herramienta necesaria para quienes toman decisiones en materia de política pública en CTI.

Por su parte, Loray realiza un abordaje crítico de los lineamientos de la política científico-tecnológica desarrollados en el Plan Argentina 2020, con el objetivo de poner en relación los marcos conceptuales utilizados allí, con las estrategias de intervención y los instrumentos de política que se derivan. La autora pretende, de esa manera, echar luz sobre las rupturas y continuidades en la política CTI de Argentina. Sarthou, a su vez, aborda uno de los instrumentos centrales de la política CTI de Argentina: el FONCYT. La reintroducción conceptual en el análisis de ese instrumento es fundamental para poder comprender las maneras en que se incentiva la creación de nuevos conocimientos a nivel local.

El protagonismo que adquieren los recursos humanos calificados para un sistema de ciencia, tecnología e innovación es tematizado en dos trabajos. Emiliozzi y Unzué analizan las políticas de formación e inserción profesional de doctores en Argentina desde el año 2003 a la actualidad. Allí se examina el protagonismo que han tenido dos instituciones centrales de la política CTI local: el CONICET y la ANPCYT, en especial, para poder fomentar y gestionar el salto en la cantidad de doctores que produce el sistema y que ha generado, a su vez, no pocos conflictos. Sauro, en su presentación, se refiere a una problemática gravitante de las últimas cinco décadas: el exilio de recursos humanos calificados. En su trabajo, pretende revisar modelos de ciencia y modelos de país que tuvieron lugar entre 1960 y el presente, lo que la autora denomina un modelo de ciencia para el desarrollo en un país dependiente versus otro modelo de ciencia para la innovación en un mundo globalizado, “políticas de expulsión” frente a “políticas de repatriación”.

La dimensión internacional de las políticas en CTI es trabajada por López, que en su presentación analiza los cambios actuales que se han producido en Argentina en la orientación de la cooperación científico-tecnológica internacional, planteándose la perspectiva de la emergencia de nuevos socios en el ámbito internacional, así como el nuevo papel de la región latinoamericana.

Otro conjunto de presentaciones que se expusieron en las jornadas y que aquí se incluyen han buscado dar cuenta de un aspecto particular del vínculo entre Estado y desarrollo científico-tecnológico, atendiendo a los modos en que se está transformando la investigación científica en las universidades argentinas en los últimos años.

Como sucede en varios países de la región, una porción relevante del sistema científico nacional argentino se desenvuelve en las universidades, y particularmente en las estatales. Sin embargo, una tradición de fuerte autonomía académica, consolidada desde el proceso de retorno a la democracia de la década de 1980, se ha presentado como un límite a la implementación de políticas públicas diseñadas desde los diversos niveles estatales y ejecutadas por unidades del sistema universitario.

La creciente preocupación por dar cuenta de los mecanismos que se van gestando en esa interacción entre las políticas públicas de CyT, multiplicadas y amplificadas con la creación de un ministerio específico para el área en el año 2007 (Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva), y las universidades, queda claramente reflejada en los trabajos de Oregioni, Senejko y Versino, Rovelli, Ettlin, Spina, Michelini, Acosta, Santorsola y de Beyreuther y Matuz.

Si las políticas de CyT han encontrado tradicionalmente sus formas de realización por medio de los diversos organismos científicos, sea el CONICET, pero también la CNEA (analizada en el trabajo de Rodríguez), entre otros, la pregunta por los modos de traducción de la política científica en las universidades es sin dudas más reciente.

Oregioni retoma la discusión sobre el concepto de internacionalización universitaria, teniendo en cuenta que no es neutral al contexto en el que se inscribe. Consecuentemente, se propone comprender la internacionalización universitaria desde una perspectiva endógena e integral. En este sentido se realiza un abordaje crítico del concepto de internacionalización hegemónico, y se proponen nuevas líneas de reflexión desde una perspectiva contrahegemónica.

Rovelli por su parte analiza ‒en términos sistémicos‒ el modo en que se extiende el uso de la idea de las áreas prioritarias como forma de orientación de la investigación en las universidades nacionales. Su trabajo muestra cómo determinados elementos, como la trayectoria de las universidades, su complejidad interna y su tamaño, resultan relevantes para explicar las distintas respuestas que dan a esos incentivos. En un sistema universitario cada vez más heterogéneo, esas dimensiones deberían poder explicar distintos grados de respuesta a las políticas impulsadas por el Estado.

Ettlin, Spina, Michelini, Acosta, Santorsola presentan un trabajo en el que se propone desplegar la mirada sobre la universidad desde dos dimensiones: la internacionalización, que establece formas de cooperación donde la universidad se convierte en un agente más que promueve la política exterior, y la comunicación pública de la ciencia, vista como vehículo en la relación social que se establece entre la producción de conocimiento y la comunidad inmediata. De esa manera, para los autores ambas constituyen dimensiones para integrar en el debate en torno al curso que debe asumir la política de ciencia, tecnología e innovación.

El trabajo de Senejko y Versino muestra los esfuerzos que realiza, con poco éxito, la Universidad de Buenos Aires para orientar la investigación de sus profesores a lo largo de las últimas dos décadas, aportando datos surgidos del análisis de las múltiples convocatorias que ha realizado esa universidad y el grado de respuesta que han tenido.

Finalmente, el trabajo de Beyreuther y Matuz se propone analizar puntualmente el rol de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de la Universidad de Buenos Aires (UBA) desde el retorno a la democracia hasta nuestros días. En especial, se busca comprender la naturaleza de los cambios de la política científica de esa institución en relación con los diferentes contextos por los que ha atravesado el país.

Esas presentaciones han sido expuestas y debatidas, en las jornadas PreAlas 2015 “Desafíos y dilemas de la universidad y la ciencia en América Latina y el Caribe en el siglo XXI” que da origen a este libro. Lamentablemente, los debates que sucedieron a las presentaciones no pueden transcribirse ni resumirse en estas páginas, aunque han expresado el interés de un público amplio convocado por la temática, que interpela a su vez posiciones y miradas diversas. Esperamos que los trabajos que se presentan a continuación, continúen motivando el debate entre sus lectores.



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