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Éticas, lenguajes e información

Bibiana Apolonia del Brutto[1]

Palabras clave: ética, lenguaje, información

 

El avance tecnológico y la globalización ponen en cuestionamiento concepciones sobre cambios, valores y el entrecruzamiento de los entramados políticos, económicos y sociales que afectan las formas y estructuras de bienestar y desarrollo de la ciudadanía en el mundo. Estos procesos generan incertidumbres, desajustes, conflictos y resemantizaciones sobre todos los procesos a nivel global por las crisis económicas y financieras, y en lo local se observan paralelamente cada vez más incertidumbres tanto con respecto a las concepciones éticas de las demandas de los ciudadanos como en las formas de encarar la vida de las personas. Las transformaciones y problemáticas del actual siglo producen dislocaciones en la cultura global que no están incluidas en los pensamientos duales o dicotómicos, los caracterizados como periferias y centros; sin embargo, en los territorios continúa la antigua dicotomización de estas situaciones y por ello el escenario tecnológico se presenta dislocado en lo social, lo étnico, lo financiero, no solo por la velocidad de sus operaciones sino por la ausencia de límites de intromisión y por las complejas relaciones entre flujos de dinero, personas y multinacionales que intervienen.

El progreso científico y tecnológico es quizás la fuerza que más está moldeando nuestra época en la ciencia, la industria y en la vida de las personas, pero al mismo tiempo asistimos al desenlace de que la ciencia no puede resolver los conflictos morales de la época. Decíamos con respecto a la ética y la tecnología que los estudios alrededor de esta suelen centrarse en la inclusión o no dentro de los territorios de la misma forma que en los procesos de almacenamiento, recuperación y difusión de información. Pero reciben un tratamiento menor las opciones de comunidades, de generación de conocimiento, los procesos culturales de jóvenes y las relaciones que operan con las libertades (Rodríguez y Pérez Álvarez, 2014). Desarrollaremos en dos temáticas algunas aproximaciones que nos parecen relevantes para comprender los escenarios de tensión entre las incertidumbres y las ambivalencias de las crisis por las que atraviesan las diferentes concepciones del progreso, la ciencia y las aplicaciones derivadas por la complejidad de los entramados institucionales en convergencias tecnológicas.

La sociedad de la información, la sociedad del conocimiento adoptó el mito del progreso

La idea de progreso implica siempre una mejora, un avance, un adelanto, una acumulación de cosas que a su vez se presentan en lo material como adelantos cuantitativos; sin embargo, el progreso material no siempre es acompañado por una evolución y perfeccionamiento moral en las sociedades. Todas las ideas de progreso se asociaron desde sus reconocimientos a las de libertad, igualdad y crecimiento económico; estas identificaciones han derivado en interpretaciones que vinculan el desarrollo económico, los avances tecnológicos y la modernización como símbolos del progreso social. El determinismo tecnológico no es nuevo, hoy día los énfasis puestos en las innovaciones tecnológicas se suceden inexorablemente; sin embargo, a fines del siglo XX y comienzos del XXI la idea de progreso se ha debilitado por los usos bélicos y las tecnologías aplicadas a los recursos naturales a favor del denominado extractivismo.[2] Las apuestas actuales son por mayores usos de las tecnologías en todas las áreas de la vida social que aportan cambios de todo tipo, cuanto más revolucionaria es una tecnología mayores son las innovaciones y mayores también los cambios. Mientras que antes la técnica ayudaba a transformar una realidad que ya se conocía por otros medios, en la actualidad el acceso a la información forma parte de la creación de realidades. Existen distancias entre lo que se consideraba técnica en siglos anteriores y las promociones por sus usos. Las concepciones de progreso que tuvieron en Argentina tanto D. F. Sarmiento como J. B. Alberdi en el siglo XIX respondieron a necesidades de transformaciones de condiciones económicas, políticas y sociales; mientras que para el primero el progreso estaba unido a la concepción de democracia, libertad de prensa y en función de la lengua, para Alberdi al progreso se llegaba mediante una construcción de ideas plasmadas en un cuerpo orgánico institucional que generaría hábitos civilizados y en la construcción de un poder basado en el ethos de hábitos por el trabajo.

En la segunda mitad del siglo XX la construcción del poder se encaminó al fortalecimiento del Estado y a la institucionalización de este mediante las universidades, la conformación de élites intelectuales y los medios de comunicación para regular la vida social. Para el proyecto desarrollista argentino que correspondió a fines de los años 50 del siglo XX con Frondizi y Frigerio, el desarrollo de la técnica era fundamental para instalar un nuevo escenario económico que estaba diagnosticado en su caracterización con baja acumulación de capital por el deterioro de los términos de intercambio, la desocupación crónica, bajos salarios, inflación, etc. De allí el énfasis en la productividad y la automatización de los procesos industriales, como hacían los países desarrollados, o la necesidad de exportar productos con alto valor agregado. El estigma fue “el progreso industrial y técnico como condición fundamental del desarrollo nacional”. El “progreso” ya no debía ser monopolio de algunas naciones sino de todas; convirtiéndose en patrimonio del género humano, implicaba mejor alimentación, mejor indumentaria de vestimenta, cultura superior y técnica avanzada.

Años más tarde el crecimiento económico y el determinismo tecnológico que se produjo alrededor de las telecomunicaciones dieron por sentado que se producía una transformación social, lo que es verdaderamente cierto, pero toda tecnología y todo crecimiento están influenciados por los contextos sociales. La evolución tecnológica depende de intereses sectoriales, empresariales, políticas gubernamentales, accesos de usuarios/as, perfiles culturales, etc. Hay evidencias y reconocimientos unánimes sobre el peso material de la revolución informacional, la de Internet, las telecomunicaciones, la ingeniería genética, los medios de comunicación, la microinformática, pero este crecimiento exponencial “de progreso” necesita estar acompañado del humanismo tecnológico, del progreso paralelo y cualitativo en el ámbito de los valores de las personas y dejar de lado el marketing del culto al progreso indefinido. Hoy las concepciones que refuerzan el tiempo lineal y el progreso indefinido sin más están dirigidas a las víctimas del diluvio informacional y/o a la sociedad de consumidores. El capitalismo global con los destinos de la tecnología orientada hacia la creación del valor económico y transformándose en disputa de los mercados y de la acumulación capitalista global derivó en que la investigación tecnológica se desvinculó de las consideraciones éticas, sociales y de las políticas públicas. Es así que la mayor parte de los científicos de los laboratorios de investigación internacionales se dedican al desarrollo de las tecnologías para las grandes corporaciones internacionales, de manera que si ellas responden a las demandas del mercado, tienen la obligación de elegir la tasa de retorno de la inversión de sus accionistas para definir sus objetivos. Al mismo tiempo, aumenta el desempleo debido a la automatización, y esta carga se pasa a la sociedad. El progreso en estos casos empeora la renta y precariza el trabajo (Dupas, 2005).

El progreso en sí mismo no es una fuerza sino un proceso social evolutivo resultante de numerosas fuerzas, algunas naturales y otras manipuladas por la especie humana. Esta intervención no ha sido siempre feliz, por el contrario, hoy se nos revelan los cambios climáticos como problemas ambientales y las desigualdades estructurales entre continentes, países y dentro de un mismo territorio. El progreso depende siempre de las actividades humanas, no es el progreso el sujeto de la historia. Son los actores de la globalización incontrolada tanto públicos como privados quienes sustituyeron los principios de justicia, libertad, igualdad y solidaridad por las leyes del mercado. Los cambios de los proyectos modernizadores con duración y futuros pasaron a ser líquidos y volátiles. Entre los vaivenes y la incertidumbre que acompaña el paso de la enfatizada posmodernidad la ciencia aparece como la única destinada a solucionar los problemas pendientes del planeta. Las investigaciones científicas son acompañadas por subsidios de empresas y/o transnacionales y en muchos casos las ideas quedan relegadas. El progreso material puede beneficiar especialmente cuando se relaciona con la salud de las poblaciones, y/o el acceso a los servicios básicos, pero ello en sí mismo no implica un progreso moral y social. La misma reflexión se da para los derechos democráticos, por la libertad de la palabra, por la existencia de la paz, por la disminución de las violencias, por el de la pobreza, por el igual trato e igual remuneración entre varones y mujeres, por una participación ampliada y no manipulada, etc. Los resultados son que el mundo y la vida social se toman fragmentariamente esperando que cada fragmento sea diferente al anterior y requiera un conocimiento y destrezas distintos. Tanto la visiones de la realidad como las prácticas sociales de la cultura del ahora o cultura rápida hacen a un cambio de la noción de tiempo, que dejó de ser percibido como cíclico y lineal para convertirse en fragmentado, en multitud de partes independientes, y cada parte reducida a un punto que se aproxima a la idealización geométrica de lo no dimensional. El ahora tiende a ser una vida precipitada que tiende no a adquirir y reunir sino a descartar y sustituir, las tecnologías tienden primero a emerger y posteriormente a buscar sus aplicaciones, de allí que el tiempo y el progreso sean víctimas de este uso descartable (Bauman y Donskis, 2015). Las versiones más optimistas de los resultados que ofrecen los usos de las tecnologías tienden a resaltar los cambios basados en el libre acceso, las ideas de trabajo sustentadas en cooperativas, los trabajos automatizados que liberen tiempo y las tendencias que no se basen exclusivamente en la acumulación de la propiedad privada.

La instalación del lenguaje de la revolución de la información

La traslación del lenguaje sobre el desarrollo económico, social y político que en América Latina y Central fue incorporado por organismos multilaterales como la CEPAL tomó un nuevo curso dentro de la globalización, el lenguaje de “la revolución de la información”. Lenguaje que coincidió con el cambio de las estrategias militares y especialmente con los cambios en los lenguajes del gerenciamiento en las empresas. La noción de “era tecnotrónica” fue el concepto instaurado por Zbigniew Brzezinski en los años setenta para describir una diferente diplomacia, la de las “redes”. Paralelamente se instauró la noción de que “el saber” es “poder” demostrando la nueva democracia ejercida por los Estados Unidos mediante la revolución informática. Este fue el momento en que cambió el concepto de modernidad en tiempo y en espacio, el de sociedad industrial por otra posindustrial y en que los procesos políticos pasaron a convertirse en globales, al mismo tiempo en que una sociedad se erigía como guiadora del resto del mundo en el plano cultural, psicológico, social y económico por la influencia de la tecnología. Para la nueva concepción el eje del manejo del poder se manifestaba en la producción, distribución y comercialización del software mediante “el mercado”, que se transforma en la información denominada “libre”. Esta información no era nada más ni nada menos que el marketing, la propaganda a través de los medios de comunicación y audiovisuales, en ese momento engrandecida mediante la comercialización electrónica. La Web se convertía de esta forma en la ampliación de la comunidad global, de la intención de una democracia global con la instauración de los deseos de la nueva modernidad y la clave para un nuevo orden internacional.[3] La necesidad de la inclusión digital que implicaba la transnacionalización de la informática en el mundo sería en más el llevar las TIC a los pobres, a la vez que instrumentar medidas para que ellos accedan a trabajos y mejores condiciones de vida. Fue a partir de este presupuesto conceptual que se instauraron en el mundo programas de fortalecimiento tanto de estudio de las TIC como de estrategias de desarrollo empresariales para saltar la brecha digital. Traducida en América Latina por los organismos como la CEPAL y la UNESCO como la forma de la transformación productiva con equidad. La “casa del Ser”, como denominaba Heidegger, se transformó en información, que es intercambio de noticias. Cuando se in-forma se comunica noticias pero también se dirige y dispone.

El concepto de sociedad del conocimiento no es el único utilizado para describir los cambios sociales en los actuales momentos, sociedad de la información y sociedad red se intercambian a veces. “Sociedad de la información” suele utilizarse cuando se tratan aspectos tecnológicos y sus efectos sobre el crecimiento económico y el empleo. Desde esta perspectiva se tratan la producción, reproducción y la distribución de la información como principios constitutivos de las sociedades. Sin embargo, el concepto ya en el siglo XXI fue reemplazado por el de sociedad del conocimiento. Este cambio significa la aceptación del conocimiento como trayecto rector de las sociedades en las que se resalta el mercado laboral, la educación y la estructura económica de las sociedades. Fue así como la expansión de la cultura y el lugar del crecimiento se instaló en las universidades, en la acción de los científicos y los centros de investigación. A fines del siglo XX y comienzos del XXI el conocimiento es considerado una de las principales variables del crecimiento junto al capital y al trabajo, de modo que toman relevancia los productos intensivos en el conocimiento y los servicios basados en él. En este sentido es que emergen las inversiones en los procesos educativos y formativos tanto en la formación inicial de niños y niñas como a lo largo de toda la vida, así como lo que se denomina “trabajo del conocimiento”. En el ámbito económico los sectores de producción de bienes pierden importancia al lado de los de servicios, crecen los mercados globalizados de las finanzas, de los mercados de capitales y la estructura ocupacional cambia radicalmente con el crecimiento de categorías de profesionales altamente calificados y la desaparición de los menos calificados. En lo político se da importancia al marketing político, a los escenarios de presentación, a las imágenes que tiendan a la aprobación de los cuerpos, y los políticos se hacen rodear por asesores y expertos. Lo político tiende a ser subsumido por lo económico y las decisiones políticas derivadas de la globalización; hay una admiración por las políticas científicas y las de educación privatizadas y/o apoyadas por empresas en las que prima lo económico con tendencia a la formación de tecnocracias políticas. La estructura ocupacional da cada vez más importancia a la educación, a la obtención de credenciales educativas, a las especializaciones en el nivel superior con multiplicación de posgrados, y posdoctorados. Este es el punto en que la sociedad del conocimiento incrementa en sus objetivos la tendencia a un progreso indefinido con el seguimiento de la obtención de credenciales educativas y el uso de las tecnologías de información y comunicación. En el campo de las universidades se instaló el capitalismo académico, que se extiende mediante los gobiernos burocráticos y la destrucción de la autonomía y las libertades académicas. Estas se pierden porque hay una clase política simbióticamente unida a la burocracia académica que pone como objetivo de la educación a las “evaluaciones” mediante el control social tecnológico que exige a profesores e investigadores el sometimiento a informes estandarizados de sus actividades, informes que son la base de distribución del gasto de la financiación pública. Por todos lados se instaló “el profesor empresario” o los nuevos cultores del modelo de la cultura empresarial en la universidad; las universidades sometidas a la desregulación son el denominador común con la también aprovechada cultura del ahora o cultura rápida, ligadas al descarte y/o la sustitución por el diluvio de la información en redes. Paralelamente en las universidades se da una extinción de la meritocracia reemplazada por la competencia del libre mercado y la tendencia a incrementar la desigualdad social.

Al cambio en lo educativo y la transformación del ser educado por el conectado le corresponden los cambios en los trabajos que en las visiones utópicas se dan por la automatización productiva conducente a mayor tiempo libre o al ocio, también rodeado por accesos tecnológicos. Sin embargo resurgen las polarizaciones con la automatización de las actividades laborales, el derrame de la automatización lleva al destajo como forma de trabajo, a la terciarización, a los tipos de trabajo esclavo en toda América Latina, Central y América del Norte, y a la industria de las maquilas, que consiste en la confección o ensamblaje de productos con piezas elaboradas e importadas consustancial a la globalización económica como proyección y apertura de mercados para el comercio bilateral.

La sociedad global actual, sociedad del control, que tiende a la impersonalidad, al despojo de la memoria, a la propagación de plantear cuestionamientos críticos sobre sí mismos y del mundo circundante es una sociedad rodeada de técnica y de micrófonos fijados como confesionarios y megáfonos en las plazas públicas, donde el quedarse fuera implica “no estar”, “no ser” o a la disolución de la personalidad individual en la multitud. Una sociedad espiada por drones autopropulsados que pueden ser reemplazados rápidamente por la llegada de los nanodrones, que son instrumentos del progreso y de los trabajos por el conocimiento (Bauman y Donskis, 2015). En estos marcos en que la privacidad, la intimidad, el anonimato quedan fuera de las premisas de la sociedad vigente, los lenguajes cambian en función de Internet, de Facebook, los blogs y el Twitter, y se siguen los estándares impuestos por las celebridades públicas. En el terreno de los aprendizajes las generaciones que nacieron con Internet y que practican la comunicación digital se dirigen para informarse y aprender a la Wikipedia, a los amigos de Facebook, al Twitter, al iPhone, no dan nada por sentado, son generaciones inquisitivas pero no a las autoridades públicas, a los padres, a profesores, porque ya no esperan respuestas relevantes, ni acreditadas, ni fiables. A los cambios en las lenguas por los usos tecnológicos les corresponden los cambios en la escritura, las formas de presentación y los intercambios sociales y usos de los lenguajes tecnológicos en las actividades laborales, que dan como resultado transformaciones en la vida cotidiana y de las fórmulas de comportamiento así como las reglas de uso de estas.

Bibliografía

Bauman, Z. y Donskis, L. (2015). Ceguera moral. La pérdida de sensibilidad en la modernidad líquida (1ª. ed.). Buenos Aires: Paidós.

Dupas, D. (2005). “Tensiones democráticas y sociedad global de la información”. Revista Nueva Sociedad Separatas, Nº 196, marzo- abril, pp. 62-76.

Gudynas, E. (2014). Extractivismos: ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo y la naturaleza. Recuperado de http://goo.gl/PhzKiH.

Rodríguez, L. y Pérez Álvarez, M. (2014). “Ética multicultural y sociedad en red”. En Del Brutto, B. A. Redes sociales, culturas libres y controles. México: Fundación Telefónica. Recuperado de http://goo.gl/99xTJQ.


  1. Investigadora docente. Facultad de Ciencias Sociales, Sociología, UBA, Buenos Aires, Argentina.
  2. Eduardo Gudynas en su libro Extractivismos: ecología, economía y política de un modo de entender el desarrollo y la naturaleza (2014) utiliza la noción de “efectos derrame”, que implica que más allá de los daños locales de determinada actividad extractiva, los efectos derrame impactan sobre el manejo de los territorios, las dinámicas económicas, la inserción internacional, el papel del Estado y los modos de hacer política. Más que los daños locales, los efectos nocivos llamados “derrame del extractivismo” afectan la economía y la vida política de los países que lo adoptan. Estos efectos y los procesos del extractivismo son mediados por tecnologías cada día más sofisticadas.
  3. Sobre este tema, véase Bibiana Apolonia Del Brutto (2003). Globalización y el Nuevo Orden Internacional. Las Sociedades de la Información. Perspectivas de América Latina. En Revista Textos del Observatorio para la Cibersociedad, Nº 3. Buenos Aires.Puede consultarse el sitio http://goo.gl/DCaJty, aunque el portal del Observatorio para la Cibersociedad ha cambiado y borrado las producciones anteriores a 2013.


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