En la misma colección

Book cover

Cómo publicar

BannerV02-Blue

Desarrollo en ciencias y tecnologías en Chile

Avances, desigualdades y principales desafíos

Daniel A. López y Ximena Sánchez[1]

Palabras clave: investigación, innovación, Chile, productividad científica y tecnológica

Introducción

La generación de conocimiento científico-tecnológico en su expresión más amplia deiInvestigación, desarrollo e innovación (I+D+i) considera el conjunto de actividades relativas al incremento de dicho conocimiento, su aplicación a nuevos materiales, productos o procesos y su eventual uso comercial. Implica actividades relativas a su productividad y a su gestión. La productividad se expresa en artículos científicos, patentes, licencias, spin off y otros productos, así como también en indicadores de su calidad. La gestión considera la disponibilidad de recursos, sistemas de información, procesos formativos, institucionalidad y la demanda de los productos de investigación, entre otros temas. Las funciones de las actividades de I+D+i tienen que ver con su valor cultural, por su contribución al conocimiento, así como por sus aportes formativos y al desarrollo económico y social (Santelices, 2010). Los desempeños relativos de estas actividades se asocian a los contextos nacionales e internacionales y a definiciones políticas.

Se presenta a continuación un panorama general de las ciencias y tecnologías en Chile. Se entregan evidencias de la situación actual de su productividad, así como los componentes organizacionales y de financiamiento que explican el modelo de gestión. Las principales fuentes de sus desigualdades –territoriales, disciplinares y de género– son analizadas como factores incidentes en sus proyecciones.

Situación actual

Las actividades de I+D+i en Chile revelan una tendencia creciente en los últimos años. El año 2012 generó el 0,36% de la producción científica mundial, 0,14% más que el año 2003. Cuenta con más de 13.300 autores, casi 2,7 veces que en el año 2003. Si se considera la productividad científica a nivel latinoamericano, Chile ha incrementado su participación, y llega hoy al 8,5%. El número de artículos con autoría de investigadores chilenos también ha crecido 2,7 veces con cerca de 9.000 documentos por año. En términos de calidad de las publicaciones, el 31,4% es de revistas Q1 y el 25,2 de revistas Q2, de modo que más de la mitad son de excelencia (Baeza, 2010; CONICYT, 2014a).

El crecimiento de la productividad científico-tecnológica supera los estándares mundiales y de América Latina y sus niveles cienciométricos de liderazgo y excelencia lo sitúan como un país autónomo en su producción científica. Las universidades generan parte sustantiva de las publicaciones, aunque las universidades que constituyen en forma significativa la investigación en Chile son solo cinco y sumando a las que desarrollan actividades de investigación en algunas áreas, llegan a no más de doce. Ello está asociado principalmente con la disponibilidad de recursos humanos de alta calificación en las restantes instituciones de educación superior.

Diversos análisis recientes de las actividades de I+D+i en Chile (Escudey y Chiappa, 2009; Baeza, 2010; CNIC, 2010; CONICYT, 2012; López y Sánchez, 2012; Santelices et al., 2013; CONICYT, 2014a; Salmi, 2014; Santelices, 2015) entregan algunos indicadores de referencia como los siguientes:

  • El gasto en I+D+i de Chile es de 0,35% del PIB, siendo el promedio de países de la OECD de 2,4%. El financiamiento total principalmente estatal es de alrededor de 1.500 millones de dólares con más de US$50 per cápita. Países latinoamericanos y de desarrollo medio tienen valores superiores: 2,4 veces Brasil, 3 veces Polonia y 8,3 veces España.
  • La inversión pública para I+D como porcentaje del PIB es de 0,7%, inferior a Brasil (1,1%), España (1,4%), Portugal (1,7%) y Finlandia (7%). Supera a Argentina (0,5%) y México (0,4%).
  • La producción científica por millón de habitantes es 3,5 veces inferior a Portugal, 4,2 veces menos que España y 7,6 veces menos que Singapur. No obstante, es mayor que la que exhiben Argentina, Brasil y México, los cuales son los países líderes en la cantidad de artículos científicos en América Latina.
  • Las patentes nacionales registradas en USA constituyen el 0,1% de las de Japón, el 7,6% de las de España y el 21,2% de las de Brasil. El 90% de las patentes son de no residentes.
  • Las publicaciones son generadas entre el 80% y 90% en universidades, y cerca del 50% por la Universidad de Chile y la Pontificia Universidad Católica, las que son más antiguas y con más tradición del país.
  • Alrededor del 75% de las publicaciones científicas son efectuadas en idioma inglés, las que generan más del 96% de las citas. La producción científica en otros idiomas no es significativa en cantidad e impacto.
  • El principal socio científico de Chile es Estados Unidos, con una tendencia decreciente.
  • Las citas después de cinco años se han estabilizado en alrededor de 45.000. Chile tiene un promedio de 2,6 citas/artículo, con lo cual ocupa el lugar 46 a nivel mundial.
  • Existen alrededor de 5.500 investigadores JCE, 60% son doctores de las universidades y 30% de empresas.
  • El contingente de doctores se ha incrementado en los últimos años y alcanza una graduación interna de más de trecientos doctores/año. Existen alrededor de ciento cincuenta doctorados con cerca de 5.000 estudiantes, más del 70% de ellos acreditados.
  • Los becarios de doctorado nacionales, internacionales y de becas Chile son alrededor de 8.000, un tercio de ellos en universidades en el extranjero. El 40% en Ciencias Naturales, 21% en Ciencias Sociales y 14% en Ingeniería.
  • Chile ocupa el lugar 43/44 en innovación y capacidad tecnológica entre ciento cuarenta y ocho países. Como referencia ocupa el lugar 38 en educación superior.
  • El gasto en I+D proveniente de empresas es solo el 0,25% del PIB y el 0,34% de las ventas.
  • Un tercio de las empresas innovan, con una tendencia a decrecer. Sin embargo, el 7,5% de ellas introducen exitosamente innovaciones en el mercado y solo el 8% de las ventas corresponden a productos innovados.
  • La diversificación exportadora de Chile es menor que la de Perú, Costa Rica, Guatemala o Bangladesh y la generación de productos innovados no aporta a ella. La Productividad Total de factores ha tendido a disminuir y el 75% de las exportaciones se concentran solo en veinticinco productos.
  • Solo un 30% de las universidades se encuentra acreditada en investigación, siendo esta área la de menor cobertura entre las instituciones acreditadas. El 50% de las universidades estatales está acreditada en investigación y solo el 13,3% de las nuevas universidades privadas. La acreditación institucional en postgrado tiene una cobertura incluso menor que la investigación.

De acuerdo con estos datos, Chile posee un nivel de liderazgo en América Latina en la productividad científico-tecnológica relativa, pero inferior a países asiáticos y europeos de desarrollo medio. Ello a pesar de la baja inversión en I+D+i y del limitado contingente de investigadores. Sus desempeños en innovación e investigación aplicada son ostensiblemente menores que en investigación básica. La mayor parte de los recursos humanos de alta calificación, así como los laboratorios de calidad, están instalados en universidades, lo que explica que sean estas las instituciones en las que se basa el desarrollo de la ciencia y tecnología del país.

Organización y financiamiento

El principal organismo asociado a la gestión de la investigación en Chile es la Comisión Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CONICYT), creada en 1967 y dependiente del Ministerio de Educación. Forma parte de un subsistema de investigación básica y aplicada que incluye también a las universidades. Los principales objetivos de CONICYT son el fomento del capital humano avanzado, el fortalecimiento de la base científico-tecnológica y la divulgación de las ciencias y el conocimiento científico. La principal fuente de financiamiento de la investigación es el Fondo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (FONDECYT) a través de concursos anuales, separados para investigadores noveles y avezados. Anualmente postulan más de 1900 proyectos con una adjudicabilidad superior al 40%. De estos, alrededor de setecientos proyectos son de iniciación para doctores con menos de cinco años de obtención del grado. Existen también otros programas, como: (a) de becas (para formación de capital humano avanzado para estudios de postgrado en Chile y en el extranjero; becas de pasantías y cotutelas doctorales en el extranjero; postdoctorados; cursos cortos doctorales en el extranjero, entre otros. Significa apoyo para cerca de 4.000 becarios anuales de doctorado, lo que debiera generar un aumento sustantivo de los investigadores de alta calificación); (b) Programa de Atracción e Inserción de Capital Humano Avanzado, PAI (promueve la inserción de doctores en universidades y empresas, así como estadías de investigadores extranjeros mediante unos docientos proyectos por año); (c) Fondo de Fomento al Desarrollo Científico y Tecnológico, FONDEF (creado el año 1992 para actividades de I+D aplicada como base para la innovación con alrededor de cien proyectos anuales, más apoyo para emprendimientos de estudiantes de pregrado y postgrado); (d) Fondo Nacional de Investigación y Desarrollo en Salud, FONIS; (e) Fondo de Áreas Prioritarias, FONDAP (centros de investigación de excelencia y alto impacto en temas tales como ciencia antártica, medicina para enfermedades crónicas, recursos hídricos para la agricultura y la minería, y otros); (f) Investigación Asociativa, PIA (alrededor de veinte centros en temas como ingeniería eléctrica y electrónica, biotecnología, educación, y otros); (g) Explora (creado en 1995 para promover la ciencia y tecnología en las comunidades escolares con actividades distintas a las formales). Otros programas están asociados a centros regionales, información científica, equipamiento y desarrollo de la astronomía. Cada uno de estos programas tiene una estructura y funcionamiento propio y sus principales usuarios son las universidades.

Adicionalmente existe un subsistema orientado a la innovación y emprendimiento, dependiente del Ministerio de Economía, Fomento y Turismo. Opera principalmente a través de CORFO, agencia que posee distintos dispositivos para las empresas. Su principal instrumento, INNOVA Chile, promueve el emprendimiento innovador, transferencia tecnológica y desarrollo de negocios mediante el denominado “capital semilla”. La iniciativa científica Milenio a través de núcleos e institutos aborda investigación de frontera con proyecciones a la educación, servicios e industria. Las regiones disponen de fondos de innovación para la competitividad (FIC) y varias de ellas poseen corporaciones regionales de desarrollo.

La mayor parte de la investigación la realizan las universidades, porque poseen la mayor parte de las capacidades instaladas en recursos humanos, físicos y de información (Krauskopft, 1993, 2011; Santelices, 2015).

El financiamiento de la investigación en Chile proviene principalmente del Estado y por lo tanto su expansión está fuertemente asociada a las disponibilidades del presupuesto público, compitiendo con los fondos que se destinan a educación, salud e infraestructura. Si bien existen diversos mecanismos de incentivo a la inversión privada, esta sigue siendo limitada. En los últimos diez años, el presupuesto se ha más que duplicado. El año 2013 se destinaron U$1.400 millones, principalmente dirigidos a universidades, CONICYT, formación de recursos humanos, INNOVA y otras iniciativas. Casi todas ellas funcionan como fondos concursables abiertos (Santelices, 2015). El año 2014 los aportes a CONICYT fueron de alrededor de U$500 millones, el 21% para capital humano avanzado, el 61% para desarrollo de la base científica y tecnológica y el 4% para divulgación de la ciencia y el conocimiento científico (Brieva, 2014). Existen otros fondos que aportan también a la investigación. Por ejemplo, los convenios de desempeño entre las universidades y el Ministerio de Educación en áreas como los doctorados de excelencia, desarrollo de las regiones, formación de profesores y desarrollo de las Artes, Humanidades y Ciencias Sociales, los cuales destinan fondos a proyectos, publicaciones, formación avanzada y reclutamiento de doctores. Como exigen resultados notables han tenido efectos en los recursos y desempeños de investigación en algunas universidades (Yutronic et al., 2011). A partir del año 2016 de implementarán convenios marco entre el Ministerio de Educación y las universidades estatales, que aportarán fondos para la investigación mediantes presupuestos plurianuales. Eventualmente podrían tener efecto en el desarrollo científico de las universidades, particularmente en aquellas con menores desempeños.

En síntesis, existe una organización basada en una amplia variedad de programas que opera con efectividad. Si bien han existido fuertes motivaciones para la creación de un Ministerio de Ciencia y Tecnología, la decisión ha sido postergada. Ello permitiría mejorar la coordinación y la capacidad de tomar decisiones. El financiamiento principalmente estatal se ha incrementado de manera importante, pero está lejos de los existentes en países de desarrollo medio. Cambios en la organización y financiamiento permitirían dar un salto cualitativo en la productividad nacional en I+D+i, que es, a su vez, condición necesaria para su desarrollo.

Desigualdades y proyecciones

Las actividades de I+D+i en Chile plantean, al menos, tres fuentes de desigualdades: entre regiones, entre disciplinas y de género.

La producción científica nacional evidencia asimetrías generadas por un fuerte centralismo. La Región Metropolitana posee más del 54% de la producción científica y las que le siguen, las Regiones de Bío-Bío y Valparaíso, tienen el 12,2% y 10,7%, respectivamente. Varias regiones no alcanzan el 1%. La Región de Valparaíso es la única que ha mejorado su capacidad científica entre 2003 y 2012. También –junto a la Región de Magallanes– incrementó su participación en revistas Q1. En términos cualitativos al considerar indicadores de impacto y excelencia, las Regiones Metropolitana y Valparaíso se sitúan sobre los niveles mundiales, pero otras como Antofagasta y Magallanes han tendido a perder dicha condición (CONICYT, 2014a). Las tres Regiones con más publicaciones son también las que lideran la cantidad de artículos con conocimiento innovador (artículos citados en las oficinas internacionales de patentamiento). Estas mismas Regiones se encuentran, además, entre las cinco que reclutan más investigadores. En términos de la producción científica por habitante existen fuertes diferencias territoriales, así como en las áreas disciplinares con mayor desarrollo. Los resultados del concurso anual 2013 de proyectos de investigación de FONDECYT, la principal fuente de financiamiento de la investigación básica, reveló que el 62,6% de los fondos fueron adjudicados a la Región Metropolitana, el 9,9% a la Región del Bío-Bío y el 9,4% a la Región de Valparaíso. En el otro extremo, las Regiones de Magallanes, Tarapacá y Atacama se adjudicaron el 0,77%, 0,14% y 0%, respectivamente. Se puede concluir que la productividad científica y la provisión de recursos económicos para la investigación están correlacionadas con la disponibilidad de investigadores de calidad, sin considerar los requerimientos económicos y sociales de las distintas regiones. Hace algunos años CONICYT inició un programa de instalación de centros regionales de investigación en trece regiones con un aporte del 5,6% de su presupuesto total.

Por otro lado se verifican fuertes diferencias entre áreas disciplinares, tanto en cantidad como calidad de su productividad científica. A su vez se evidencia un alto dinamismo temporal. En efecto, la especialización temática ha variado fuertemente en la última década. Las áreas que más han crecido son Artes y Humanidades, Ciencias de la Computación, Ingeniería, Física y Astronomía, Farmacología y Ciencias Sociales (CONICYT, 2014a). No obstante, ellas muestran importantes diferencias. Artes y Humanidades aún representan una fracción menor de la productividad científica nacional. Ciencias de la Computación ha crecido en cantidad hasta ser un área de nivel medio en términos cuantitativos, pero a pesar de que tiene mejores niveles cualitativos, está por debajo de la media nacional. Física y Astronomía no solo crece cuantitativamente sino también en sus contribuciones de excelencia, y así se constituye en una de las áreas más importantes. Si bien Ciencias Sociales ha crecido seis veces, los indicadores de calidad de sus contribuciones son aún limitadas. Medicina exhibe la mayor cantidad de artículos, de modo que se mantiene en cantidad y baja en calidad, pero su participación en revistas de Q1 está muy por sobre la media nacional. Áreas ligadas a las Ciencias Biológicas como Agricultura, Neurociencias y Bioquímica tuvieron su máximo desarrollo hace algunos años, pero mantienen en conjunto altos niveles cuantitativos y cualitativos. Las Ciencias Ambientales ejemplifican las áreas que caen en número pero que aumentan en calidad (CONICYT, 2014a). La concursabilidad y adjudicabilidad de proyectos FONDECYT indican también diferencias entre áreas disciplinares. En los resultados del concurso 2013, las Ciencias Naturales mostraron los mayores porcentajes en proyectos presentados (34,3%) y adjudicados (41,3%), con la menor adjudicabilidad. Lo contrario ocurrió con Ingeniería y Tecnología. Humanidades y Ciencias Sociales tienen una representación semejante en los proyectos presentados y adjudicados. Estos indicadores pueden dar cuenta del nivel de selectividad. En los concursos de postdoctorado, las Ciencias Naturales tienen un orden de magnitud superior a Humanidades, Ciencias Sociales, Ingeniería y Tecnología, Ciencias Médicas y Ciencias Agrícolas. Programas como FONDEF –por su naturaleza– se concentran en Ingeniería y Tecnología y afines. Lo multidisciplinario se expresa en los centros de excelencia, aunque sin participación de empresas. Las diferencias entre las áreas reflejan principalmente diferencias en la cantidad y calidad de recursos humanos.

En Chile existe un contexto favorable en la educación superior respecto de la participación de mujeres, lo que indica un avance potencial en la equidad de género en las actividades de I+D+i, ya que este es el paso previo para mejorar los indicadores actuales. En algunos programas de CONICYT se verifican avances, pero aún hay fuertes brechas de género. En el programa de capital humano avanzado ha existido un progresivo incremento en la participación de mujeres, que alcanzó un 46% para el acumulado del período 2001-2014. En los proyectos FONDECYT, en cambio, para el mismo período solo el 27% de los proyectos fueron dirigidos por mujeres, aunque el año 2014 se alcanzó el 32%. La participación de mujeres en los programas de CONICYT es de 20-25%, incluyendo proyectos de fomento científico-tecnológico, de inserción y atracción de científicos, fondos de áreas prioritarias y otros (CONICYT, 2015). Se verifica una tendencia a disminuir desde los proyectos admisibles a los adjudicados, y que a medida que se avanza en la carrera de investigación, las brechas de género tienden a aumentar. La participación de mujeres sobrepasa el 60% en la difusión de la ciencia, pero no alcanza el 20% en las iniciativas asociativas de excelencia. Menores accesos a fondos para realizar investigación a mujeres implican menores opciones de productividad científica y tecnológica.

En Chile como en América Latina ha existido preocupación por mejorar sus desempeños en I+D+i y en la difusión del conocimiento científico (Allende et al., 2005; López y López, 2008). A nivel continental y nacional han existido avances, pero subsisten desigualdades internas, como las que se han señalado, así como desigualdades externas cuando se comparan los desempeños nacionales con los de países de la OECD o con países de desarrollos económicos intermedios (Salmi, 2014). Las proyecciones de las ciencias y tecnologías en Chile pueden ser representadas por la Visión al año 2030 construida por una comisión nombrada por la Presidencia de la República. Esta plantea que en ese plazo, las capacidades científico-tecnológicas estarán desplegadas en todos los ámbitos, y agregarán valor a la actividad pública y privada. Se preveen más roles y vínculos entre los actores nacionales asociados a las actividades de I+D+i, más calidad de las políticas públicas y una fuerte institucionalidad tanto organizacional como normativa. Los recursos públicos y privados exhibirán un incremento sostenido y progresivo en el financiamiento y en el compromiso de estos sectores con el desarrollo científico y tecnológico del país. Así se alcanzará liderazgo en ciencia y tecnología a nivel regional y mundial, con la existencia de muchos emprendedores y empresas de base tecnológica (Comisión Presidencial Ciencia para el Desarrollo de Chile, 2015). Para ello se proponen un conjunto de acciones que permitan, al año 2030, lo siguiente: al menos triplicar la actual tasa de investigadores por cada mil ocupados; que el 30% del total del financiamiento público destinado a I+D+i se oriente a prioridades nacionales en el ámbito social, ambiental y económico productivo; multiplicar por cinco sus exportaciones de mediana y alta intensidad tecnológica, con al menos 10% de alta intensidad; que el rendimiento en la prueba Pisa sea equivalente al nivel actual de España; que el 40% de la población considere las actividades de I+D+i como prioridad nacional y que el 50% se interese en sus contenidos. Paralelamente, crear en el corto plazo un Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y dictar una Ley de Fomento de la Ciencia, Tecnología e Innovación. Asimismo lograr que el desarrollo científico ocurra en todo el territorio, sin las asimetrías actuales, ejerciendo un modelo de gobernanza que permita una real descentralización. Como consecuencia de todas estas acciones, el país deberá disponer de más recursos humanos de excelencia, físicos, económicos y de información que permitan alcanzar los logros señalados.

Bibliografía

Allende, J.; Babul, J.; Martínez, S. y Ureta, T. (2005). Análisis y proyecciones de la ciencia chilena. Santiago de Chile: Academia Chilena de Ciencias.

Baeza, J. (2010). “El caso de Chile”. En Santelices, B. (ed.). El rol de las universidades en el desarrollo científico y tecnológico. Educación Superior en Iberoamérica. Informe 2010. Santiago de Chile: Secretaría General Iberoamericana. Universia. CINDA, pp. 153-162.

Brieva, F. (2014). Cuenta anual año 2014 de la Comisión Nacional de Investigación científica y Tecnológica. Santiago de Chile: CONICYT.

CNIC. Consejo Nacional de Innovación para la Competitividad (2010). Agenda de Innovación y Competitividad 2010-2020. Santiago de Chile.

Comisión Presidencial Ciencia para el Desarrollo de Chile (2015). Un sueño compartido para el futuro de Chile. Informe final. Santiago de Chile.

CONICYT (2014a). Principales indicadores cienciométricos de la actividad científica chilena 2012. Informe 2014: una mirada a 10 años. Programa Información Científica. Scimago Lab. Madrid-Valparaíso: CONICYT.

CONICYT (2014b). Compendio Estadístico CONICYT 2008-2013. Santiago de Chile.

CONICYT (2015) Análisis de participación femenina en programas de CONICYT 2001-2014. Santiago de Chile.

Escudey, M. y Chiappa, R. (2009). “El desarrollo científico-tecnológico y la gestión de la investigación”. En Arata, A. y Rodríguez, E. (eds.). Desafíos y perspectivas de la dirección estratégica de las instituciones universitarias. Santiago de Chile: Comisión Nacional de Acreditación, pp. 339-379.

Krauskopf, M. (2011). “Las ciencias en las instituciones públicas y privadas de investigación”. En Brunner, J. J. y Peña, C. (eds.). El conflicto de las universidades: entre lo público y privado. Santiago de Chile: Ediciones Universidad Diego Portales, pp. 389- 415.

Krauskopt, M. (1993). La investigación universitaria en Chile: reflexiones críticas. Santiago de Chile: Corporación de Promoción Universitaria.

López, D y López, B. (2008). “Sobre la generación y difusión del conocimiento científico y tecnológico en América Latina”. Revista Universidad ANR, N° 11. Perú, pp. 95-106.

López, D. A y Sánchez, X. (2012). “La innovación como desafío para las universidades regionales derivadas”. En Innovación. Algunas Dimensiones. Cuadernos del Foro Valparaíso edición especial, pp. 23-31.

Salmi, J. (2015). “Las reformas de educación superior en Iberoamérica en una perspectiva global”. En Brunner, J. J. y Villalobos, C. (eds.). Políticas de Educación Superior en Iberoamérica. 2009-2013. Ediciones Universidad Diego Portales, Chile, pp. 649-676.

Santelices, B. (2010). “Desarrollo científico en Iberoamérica en la década 1998-2007 y el rol de las universidades”. En Santelices, B. (ed.). El rol de las universidades en el desarrollo científico. Santiago de Chile: Secretaría General Iberoamericana. Universia CINDA, pp. 27-84.

Santelices, B. (2015). “Investigación científica universitaria en Chile”. En Bernasconi, A. (ed.). La Educación Superior en Chile. Transformación, Desarrollo y Crisis.Ediciones Universidad Católica de Chile, cap. IX.

Santelices, B.; Lund, F.; Cooper, T. y Asenjo, J. A. (eds.) (2013). Innovación basada en conocimiento científico. Santiago de Chile: Academia Chilena de Ciencias. Instituto de Chile.

Yutronic, J.; Reich, R.; López, D.; Rodríguez, E.; Prieto, J. P. y Music, J. (2011). “Convenios de desempeño y su aporte en el financiamiento de la educación superior en Chile”. Revista Educación Superior y Sociedad. Unesco-Esalc, 16 (1), pp. 53-77.


  1. Daniel A. López, doctor en Ciencias Biológicas, Universidad de Playa Ancha, Centro de Estudios Avanzados/Vicerrectoría de Investigación, Postgrado e Innovación, Chile. Contacto: daniel.lopez@upla.cl.
    Ximena Sánchez, socióloga, magíster en Ciencias Sociales, Universidad de Playa Ancha, Facultad de Ciencias Sociales/directora Convenio de Desempeño Educación Superior Regional UPA1301, Chile. Contacto: xsanchez@upla.cl.


Deja un comentario