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Movilización en el siglo XXI:
resistencia y luchas online y offline

Silvia Lago Martínez, Martín Gendler y Anahí Méndez[1]

Palabras clave: tecnologías digitales, activismo político, nuevas formas de acción colectiva

Introducción

La ponencia conforma un recorte de los avances de resultados de nuestras investigaciones,[2] donde estudiamos movimientos de resistencia global y colectivos culturales y de comunicación que desarrollan una actividad sostenida en el terreno audiovisual y comunicacional durante las últimas dos décadas en Argentina.

En los últimos años se han producido una serie de movilizaciones masivas en el mundo y en América Latina en particular, que expresan formas contemporáneas de la política donde las tecnologías digitales e Internet tienen un papel destacado.

El año 2011 marca simbólicamente el comienzo de este nuevo ciclo de protestas a escala mundial, que reconoce como antecedentes el período de luchas protagonizado por los movimientos de resistencia global un decenio atrás. Entre otras cuestiones se observa la apropiación social de Internet, combinando el activismo en la calle con el activismo en el espacio virtual; una nueva estética y culturización de la práctica política; la vinculación de sus formas de acción directa y de representación a la idea de contrainformación (cultural y política); una composición fuertemente juvenil pero no restringida solo a un fenómeno joven; una diáspora de posiciones políticas e ideológicas.

Las nuevas formas de resistencia del siglo XXI

Desde fines del siglo XX, la Red (el ciberespacio) comienza a reflejar dinámicas y dimensiones de lucha de fuerzas globalizadas, localizadas y territorializadas, que dan cuenta de una nueva estructura de poder en el contexto histórico contemporáneo. El espacio público urbano de interacción cara a cara se matiza con una nueva dimensión: las redes sociales electrónicas.

Al mismo tiempo, las múltiples y heterogéneas acciones colectivas surgidas en este nuevo milenio expresan la visibilización de otras subjetividades y la búsqueda de novedosas formas de resistir y promover un proyecto de sociedad alternativo. Se destaca el protagonismo de los jóvenes y de sectores subalternos, a la vez que el desencanto que producen los partidos políticos y organizaciones tradicionales, la democracia representativa y el orden económico existente, identifica las coincidencias y los objetivos de los movimientos en red.

Internet y las tecnologías digitales, en particular, las redes sociales, permiten expandir y visibilizar los movimientos pero también contribuyen fuertemente a la constitución y consolidación de las organizaciones, generando nuevas condiciones para el activismo social y político. Por otra parte, se profundiza el proceso de politización de la cultura con una estética particular que continúa la línea de los movimientos globales de fines de los 90 y 2000. Estos medios son complementarios a la acción directa y con Internet se despliegan produciendo uno de los grandes cambios que han transformado las posibilidades del activismo político (Holmes, 2005, p. 226).

Al mismo tiempo, y paradójicamente, se produce la ocupación de los espacios públicos en una suerte de territorialización de la política. Harvey (2012, p. 171) sitúa la ciudad (y las calles) en el centro de la lucha de clases y en torno al capital, señalando que las ciudades son centros de acumulación capitalista pero también centro de la lucha de clases. Las plazas centrales simbólicas de la ciudad postindustrial aparecen como escenarios de imposición de un orden hegemónico, y estas son ocupadas para la movilización social.

Otro mundo es posible: las protestas contra el Nuevo Orden Mundial

En la década de 1990 surgen los movimientos internacionalistas: Vía Campesina, 1992; Marcha Mundial de Mujeres, 1996; Jubileo, 2000, 1996; Social Watch, 1996; ATTAC, 1998; AGP, 1998. El movimiento zapatista produce el 1er Encuentro por la Humanidad y Contra el Neoliberalismo en 1996 en la Selva Lacandona, y en 1999 la “batalla” de Seattle marca el comienzo simbólico de las sucesivas movilizaciones de carácter global denominadas por sus actores “contracumbres”.

Cabe señalar algunas de las características de los movimientos globales de fines de la década de 1990 y la de 2000, estas son: nuevos territorios para la resistencia social y política; relevancia de la comunicación y de la utilización de recursos tecnológicos en los procesos de activismo social, se enlazan las acciones y producciones en el ciberespacio con las desarrolladas en el territorio; formas organizativas basadas en redes y en el trabajo colectivo y promoción de la libre circulación y apropiación de los bienes culturales; novedosa estética de la protesta e integración de la comunicación y la imagen en expresiones escritas visuales, audiovisuales y gestuales propias de la cultura digital (Lago Martínez, 2008, p. 103). Como los movimientos se ven obligados a superar la frontera mediática, la visibilidad del conflicto es tan importante como su enfrentamiento. El acceso a instrumentos de comunicación social globalizados cambió las estrategias de intervención política e Internet se constituyó en un centro de operaciones.

De las redes virtuales a las calles: los movimientos en red internacionales

Ya en el siglo XXI, y como producto de la(s) crisis económica(s), la pobreza, la ausencia de democracia o la corrupción en los gobiernos democráticos, se producen diversas rebeliones en el mundo: los grupos 15-M (Indignados) en España, Occupy Wall Street estadounidense, Islandia, Grecia, Portugal, Rusia, Italia, Turquía. La Primavera Árabe: Egipto, Irán, Libia, Baréin, Túnez, Yemen, Marruecos, Siria. En América Latina: México, Chile, Brasil, Argentina, Venezuela, etc. Las fronteras entre el mundo online y offline son difusas en estas formas de intervención política.

Surge el siguiente interrogante: ¿qué ha cambiado en la última década desde los movimientos de resistencia global a los movimientos en red actuales?

De las transformaciones ocurridas en poco más de una década es muy importante señalar el salto tecnológico (equipamiento, infraestructura y capacidades para el uso) y sobre todo la apropiación de las tecnologías digitales para la actividad política.

Los recursos utilizados en los años 1990 y gran parte de 2000 eran fundamentalmente el correo electrónico, listas de distribución, blogs y páginas web. Hoy cuentan con laboratorios equipados y portales donde se integran imagen, sonido y texto, incluso en los proyectos de televisión por Internet montan estudios, transmiten en vivo, retransmiten acontecimientos ocurridos en otros sitios del planeta y generan diversos programas políticos que emulan a la TV de aire. El correo electrónico fue sustituido por las redes sociales –Facebook, Twitter y otras– que permiten inmediatez en la difusión y la generación de debate online, así como también la intensiva utilización de YouTube, que ofrece una enorme distribución.

Esta evolución se produjo gracias a las mejoras en el ancho de banda y al desarrollo de nuevos dispositivos (como los smartphones y las tablets) y la extensión de una amplia gama de sistemas de distribución en las redes de Internet. La comunicación inalámbrica conecta dispositivos, datos, personas, organizaciones, etc., de manera que la circulación más importante en Internet actualmente pasa por las redes sociales, que se han convertido en plataformas para todo tipo de actividad, y entre ellas para el activismo social y político (Castells, 2012).

¿Son los movimientos sociales en red actuales un modelo emergente de acción colectiva? La hipótesis que formulamos es que esta emergencia es posible como consolidación, fortalecimiento o acumulación de las experiencias de décadas anteriores, sin desconocer que no se trata de una trayectoria lineal.

Si bien las acciones de los movimientos sociales se desarrollan en culturas y contextos diferentes, Castells señala un conjunto de rasgos comunes, que con las diferencias de época, tecnológicas y culturales se observan en la década de 2000, entre ellas podemos señalar: están conectados en red de forma multimodal; los movimientos son virales, se llevan adelante de manera cuasi natural interacciones entre el espacio de los flujos de Internet y las redes de comunicación inalámbricas y el espacio de los lugares ocupados y de los edificios simbólicos objetivo de las acciones de protesta; los movimientos son locales y globales a la vez; el poder de las imágenes; papel decisivo de la comunicación en la formación y práctica de los movimientos (Castells, 2012, pp. 212-218).

Las peculiaridades de estos movimientos y de su acción colectiva no son tan diferentes de las que reconocíamos para una década atrás, sin embargo, llegar a compartir una cultura digital –que deviene de la imbricación entre Internet y los movimientos sociales– llevó más de diez años. La impronta local, es decir, los problemas específicos de cada país o ciudad, surge con más fuerza que en las causas de los movimientos de resistencia global, pero lo que tienen de semejante son las técnicas y las formas de movilizar, y el sentido global de sus reivindicaciones, además del aprendizaje de las tácticas y estrategias de los diversos ciclos de movilización.

Protestas y acción colectiva en Latinoamérica

En la región latinoamericana los movimientos sociales tienen una larga historia, la intervención política de estos adquiere ribetes muy diferentes según se trate de movimientos con proyectos y objetivos de intervención política bien definidos o movimientos emergentes, de fronteras difusas, cuya intervención se ciñe (con toda su complejidad) a la protesta en las calles. Esta última puede ser autoconvocada por los ciudadanos o no tanto, puede emerger desde las redes sociales virtuales o de redes sociales ya existentes y otras formadas durante las acciones del movimiento, en cualquier caso esta conexión incluye redes sociales online y offline.

La experiencia de los estudiantes chilenos es un ejemplo de un movimiento con objetivos definidos: la educación pública gratuita y de calidad. La estética de sus acciones se corresponde con la dinámica propia de organizaciones jóvenes surgidas en la era digital. Diversas acciones callejeras llevadas adelante por los jóvenes activistas, con música, baile, teatro, circo y producciones audiovisuales, son difundidas por YouTube incansablemente.

El movimiento se fue consolidando a través del tiempo; aunque no necesariamente surge en la Red, esta le brinda diversas posibilidades para sus acciones y su distribución, así como también para mostrar al mundo la violenta represión de las fuerzas de seguridad.

Por su parte, el colectivo YoSoy132 surge el 11 de mayo de 2012 en un acontecimiento inesperado en la Universidad Iberoamericana (una de las más costosas del país), en Ciudad de México.[3] También es un movimiento de base estudiantil (principalmente de clase media) y los medios de comunicación masivos mexicanos son sus principales antagonistas, su lema: “Ahora nosotros damos las noticias” a través de Facebook, Twitter y YouTube. Su peso en la política nacional es mucho menor que el del movimiento estudiantil chileno, pero adquirieron relevancia mediática en la campaña electoral previa a las recientes elecciones que proclamaron a Peña Nieto presidente de México. Sin embargo, este movimiento se fue diluyendo entre 2012 y 2014, fuertemente reprimidos y criminalizados. Además no lograron establecer lazos con los movimientos populares más importantes de México, como el EZLN (Modonesi, 2014, pp. 136-139) y el movimiento de normalistas (estudiantes de magisterio).[4]

En Brasil, en 2013 emergen manifestaciones multitudinarias que surgen a partir del aumento de las tarifas de transporte público. Estas fueron creciendo cada vez más a medida que se fueron incorporando otras demandas, como la oposición a los espectaculares gastos que demandó la realización del campeonato mundial de fútbol, en detrimento de las inversiones en salud, educación, transporte, etc. Estas protestas fueron convocadas por el autodenominado Movimiento #Noalacopa.[5] Las protestas movilizaron más de un millón de personas y las redes sociales fueron la clave, así como también se manifestaron mediante formas estéticas y artísticas de intervenir la ciudad con murales y grafitos, carnavalización de la protesta y acciones perfomáticas, que recuerdan las formas de representación de los altermundialistas.

En Argentina, un eje posible para el análisis de la intervención política es observar la protesta social que emerge como un movimiento fuertemente opositor al gobierno personalizado en la presidenta Cristina Fernández y que se puso de manifiesto en las concentraciones (cacerolazos) del 8 de noviembre y 13 de septiembre (2012) y 18 de abril y 8 de agosto (2013). Hashtags: #8N, #13S, #18A, #8A, #YoVoy y #YoNoVoy. Fueron convocadas desde las redes sociales y obtuvieron una gran difusión en los principales medios de comunicación, también opositores al gobierno.

Si bien estas protestas cesaron, otros actores y otros problemas se colocan en el centro de la atención pública, entre ellas las acciones ciudadanas por una nueva legislación y protección de las mujeres en situación de violencia de género, acceso a la justicia y acciones para detener los femicidios[6], y las múltiples manifestaciones de colectivos asociados al medioambiente o socio-ambientales. Todos estos movimientos, colectivos y manifestaciones encuentran en la intervención de la ciudad y en el uso de tecnologías digitales (para la articulación y difusión de acciones), espacios y recursos propicios para exponer y visibilizar las diversas problemáticas en las que hacen foco.

Reflexiones finales

El año 2011 marca simbólicamente el comienzo de este ciclo de protestas a escala mundial, con la Primavera Árabe y los Indignados de España, Grecia, el Occupy Wall Street, entre otros.

Si bien algunos observadores interpretan los movimientos como otro rechazo a la globalización, las marchas son más localizadas y centradas en los problemas de cada país que en décadas anteriores. Los fenómenos mencionados parecen ser protagonizados por jóvenes educados, de clase media, que se apropian de las tecnologías y recrean nuevas formas de protesta y denuncia. Sin embargo existen también colectivos de indígenas, de trabajadores, de la diversidad sexual, de migrantes, de campesinos, de centros culturales, entre muchos otros, todos ellos activos protagonistas de los conflictos y movilizaciones en sus territorios de acción específicos, que exceden a los “jóvenes no partidistas”. La ola de movilizaciones recuerda a los estallidos de la contracultura y contra la Guerra en el 68 y tiene como antecedente los movimientos de los años 1990 contra la globalización. Cabe preguntarse: ¿qué diferencia a los países emergentes de los desarrollados?

Originada en 2008, en el norte desarrollado del mundo, la crisis global se ha convertido en una crisis con fuertes consecuencias políticas, sociales y militares. Esta afecta de manera diferencial al Norte y al Sur, pero en todo el mundo los sistemas políticos se ven afectados por una profunda crisis de legitimidad de los partidos.

En líneas generales surge un conflicto entre lo centralizado y autoritario por un lado y lo distribuido y colaborativo por el otro, al mismo tiempo que aumenta la desconfianza en los mercados y la búsqueda de otras alternativas tanto a nivel social y económico como político. Los diversos movimientos y colectivos antes mencionados son una buena muestra de ello (Cicchini, Gendler y Méndez, 2014).

También en América Latina prospera el desencanto de la ciudadanía con todo lo que comúnmente se relaciona con la política tradicional. Además, en todos los países de la región se producen tensiones y conflictos medioambientales, entre otras cuestiones por la explotación extractiva (minerías a cielo abierto, pasteras, monocultivos), la utilización de recursos naturales como el agua (Bolivia), la contaminación y deforestación, la crisis climática, etc. Las movilizaciones por estas problemáticas adquieren en los últimos años una fuerza notable en la región latinoamericana.

Es difícil prever a dónde conducirán las protestas multitudinarias. La Primavera Árabe fue un acontecimiento de importancia histórica que amenazó las estructuras políticas y de las elites en el poder, sin embargo estas realizaron un esfuerzo para restaurar su riguroso control político y mantener su imperio económico. Si bien se retrocede en algunos de los logros más significativos de su primera etapa, este acontecimiento deja múltiples tácticas y enseñanzas que son luego apropiadas y resignificadas por otros movimientos y colectivos a nivel mundial.

En nuestras investigaciones, identificamos que Internet y las tecnologías digitales en general crean las condiciones para el activismo social y político como una forma de práctica compartida que permite sobrevivir, deliberar, coordinar y expandirse, todas experiencias que amplían el horizonte de la intervención política de un modo que ya no tiene vuelta atrás.

Bibliografía

Castells, M. (2000). La era de la información. Economía, sociedad y cultura, tomo 2. México: Siglo XXI.

Castells, M. (2012). Redes de indignación y esperanza. Madrid: Alianza.

Cicchini, I.; Gendler, M. y Méndez, A. (2014). “¿Cambiando el sistema desde Internet? El devenir de los movimientos de la Sociedad Red”. Actas PreAlas Patagonia 2014, Universidad Nacional de la Patagonia Austral. Recuperado de http://goo.gl/xmhkSG.

Harvey, D. (2012). Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad a la revolución urbana. Madrid: Ediciones Akal.

Holmes, B. (2005). “Estéticas de la igualdad. Jeroglíficos del futuro”. Brumaria, vol. 5, pp. 225-241.

Lago Martínez, S. (2008). “Internet y cultura digital: la intervención política y militante”. Nómadas, vol. 28, pp. 102-112.

Lago Martínez, S. (2012). “Comunicación, arte y cultura en la era digital”. En Lago Martínez, S. (comp.). Ciberespacio y resistencias. Exploración en la cultura digital. Buenos Aires: Hekht, pp. 123-141.

Lago Martínez, S.; Marotias, A.; Marotias, L. y Movia, G. (2006). Internet y lucha política. Buenos Aires: Capital Intelectual.

Modonesi, M. (2014). “Postzapatismo. Identidades y culturas políticas juveniles y universitarias en México”. Nueva Sociedad, vol. 251, pp. 136-152.

Rueda Ortiz, R. (2012). “Ciberciudadanías, multitud y resistencias”. En Lago Martínez, S. (comp.). Ciberespacio y resistencias. Exploración en la cultura digital. Buenos Aires: Hekht, pp. 101-121.

Wallerstein, I. (2004). “El Foro Social Mundial está en la encrucijada”. América Latina en Movimiento, N° 385-386, Foro Social de las Américas, ALAI. Recuperado de http://goo.gl/zsZm9s.


  1. Silvia Lago Martínez, profesora de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Instituto Gino Germani, Argentina. Contacto: slagomartinez@gmail.com.
    Martín Gendler, licenciado en Sociología, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales-Instituto de Investigaciones Gino Germani, Argentina. Contacto: martin.gendler@gmail.com.
    Anahí Méndez, licenciada en Sociología, Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales-Instituto de Investigaciones Gino Germani, Argentina Contacto: anahimendez.86@gmail.com.
  2. Se refiere a las investigaciones “Internet, cultura digital y contrahegemonía: nuevas formas de intervención militante”, “Internet: un nuevo campo para la acción colectiva” y “Política y creatividad social: nuevos escenarios en la cultura digital”, llevadas a cabo entre los años 2005 y 2013, bajo la dirección de Silvia Lago Martínez en el Instituto Gino Germani, con acreditación y financiamiento de la Universidad de Buenos Aires.
  3. El colectivo surge a partir de una conferencia dictada por el candidato presidencial Enrique Peña Nieto en el campus de la Universidad Iberoamericana, en Ciudad de México. Una fuerte interpelación de los estudiantes al candidato culminó en una confrontación que fue filmada por estudiantes y difundida por las redes sociales. Posteriormente los jóvenes fueron acusados de no ser estudiantes de la universidad, a lo cual respondieron 131 de ellos presentando sus credenciales en un video divulgado por Internet. De allí el lema YoSoy132.
  4. Que si bien llevan adelante un antiguo proceso de lucha, estalla con la desaparición de cuarenta y tres alumnos en septiembre de 2014 en Ayotzinapa.
  5. La crítica se formula en contra de la forma como el gasto público se realiza, contra la calidad de los servicios públicos y la corrupción de los funcionarios, a la vez que se reclama por nuevas formas de habitar la ciudad, de su uso y apropiación.
  6. El 3 de junio de 2015 se realizó la concentración ciudadana #NiUnaMenos convocada por numerosas organizaciones en defensa de los derechos humanos y feministas, familiares y víctimas de violencia de género, artistas, intelectuales y periodistas. Se congregaron doscientas mil personas en Buenos Aires y se realizó simultáneamente en numerosas ciudades de todo el territorio nacional.


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