(Argentina, siglos XIX-XXI)
Mario Lattuada[2] y Juan Mauricio Renold[3]
Definición
El cooperativismo agropecuario, fundamentalmente destinado a pequeños y medianos productores, ha intentado cumplir desde su origen dos objetivos: el primero de carácter social, destinado a la prestación de un servicio basado en principios de solidaridad, libre asociación y gestión democrática; el segundo, de carácter económico, orientado a la defensa de los intereses y a la mejora de los ingresos y de la situación económica de sus asociados. Las cooperativas agropecuarias se ocupan de diversas actividades, necesidades o servicios, tales como el aprovisionamiento, la producción o transformación y la comercialización. Se constituyen, entonces–según las tareas que desarrollen– modalidades específicas configurando modelos diferentes. Estos modelos conservan, expresan y operacionalizan las características significativas, que dan razón del orden interno y a las lógicas prácticas y discursivas de dichas organizaciones cooperativas y de sus transformaciones más significativas.
Elaboración conceptual
Desde una perspectiva conceptual pueden identificarse tres modelos morfológicos o tipos ideales de formas institucionales en la organización cooperativa: Organización Institucional Consecuente (OIC), Organización Institucional Paradojal (OIP) y Organización Institucional en Mutación (OIM). El último con dos variantes: Organización Mutualista y Organización Institucional de Competencia Económica Dinámica (OICED). Cada uno de esos modelos están configurados por relaciones diferenciales y homólogas entre tres grandes conjuntos actorales que expresan acciones diferenciadas en el interior de las unidades cooperativas: socios, consejeros y gerencia. Estas relaciones incluyen la dimensión normativa, expresada en términos de: a) valores referidos a la doctrina cooperativista, b) objetivos económicos-empresariales y c) contenido y variedad de discursos y prácticas que se manifiestan en distintas actividades institucionales. Estos modelos se definen por las diferencias en la relación entre los elementos señalados y apuntan en su generalidad a: 1) expresar la constitución de determinadas relaciones organizacionales de orden interno (de poder, valorativas, administrativas, conocimientos técnicos) y su lógica particular; 2) referir a determinadas actividades del orden específico de las cooperativas agropecuarias; 3) implicar cierta relación con contextos cambiantes en los cuales desarrollan sus actividades. La especificación de estos modelos no establece necesariamente una secuencia universal de pasos evolutivos. No obstante, cada uno de ellos tiene presencia predominante en las etapas del proceso de génesis, consolidación y mutación del cooperativismo agropecuario argentino; un proceso que está signado por el desarrollo de formas de mayor complejidad institucional y magnitud económica, así como por transformaciones en los parámetros de identidad y pertenencia, y las relaciones sociales consecuentes entre los asociados y la organización a la que dieron origen.
Organización Institucional Consecuente (OIC) (Argentina, 1898-1955)
Constituye un contexto organizacional donde los conjuntos actorales (gerencia, consejeros y asociados) se unifican en un todo en relación a valores de la doctrina cooperativa y la integración institucional, su coherencia–expresada en la relación entre medios y fines en la toma de decisiones– es igual al poder de las unidades (conjuntos actorales) internas con mayor mando sobre recursos y beneficios doctrinales cooperativos. La diferenciación interna se reduce al mínimo y los criterios de utilidad se subordinan a los criterios doctrinales cooperativos. La participación en el control y dirección de la organización institucional por parte de los asociados, así como en la toma de decisiones, tiende a ser plena. Hay una identificación primaria entre los roles de usuario, asociado, propietario y administrador de la institución, es decir una pertenencia también plena. Sus integrantes se organizan fundamentalmente a partir de una racionalidad basada en valores, en este caso los aportados por los principios cooperativos clásicos basados en la autoayuda, equidad, solidaridad, honestidad, transparencia, responsabilidad y vocación social; y también por fines u objetivos racionalmente evaluados (obtener mejores condiciones en la comercialización de sus insumos y productos para mejorar su nivel de vida), pero éstos últimos están claramente subordinados a los primeros.
La unificación y participación en un todo, a valores cooperativos, sólo es posible en un medio local y/o regional donde los grupos cooperativos sean integrados por un reducido número de asociados, tengan escasa diferenciación y jerarquización interna, y exista un movimiento cooperativo altamente activo que actúe agresivamente respecto de un contexto de mercado desfavorable. En este sentido, al interior del movimiento cooperativo, las relaciones con un contexto de mercado se expresan en una fuerte contradicción en términos ideológicos. Las formas de organización adoptadas en esta modalidad corresponden más a las de un movimiento social que a las de sociedades u organizaciones formales. Son integradas por un número reducido de personas, habitualmente con conocimientos y relaciones interpersonales generadas en la misma zona de residencia o trabajo. Las causas históricas de su constitución están asociadas a la integración y el compromiso solidario de sus miembros para resolver cuestiones de vulnerabilidad, tanto respecto de situaciones naturales como especialmente de mercado en condiciones de monopolio de la tierra, los insumos o la comercialización de los productos. Se instala en el nivel real de la organización una oposición entre el comportamiento regido por la doctrina cooperativa y el no cooperativo (capitalista). Esta situación, en Argentina, es el común denominador de las cooperativas fundadas a fines del siglo XIX y comienzos del XX, continuando hasta aproximadamente mediados de la década de los 50.
Organización Institucional Paradojal (OIP) (Argentina, 1930-2021)
En esta modalidad, la uniformidad señalada en el anterior modelo (OIC) es suplantada por una heterogeneidad de actores e intereses con sus respectivos objetivos, prácticas y concepciones respecto de la cooperativa y las normas que la rigen. Los conjuntos actorales están expresados por una burocracia de administración (gerentes, empleados, técnicos), una burocracia de representación (el consejo de administración) y los socios. Esta organización trata de “resolver” a través de un proceso burocrático la situación –contradictoria y paradojal–de sostener en la organización cooperativa, acciones racionales con arreglo a fines –la constitución de una empresa cooperativa donde cuenta el rendimiento económico– y simultáneamente acciones racionales con arreglo a valores –doctrina cooperativista–. El discurso paradojal de la organización se manifiesta en la presencia simultánea de dos tipos de relaciones respecto de sus contenidos: simétricos y complementarios (Bateson, 1990, pp. 194-220; Watzlawick, Bavelas y Jackson, 1987, pp. 68-71). Las relaciones de carácter simétrico, se manifiesta en la priorización discursiva y su práctica de la obtención de fines económicos referidos a los criterios de la función cooperativa como negocio agropecuario y, simultáneamente, en la priorización discursiva de los valores tradicionales del cooperativismo. En ambos casos coincidiendo en afirmar su contribución al logro del objetivo cooperativo en forma simultánea; es decir, conformando lo que se denomina una interacción simétrica. Pero también se expresa un discurso que implica relaciones de carácter complementario ya que en las actividades cotidianas de las cooperativas el conjunto actoral de consejeros/asociados manifiesta una subordinación al conjunto gerencial /administrativo que encauza la actividad hacia el logro de los fines estrictamente empresariales. La relación paradojal al interior de la institución, en estos términos, se expresa precisamente en la coexistencia en un mismo contexto, de estos dos conjuntos de relaciones: simétricas y complementarias. Se instala una oposición en el nivel real de la organización entre consecuencia y administración gerencial/administrativa.
Esta organización implica un crecimiento económico significativo en la magnitud y diversidad de las operaciones y negocios. Un crecimiento importante en el número de asociados y, en consecuencia, el desarrollo de una mayor complejidad técnico-administrativa, así como múltiples instancias de vinculación interinstitucional (cooperativas de segundo grado, federaciones). Esta organización, en lo que respecta a la participación y control de los asociados pasa de una representación y controles directos y personales a una representación delegada y también a una representación fiduciaria. La organización pasa a tener sus propios intereses y objetivos priorizando su propia persistencia y continuidad institucional; lo que incluye el proceso de alteridad burocrática (una relación de externalidad entre la institución y sus asociados; se desarrolla una relación asociado-cliente). También se presenta la situación de free rider (el socio se beneficia de servicios cooperativos, pero no entrega su producción a la misma, o lo hace parcialmente). Esta organización tiene sus orígenes desde la década de los 30, consolidándose en los 50 y 60 del siglo XX, con continuidad en la actualidad.
Organización Institucional en Mutación (OIM) (Argentina, 1975-2021)
Los requerimientos de competitividad en un mercado abierto y globalizado establecen un nuevo escenario que exige prácticas económicas, compromisos y articulaciones entre los distintos eslabones de la cadena de agronegocios como un todo, imposible de obtener con el tipo de organización de las denominadas Organización Institucional Paradojal (OIP).Se reconfigura una nueva relación entre los elementos ya señalados que conforman las cooperativas agropecuarias; relaciones diferenciadas de las correspondientes a la Organización Institucional Consecuente (OIC) y OIP. Implica la realización de cambios profundos en la organización cooperativa. Las condiciones de innovación, regularidad, cantidad, calidad, y homogeneidad en el aprovisionamiento de la producción, y flexibilidad del conjunto para adaptarse a las condiciones cambiantes de mercados, cada vez más segmentados y volátiles, requieren organizaciones que puedan instrumentar distintos mecanismos que aseguren un compromiso efectivo entre los distintos componentes de la cadena. Esto involucra no sólo a la relación de los productores y sus cooperativas, sino también a la de estas organizaciones y los restantes eslabones ya sean cooperativas o empresas privadas asociadas a la comercialización, procesamiento, transporte y distribución, a partir de cambios en los mecanismos de toma de decisiones y coordinación de todo el proceso. Se pueden distinguir dos modelos de estrategias organizativas: la Organización Mutualista (OM) (de no muy extenso desarrollo en el cooperativismo agrario formalizado institucionalmente) y la Organización Institucional de Competencia Económica Dinámica (OICED). Esta última marca el paso en procesos de “reingeniería” organizacional cooperativa. Este proceso ha comenzado lentamente a mediados de la década de los 70 para ir profundizándose en los 80 y con consolidación y mayor intensidad en la década de los 90 del siglo XX, continuando en la actualidad.
Organización Mutualista (OM)
Promueve retomar con mayor vehemencia un acercamiento entre los principios cooperativos y las prácticas institucionales, enfatizando los principios de solidaridad y ayuda mutua, y la participación democrática; a partir de estrategias que contemplen con mayor intensidad los intereses de los asociados –por ejemplo a través de la distribución líquida de los beneficios no destinados a las reservas o nuevas inversiones consensuadas–, un desarrollo institucional acotado ya en su expansión geográfica –local o regional que posibilite la participación directa de los asociados– y reducida complejidad burocrática institucional, reflejada en un número reducido y eficiente de personal, con escasa diferenciación jerárquica interna, e ingresos que no signifiquen una ruptura con los principios y características socioeconómicas de los asociados. Esta expresión ha intentado aumentar su efectividad en momentos de las recurrentes e intensas crisis socio-económicas, sobre todo desde principios del siglo XXI.
Organización Institucional de Competencia Económica Dinámica (OICED)
Esta es la que ejemplifica con mayor claridad a las Organizaciones Institucionales en Mutación. Posee un mayor grado de integración vertical y horizontal que el nivel laxo alcanzado en la modalidad Organización Institucional Paradojal (OIP). Se delegan las principales funciones de administración y control en cuerpos profesionales no asociados, y de la burocracia de los representantes, que se extiende sobre los socios y no socios para garantizar el compromiso de integración, vía económica, con los productores. El discurso y la práctica de las OICED se expresan mediante relaciones complementarias, pero en un sentido inverso al de las Organización Institucional Consecuente (OIC). Se prioriza la eficiencia económica empresarial de la organización y su competitividad en un mercado ampliado, subordinando las referencias a aquellos valores cooperativos que se consideran un obstáculo a la obtención de la misma; lo cual ha motivado una revisión de los principios generales de la organización cooperativa. Reduce las diferencias entre las cooperativas y las empresas de capital. Opera con terceros no asociados, constituye empresas de capital privado, como sociedades anónimas subordinadas para determinadas operaciones, o alianzas estratégicas con empresas privadas de capital independiente. El mayor grado de compromiso de los asociados, lejos de ser buscado a partir de reforzar los principios ideológicos-valorativos cooperativos o del sistema de clientela abierta previo, se plantea a través de: una subordinación explícita y contractual; formas compensatorias diferenciales del capital invertido; derechos de decisión ponderados de acuerdo al tipo de decisiones a adoptar y al grado de aporte o uso realizado. Se instala en el nivel real de la organización una oposición entre la eficiencia societaria y la eficiencia empresarial, siendo este último término el priorizado.
Reflexiones
A cada expresión morfológica de organización institucional cooperativa, le corresponde un discurso y una práctica congruente de la ponderación de los valores y la ideología cooperativa, los objetivos económicos-empresariales de las mismas y las relaciones entre ellos. Y es, a su vez, una respuesta de adaptación organizacional a las transformaciones del contexto en el que deben desarrollarse, en tanto que organización de carácter social como económica. En el caso del modelo OIC se encuentra asociado a una posición de rechazo o alternativa a las manifestaciones del capitalismo, acentuándose su carácter social y solidario interno, en el contexto de un régimen social de acumulación agroexportador primario. En el modelo OIP se presenta más explícitamente planteada una relación complementaria a partir de su consolidación, de menor conflicto con el sistema económico general y guardando una relación funcional con el régimen social de acumulación sustitutivo de importaciones y de mayor regulación. Las relaciones contradictorias se invierten y se desarrollan en el interior de su organización, entre la consecuencia cooperativa y la administración gerencial. En el modelo OICED la presencia del carácter social, el bienestar o interés general expresado en el cooperativismo tradicional, está mucho menos definido, difuminado, impreciso, en una relación de intensa funcionalidad con las expresiones capitalistas empresariales en el contexto de un régimen social de acumulación de apertura y desregulación. En este último caso las contradicciones, menos intensas, se manifiestan también en su interior organizacional en términos de la débil oposición entre la eficiencia societaria y la eficiencia empresarial. La Organización Mutualista trata de revertir dificultosamente este último proceso, sin continuidades significativas. La apelación de los productores a la doctrina cooperativista incluso con significativas modificaciones, en expresiones morfológicas organizacionales tan diferentes y hasta opuestas, se constituye como un metadiscurso intemporal que permite a los actores (productores cooperativistas) pensar como un mismo y único comportamiento cooperativo, en un sistema “relativamente coherente”, aceptable intelectual y operacionalmente, a formas tan diferentes de organización con sus correspondientes actividades. Este proceso vela, encubre, como ideología, desfasajes y contradicciones derivadas de las diversas prácticas cooperativistas y los distintos regímenes sociales de acumulación.
Bibliografía
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- Recibido: marzo de 2022.↵
- Licenciado en Antropología por la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y Doctor en Humanidades y Artes (mención en Antropología) por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina. Investigador Principal del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET). E-mail: mjlattuada@gmail.com↵
- Licenciado en Antropología por la Universidad Nacional de Rosario (UNR), Argentina. Profesor Titular concursado en la Escuela de Antropología de la Facultad de Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario (UNR). Investigador en la Carrera de Investigador Científico del Consejo de Investigaciones de la Universidad Nacional de Rosario (CIC-CIUNR). E-mail: juanrenold@yahoo.com.ar.↵