(Litoral argentino, siglo XX – comienzos del siglo XXI)
Liliana Pagliettini[2]
Definición
Productor arrocero es aquel sujeto que organiza los recursos naturales, el capital y la mano de obra para el cultivo de arroz, independientemente o en articulación con la industria.Para esta producción, cuyo ciclo es anual, dos recursos resultan clave: el agua para el riego por inundación y la disponibilidad de tierras para la rotación de los cultivos. En la actualidad, el Litoral argentino concentra la totalidad de la producción industrial nacional, siendo las provincias de Entre Ríos y Corrientes las principales productoras primarias, con el 80% del total nacional.
Evolución inicial de la producción arrocera argentina
Durante las primeras décadas del siglo XX, la producción arrocera estaba destinada al mercado local y a la subsistencia, realizándose en pequeñas superficies, sin riego y con semillas de baja calidad. Era complementaria de la importación, la cual abastecía el 80% del consumo interno, y se caracterizaba por su dispersión en todo el territorio nacional. Así, por ejemplo, entre 1914 y 1937 se encontraban cultivos de arroz en Buenos Aires, Corrientes, Chaco, Formosa, Entre Ríos, La Pampa, Misiones, Salta, San Juan, Santa Fe y Tucumán (Gaché, 1914).
Entre las décadas de 1940 y 1960 se divulgó la producción a escala comercial en aquellas unidades que disponían de capital, amplias superficies y acceso a agua. De todos modos, el destino continuaba siendo el mercado interno. La necesidad de rotación del cultivo –por los requerimientos de riego–, el deterioro experimentado por el suelo y la infestación por malezas definieron al arrocero como un productor “nómade” o “golondrina”. Por otra parte, en el modelo tradicional del arroz con riego, el rastrojo cubría las necesidades de alimentación de animales, lo que explica la alternancia con la ganadería y la difusión del arrendamiento.
Corrientes –que contaba con aptitud ecológica, grandes explotaciones ganaderas, ríos y lagunas– se convirtió en una pionera del nuevo modelo productivo. Éste se extendió luego a Entre Ríos, a partir del desarrollo de nuevas variedades de ciclo más corto y de la utilización del riego subterráneo, aunque en unidades de menor superficie. Si bien ambas provincias presentan características similares en cuanto a la presencia de sectores capitalizados, la preexistencia en Entre Ríos de productores tipo farmer marca conductas diferenciales en la evolución del complejo arrocero (Pagliettini et al., 2001).
La expansión agrícola iniciada en las décadas de 1960 y 1970 –basada en tecnologías mecánicas, químicas y biológicas– definió el patrón de concentración de la década siguiente a favor de las explotaciones medianas a grandes (400 – 1.000 ha), intensificándose este proceso en la década de 1990 (Balsa, 2003). En Entre Ríos, donde históricamente la ocupación extensiva del suelo se había combinado con el asentamiento de colonias de inmigrantes, la estructura agraria de 1980 evidencia el predominio de productores medios y farmers; el 73% de las arroceras tenían menos de 100 ha. En contraste, en Corrientes, donde prevalecía la concentración de la tierra, el 86% de las explotaciones superaban las 100 ha y correspondían a grandes productores y arrendatarios puros (Soverna, 2001).
La conformación del complejo agroindustrial arrocero
A partir de la década de 1980, la revalorización de la agricultura, basada en un modelo de crecimiento liderado por las exportaciones, intensificó los requerimientos de productividad en los diferentes cultivos. Bajo este impulso, una mayor participación del capital financiero y agroindustrial en la actividad primaria y nuevas tecnologías intensivas transformaron los espacios agrarios. En este marco, las explotaciones arroceras experimentaron, junto al mejoramiento de las variedades de semilla, el “boom molinero”, como resultado de la integración “hacia adelante” que produjo la incorporación del secado y la molienda. Además, la exportación comenzó a vislumbrare como una posibilidad; de hecho, entre 1977 y 1981 más del 50 % de la producción nacional de arroz se destinó al mercado externo. Los productores agrícolas se sumaban a este mercado por la vía cooperativa, gracias a la intermediación de la Federación de Cooperativas Arroceras (FECOAR) creada en 1975.
Otros cambios que vivió el sector arrocero por esos años se refieren a la mayor concentración técnica, la difusión de mecanismos de cuasi integración y la creciente diferenciación del producto en el mercado. Como consecuencia, la estrategia de crecimiento se trasladó de los productores agropecuarios a las grandes empresas elaboradoras (Molinos Río de la Plata, Frugone y Preve), abastecedoras del mercado interno como de las cooperativas a cargo del manejo de las exportaciones. Si bien persistían los “chacareros molineros”, la tendencia favoreció la exportación de un producto con mayor valor agregado, aglutinado en las plantas de mayor nivel y capacidad instalada (Soverna, 2001).
Además, el cambio técnico experimentado en los años ‘90 por el sector primario motivó un avance de la frontera agrícola a tierras nuevas, anteriormente de cría de ganado. La expansión productiva del arroz se basó en superficies más extensas, el aprovechamiento del agua superficial acumulada en represas, el mejoramiento del sistema agropecuario (Galli et al., 1993) y la tendencia a la “sedentarización” de una producción tradicionalmente itinerante (Pagliettini et al., 2001).
En Corrientes, la búsqueda de mayores ventajas relativas se expresó en el desplazamiento de las principales zonas productoras hacia el centro-este, al tiempo que se incrementaba la superficie media de las explotaciones arroceras-ganaderas (4.150 ha) y la superficie cultivada (540 ha). Por su parte, Entre Ríos basó su dinámica en una intensificación del uso del suelo en las tradicionales áreas arroceras, dentro de un proceso de agriculturización provincial que se mantiene hasta el presente. Allí, a pesar del crecimiento de la superficie media arrocera, persistió hasta fines de los años ‘90 un estrato de pequeños empresarios (con aproximadamente 90 ha cultivadas y 300 ha en total) sometidos a una progresiva descapitalización. El crecimiento de la superficie media de las explotaciones arroceras ganaderas (1.437 ha) y de la superficie cultivada con arroz (300 ha) se dio en esta provincia en un sistema mixto con una creciente incorporación de pasturas en sus planteos ganaderos (Pagliettini, Delfino y Zabala, 2005). Por otra parte, la movilidad que caracterizó a los productores durante buena parte del siglo XX mermó notablemente, al aumentar la escala operativa.
Los estudios coinciden en la homogeneidad del sector de productores arroceros durante las décadas de 1970 y 1980: los unía el perfil claramente empresarial (INTA-SIPNA, 1975; INTA-SPITAG, 1983; Soverna, 1988). Sin embargo, en la década posterior comenzaron a insinuarse diferenciaciones internas (Gras, 1999). Si bien las distinciones entre las escalas de productores persisten –por ejemplo, en cuanto a superficie operada y capital invertido–, el rasgo más significativo es la profundización de la heterogeneidad interna al interior cada capa de productores (Pagliettini, Delfino y Zabala, 2005). La competitividad variaba en función múltiples elementos: la disponibilidad de los recursos tierra y agua, trabajo y capital y la propiedad de los mismos; la articulación del sector primario con los proveedores de insumos, con la industria y con las cadenas de distribución; y el acceso a financiamiento (Pagliettini et al., 2001).
La significativa expansión del arroz ocurrida en la década del 90 se dio en el marco de una creciente articulación con Brasil, no sólo por ser destino casi excluyente de la producción, sino por el empleo de paquetes tecnológicos y modelos productivos de ese origen y la presencia de actores de origen brasileño (sobre todo en Corrientes), empresas multinacionales o capitales argentinos que inscribieron su estrategia en el “mercado ampliado” del nuevo bloque regional. En este sentido, en el caso de la agroindustria del arroz, las transformaciones estructurales de la economía regional, los cambios en las políticas del principal comprador de arroz (Brasil) y la concentración en las cadenas de distribución tuvieron dos grandes consecuencias. Por un lado, una mayor flexibilidad en las relaciones con la producción primaria y, por otro, una creciente integración vertical que impulsó la concertación de alianzas estratégicas con compañías trader multinacionales y con cadenas de distribución.
Cabe mencionar que la comercialización del arroz se realizó históricamente en un mercado con libre juego de la oferta y la demanda, sin intervención del Estado. Esto, sumado al hecho de que no cotiza en la Bolsa de Cereales, le han restado transparencia al precio. De allí que dos instrumentos clave para el desarrollo de la actividad fueron la política financiera y tecnológica implementada, ambas muy importantes a partir de 1980. Por una parte, la difusión del sistema de warrants habilitó al productor a diferir las ventas, gracias a la financiación de bancos oficiales y privados y a la operación en base a garantías reales. Por otra parte, el INTA, a partir del mejoramiento genético, tecnologías mecánicas y de manejo, acompañó el desarrollo de la actividad con los Programas de arroz en las Estaciones Experimentales de “El Sombrerito” (Corrientes) y Concepción del Uruguay (Entre Ríos).
El impacto de la crisis de 2001
En Entre Ríos, a partir de la crisis de 2001 los productores que sembraban entre 200 y 500 ha han pasado a constituir el grupo numéricamente más importante, mientras que los pequeños empresarios que operaban a escalas inferiores han abandonado la producción. Entre éstos, el cultivo de soja, sin riego, representó una alternativa para los propietarios de diferentes escalas productivas y para los contratistas capitalizados, no así para los pequeños arrendatarios, que pasaron a prestar servicios a terceros. Desde entonces han predominado los arrendatarios puros y los propietarios que toman tierra para producir arroz, es decir, desaparecieron los propietarios que producían arroz exclusivamente en tierra propia. Asimismo, el 50% de las explotaciones utilizan el sistema de riego superficial con agua de represas, lo que implica el desplazamiento de la principal zona productora hacia el norte de la provincia, favorecida por la amplitud de sus cuencas.
El sistema de tenencia, así como la tecnología de riego, han sido clave en el proceso de concentración de la producción, puesto que, así como el arrendamiento permitió el incremento de la escala operada, el riego con represas privadas facilitó la disponibilidad del agua. Al respecto, es de destacar la reducción de la superficie sembrada con arroz en aquellos departamentos que riegan con agua de pozo, por la pérdida de competitividad. Prueba de ello es que entre las campañas de 2009/10 y 2017/18 29.012 ha han dejado de producir arroz (Pagliettini, Valerio, Mozeris y Villegas, 2019).
Varios cambios en la organización del proceso de trabajo han acompañado las transformaciones productivas. Un ejemplo de ello es que los productores de Entre Ríos y Corrientes tienden a tercerizar servicios en los grandes emprendimientos. En efecto, las dificultades económico-productivas han promovido la integración de molinos con productores medios: éstos últimos aportan los tierra y agua y es la industria quien toma a su cargo el financiamiento y la gestión de la producción.
Las modalidades de integración agroindustrial han concedido el financiamiento de la producción primaria, frente a las restricciones impuestas por el sistema financiero. Sin embargo, se observó al inicio de la crisis una creciente desvinculación de los productores pertenecientes al sistema cooperativo, así como una mayor competitividad entre aquellos que utilizaban recursos propios y aquellos a los que su mayor poder de negociación les había permitido asociarse directamente con las empresas proveedoras de insumos.
En el caso de Corrientes, desde 2003 y debido al cambio de políticas (macroeconómicas y financieras, devaluación de Brasil, etc.), el 23% de las explotaciones dejaron el cultivo de arroz. Las que continuaron se distribuían proporcionalmente en todos los estratos, aunque el propietario que arrienda tierras para producir arroz pasó a ser la figura más representativa. Desde entonces disminuyó la importancia productiva de los arrendatarios puros, debido a la obsolescencia de sus equipos y a la pérdida de credibilidad a causa del incumplimiento de las cláusulas de los contratos pactados con los propietarios. Como corolario, en esta provincia se ha configurado una estructura productiva altamente polarizada: los grandes emprendimientos –vinculados a capitales extra-sectoriales y extra-nacionales y que utilizan modernas técnicas de organización y producción– contrastan con las pequeñas unidades –que emplean pocos insumos y técnicas tradicionales–.
Por otro lado, se debilitó la integración del Complejo agroindustrial arrocero argentino-brasileño puesto en marcha en la década del noventa, al retirarse numerosos actores que habían participado en la actividad primaria. Se ha mantenido, sin embargo, la producción de medianas y grandes explotaciones brasileñas y su articulación con molinos ubicados dentro y fuera de la zona fronteriza.
Perspectivas
En la actualidad, la actividad ha intensificado la concentración económica y productiva, dado que los grandes molinos y los exportadores han integrado las distintas ramas de la producción primaria en base al arrendamiento de tierra y agua (de pozo, con energía eléctrica o represa). Para aumentar los rendimientos del cultivo éstos han incorporado tecnología moderna, tales como variedades mejoradas, maquinarias adaptadas a la siembra y riego eficiente con control parcial del flujo de agua (CREA, 2018). Por otra parte, la búsqueda de más amplios márgenes de ganancia que se obtienen en la etapa de industrialización o comercialización operó en detrimento de la articulación con los productores independientes (vía financiamiento).
Dados los precios más fluctuantes del arroz largo fino y largo ancho (las principales variedades producidas en la zona), el arroz orgánico aparece como una alternativa orientada a un mercado más estable, aunque con mayores exigencias de calidad.
Tanto el sistema cooperativo como los productores independientes son agentes con pocas posibilidades de recuperación. Al desaparecer el sector de productores independientes, por su creciente descapitalización, el sistema cooperativo que articulaba sus intereses, tanto en la provisión de insumos como en la comercialización, se vio seriamente afectado. De hecho, en 2020 quedan solo dos cooperativas arroceras: San Salvador, absorbida por ACA, y Villa Elisa, con un gran endeudamiento (CREA, 2018).
Bibliografía
Balsa, J. (2003). Un estudio comparativo de la concentración de la superficie agropecuaria en el Corn Belt norteamericano y la Pampa argentina, 1937-1999. En Actas de la III Jornada Interdisciplinaria de Estudios Agrarios y Agroindustriales. Universidad de Buenos Aires, Argentina.
CREA (2018). ¿Qué pasa con el arroz? Situación actual y perspectivas para el cereal. Revista CREA, (454), 42-54.
Gaché, A. (1914). El cultivo del Arroz en la República Argentina. Memoria presentada al V Congreso internacional del Arroz. Valencia, España: Borras Mestres Comp. Recuperado de http://t.ly/hvMj
Galli, J. (1993). Rotación arroz-pastura ¿Tecnología para un mejor manejo o un nuevo sistema de producción? Revista CREA, (160), 29-42.
Gras, C. (1999). Agroindustria y formas de persistencia de productores familiares. En Actas de la I Jornada Interdisciplinaria de Estudios Agrarios y Agroindustriales, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
INTA-SIPNA (1975a). Arroz. Estructuras productivas regionales. Estación Experimental Regional Agropecuaria (EERA). Concepción del Uruguay, Argentina.
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INTA-SPITAG (1983). Coordinación: Krumpeter, H. La incorporación de tecnología en función del tipo de empresa, Doc. SPITAG N°5, EERA-Concepción del Uruguay, Entre Ríos, Argentina.
Pagliettini, L. et al. (2001). El arroz en la Argentina: La etapa primaria. En Pagliettini, L. y Carballo, C. (Eds.), El complejo agroindustrial arrocero argentino en el Mercosur (pp. 99-140). Buenos Aires. Argentina: Orientación Gráfica Editora.
Pagliettini, L., Delfino, S. y Zabala, S. M. (2005). Transformaciones en los sistemas productivos del sector primario. El complejo arrocero en el Litoral Argentino. Revista Interdisciplinaria de Estudios Agrarios, (22), 31-55.
Pagliettini, L., Valerio, C., Mozeris, G. y Villegas, A. (2019). El consumo de agua en los principales cultivos de la provincia de Entre Ríos. En Actas XI Jornadas Interdisciplinarias de Estudios Agrarios y Agroindustriales, Universidad de Buenos Aires. Argentina.
Soverna, S., Aparicio, S., Giarraca, N. y Tort, M. I. (1988). El complejo agroindustrial arrocero Buenos Aires. Argentina: Centro de Estudios y Promoción Agraria (CEPA).
Soverna, S. (2001). El arroz en la Argentina. Síntesis de sus antecedentes En Pagliettini, L. y Carballo, C. (Eds.), El complejo agroindustrial arrocero argentino en el Mercosur (pp.85-98). Buenos Aires. Argentina: Orientación Gráfica Editora.
- Recibido: mayo de 2020.↵
- Ingeniera agrónoma por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Magíster en Economía Agraria por el Colegio de Posgraduados de México y Doctora de la Universidad de Buenos Aires en el área Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL-UBA). Docente e Investigadora en la Facultad de Agronomía del Departamento de Economía Planeamiento y Desarrollo Agrícola (UBA). Directora de la Maestría en Economía Agraria. Contacto: pagliett@agro.uba.ar.↵