(América Latina, 2000-2021)
Christophe Albaladejo[2]
Definición
Un pacto territorial es un conjunto coherente y estable de arreglos institucionales, organizativos, tecnológicos y económicos, resultantes de una etapa histórica nacional particular y de las relaciones de poder que la caracterizan, que contribuyen a establecer modos particulares de relación entre la sociedad y el territorio. La noción ha sido aplicada al caso particular de la actividad agropecuaria para definir las formas de inserción territorial de la misma y sus transformaciones.
Origen
El término es relativo a visiones o bien históricas, o bien funcionales del territorio. La primera definición científica de “pacto territorial” en América Latina fue dada por Milton Santos (2000), quien vio en esa noción la posibilidad de caracterizar etapas históricas, esencialmente a nivel nacional, y diferenciarlas de estados efímeros armados en forma coyuntural por las burocracias del desarrollo en el marco de una tendencia a la instrumentalización del territorio. Según este geógrafo brasileño, se opone entonces una visión histórico-geográfica (de “pactos estructurales”) a una visión instrumental (de “pactos funcionales”).
En cuanto a los pactos estructurales, Milton Santos no los define directamente, sino que a través del ejemplo. Nos dice que:
La historia de Brasil también es una historia de verdaderos pactos territoriales. El imperio nació con el abandono del estatuto colonial, el territorio siendo la base tangible de la constitución del nuevo Estado-nación […] Con la Constitución de 1937 y el Estado Nuevo: se suprime la autonomía de los estados, la federación ha sido legalmente mutilada para permitir el predominio sin contraste de un poder central […] Se asentaron así las pre-condiciones de un Estado moderno […] La construcción de Brasilia es la oportunidad para que se revele un nuevo pacto territorial [que] se inscribe en un movimiento mucho más amplio, él de la modernización de un país, cuyo territorio debió prepararse a un enorme cambio programado. (Traducción del autor) (Santos, 2000, pp.101-102).
La modernización es un proceso que tiene un lugar central en los fenómenos que permiten describir la noción de pactos territoriales. Sin embargo, ese concepto no ha sido desarrollado por Santos ni sus continuadores, de manera que representa, hoy en día, más un “concepto en porvenir”, producto de mucha intuición y cultura sociopolítica en los contextos societales latinoamericanos, que el elemento central de una teoría. Paralelamente, dicho significante ha sido incorporado en el ámbito científico-tecnocrático del llamado “desarrollo territorial”. En este universo representa un “Pacto interinstitucional” lo cual significa que “Se aspira a generar nuevos conocimientos sobre una relación posible entre el crecimiento económico de un territorio y su impacto social y ambiental local en pos de mejorar la calidad de vida de sus pobladores” (Propersi & Albanesi et al., 2012, p.2).
Paralelamente al auge de esos usos funcionales del término, reconceptualicé su sentido “estructural” en el marco de una teoría de la inserción territorial de la actividad agropecuaria y de la copresencia de modelos de desarrollo agropecuarios (Albaladejo, 2017). En este marco teórico llamado de las “mediaciones territoriales”, el pacto territorial es la correspondencia histórica entre un modelo (nacional) de desarrollo y un tipo de inserción territorial local de la actividad agropecuaria (una mediación territorial). Tomando a Gramsci (2012) como referencia, un pacto territorial se corresponde entonces con un “bloque histórico”, o sea, con un período coherente de la trayectoria histórica de un país. Pero hay una diferencia con Gramsci: no siempre un pacto logra ser hegemónico, y cuando no lo logra, no por eso desaparece. Este último hecho conduce justamente en el período actual a la copresencia de varios pactos en los mismos territorios, con configuraciones locales singulares.
El vínculo pragmático a la acción y al territorio local: los pactos funcionales
La noción de pacto territorial está íntimamente vinculada con las de “desarrollo” (y en especial con los procesos de modernización) y “ciudadanía”. O sea, procede de visiones críticas del desarrollo, intentando hacer visible y acompañar las tendencias o dispositivos que contribuyen a la emergencia de un espacio público, local o nacional, en el cual los ciudadanos practiquen un “desarrollo participativo”.
Los pactos funcionales se centran sobre los métodos y la implementación de dispositivos de concertación y acción, consecuentemente pueden ser considerados como aportes metodológicos para el desarrollo local o desarrollo territorial. Se trata de un enfoque que la CEPAL llamó “pactos sociales territoriales” (Williner Sandoval, Frías & Pérez, 2012), promoviendo la participación de los “sujetos beneficiarios” de políticas públicas, un enfoque que el mismo organismo dice venir implementando desde 1997 a través del Instituto Latinoamericano y del Caribe de Planificación Económica y Social (ILPES). En realidad, el auge de estos métodos de desarrollo territorial concertado se dio como forma de resistencia, o al contrario de acompañamiento, a las transformaciones neoliberales de los años 1990.
Se desarrolló en particular en el Brasil rural durante los años 90, poniendo como condición a los municipios, para que reciban el crédito del Estado Federal, armar un Consejo Municipal de Desarrollo Rural con un Plan de Desarrollo Consensuado. Se escribieron hasta manuales (Mattei & Rebeschini, 2000) para ayudar a los agentes municipales y actores locales a implementar lo que Abramovay (2000) llamó un “pacto territorial”, inspirándose en los autores de la tercera Italia del sociólogo Antonio Bagnasco y del economista Giaccomo Becattini basados a su vez en Alfred Marshall, según Casarotto Filho & Pires (1998, citados por Abramovay, 2000).
Un pacto territorial debe responder a cinco criterios:
– movilizar a los actores alrededor de una ´idea guía´
– contar con la ayuda de estos actores no solo en la implementación, sino que también en la concepción de un proyecto;
– definir un proyecto que sea orientado para el desarrollo de las actividades de un territorio;
– implementar el proyecto en un plazo definido;
– crear una entidad de gestión que sea la expresión de la unidad (siempre conflictual por supuesto) entre los protagonistas del pacto territorial. (Traducción del autor) (Abramovay, 2000, p. 5).
Esas concepciones son completamente coherentes con los trabajos en “ingeniería o inteligencia territorial”, desarrollados en Europa, e importados con un trabajo importante de adaptación por autores latinoamericanos como Horacio Bozzano en Argentina. De hecho, su definición de la noción de “territorio” podría ser la del pacto territorial en el sentido funcional de la noción:
El territorio es un lugar de variada escala –micro, meso, macro– donde actores –públicos, privados, ciudadanos y otros– ponen en marcha procesos complejos de interacción –complementaria, contradictoria, conflictiva y cooperativa– entre sistemas de acciones y sistemas de objetos, constituidos éstos por un sinnúmero de técnicas –híbridos naturales y artificiales– e identificables según instancias de un proceso de organización territorial en particulares acontecimientos –en tiempo-espacio– y con diversos grados de inserción en la relación local-meso-global. El territorio se redefine siempre. (Bozzano, 2013, p.12).
Aunque se contemplen los conflictos tensiones y maniobras diversas de los actores, en esas visiones siempre se estima que es posible el diálogo y se considera que no pasamos los límites de lo que Boltanski y Thévenot (1991) llaman el postulado de “común humanidad”. Sin embargo, sabemos que en América Latina son comunes las situaciones donde las reglas de juego están dadas por la violencia, la intimidación, la brutalidad y el engaño. Por esa razón llamé a estos enfoques funcionales “una utopía necesaria” (Albaladejo, 2003), ya que no se dan casi nunca las condiciones del postulado de común humanidad, pero sin embargo hay que seguir movilizando este tipo de enfoque para poder acompañar las innovaciones discretas de actores visionarios y corajudos.
El vínculo crítico a la historia larga, a las relaciones de poder y al territorio nacional: los pactos estructurales
La mayoría de los pactos funcionales son en realidad impuestos por minorías de mucho poder, que hasta pueden llegar a manipular o desvirtuar los procesos de “concertación” involucrados en el enfoque mencionado anteriormente. Por esa razón, lo que importa conocer críticamente, es el contexto político-histórico en el cual se aplican estos métodos de “pactos funcionales”, o sea, el tipo de pacto estructural que enmarca la acción.
Nos dice Milton Santos que un pacto territorial (estructural) es “indispensable para que una sociedad civil adquiera un rostro jurídico, la forma en que puede, legalmente, intervenir en el proceso político-jurídico” (Santos, 2000, pp. 104-105) (Traducción del autor). Si lo transponemos al caso del sector agropecuario, podemos leer esa proposición como que es indispensable para que la base social de un modelo de agricultura consiga una cara institucional con la cual pueda, en forma aceptada por la sociedad, intervenir en el proceso de desarrollo rural y agropecuario. Advierte Santos que este pacto puede ser, sin embargo, reducido a un simple pacto funcional cuando “el territorio sigue siendo utilizado como escenario de acciones aisladas y en conflicto de intereses de actores aislados” (2000, p. 105) (Traducción del autor). O sea que ese pacto es funcional para la categoría social que lo promueve en su beneficio.
En lugar de convertirse en el instrumento deseado de igualdad individual y de fortalecimiento de la ciudadanía, el territorio mantendrá su actual papel perverso, no sólo albergando, sino creando realmente ciudadanos desiguales, no sólo por su lugar de producción, sino también por el lugar donde viven. (Traducción del autor) (Santos, 2000, pp. 105-106).
Por esa razón es fundamental lo que se suele llamar a veces “la imagen” de una forma de agricultura, la cual implica lograr asociar a sus intereses parte de la sociedad (urbana en particular), en el caso, por supuesto, que no consiga imponer su visión a la sociedad en su conjunto mediante la construcción de una hegemonía. No se construye un pacto territorial a espaldas de la sociedad (Albaladejo, 2021).
La construcción de una hegemonía siempre ha sido la forma de pasar de un momento histórico a otro y entonces de un pacto territorial (estructural) a otro. Recordemos que para Gramsci (2012) la hegemonía es más que la dominación, ya que consigue imponer los intereses de la clase dominante hasta en las mentes y las visiones de los dominados. Cada pacto o bloque histórico produce sus propias identidades y una semántica particular. De hecho, podríamos clasificar todos los vocablos de este diccionario en función de distintos pactos históricos:
- Al pacto colonial le corresponden los términos de: gaucho, terrateniente pampeano, pulpería, hacienda o estancia colonial, etc.);
- Al pacto agrario tradicional, los términos de: chacarero, estanciero, peón rural, burguesía agraria, campesino, pueblo rural, etc.;
- Al pacto moderno clásico, los términos de: INTA, AACREA, agrociudad, productor moderno, extensionista, etc.
Cada uno de estos pactos han sido construidos sobre la hegemonía de una clase agraria dominante. Ahora, ¿existe un pacto territorial sin hegemonía?
Al menos se suelen identificar dos intentos de construcción de pactos:
- Un pacto hipermoderno, siguiendo los términos de: AAPRESID, ACSOJA, ASAGIR, pools de siembra, agronegocios, siembra directa, financiarización, etc.
- Otro pacto posmoderno, siguiendo los términos de agricultura familiar, agroecología, juventud rural, MOCAFOR, MOCASE, desarrollo rural, circuitos cortos, etc.
De hecho, la época actual podría ser considerada como una etapa de ausencia de una hegemonía clara en la agricultura. Por ejemplo, el modelo de agronegocios es claramente dominante en Argentina, pero solo consigue ser hegemónico (con dificultades) en el mundo de la agricultura empresarial. Se refleja en los términos de este diccionario que indican una coexistencia de modelos de agricultura: agroecología, agronegocios, desarrollo rural, financiarización, circuitos cortos, UCAR, CEPT, pools de siembra, etc. Lo que pasa es que emergen modelos en paralelo, en particular el de la agricultura familiar, con una cierta capacidad para pretender construir su propio pacto territorial con el resto de la sociedad.
Reflexiones
Las reflexiones acerca de la noción de “pacto territorial”, en una época en la cual no se define claramente la hegemonía de un modelo de agricultura, aún está abierta. Podría ser un período de transición, aunque se está extendiendo mucho en el tiempo y además ¿hacia qué modelo? Al menos la noción de pacto territorial permite evidenciar los intentos de cada forma de agricultura de imponerse como modelo, y pensar en las modalidades en que esa copresencia logre construir un territorio coherente, más o menos “negociado”, pasando de una situación de copresencia de hecho, a veces salvaje, de modelos a formas emergentes de coexistencia. La coexistencia podría eventualmente ser pensada como un pacto territorial posible, lo que implica un desarrollo de la ciudadanía y la construcción de un sólido espacio público donde poner en debate las formas de agricultura en presencia.
Bibliografía
Abramovay, R. (2000). O capital social dos territórios: repensando o desenvolvimento rural. Economia Aplicada, 4(2), 1-20.
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Albaladejo, C. (2017). Coexistencia en el territorio de diferentes modelos de desarrollo agropecuario: la teoría de los pactos territoriales aplicada al caso argentino. En Nieto, D., Palacios, P. et al. (Eds.), Actas del Seminario Internacional Transformaciones Territoriales y la Actividad Agropecuaria: Tendencias globales y emergentes locales (La Plata, 2016) (pp. 27-52). La Plata, Argentina: Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación (FaHCE).
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Boltanski, L. & Thévenot, L. (1991). De la justification. Les économies de la grandeur. Paris, France: Gallimard.
Bozzano, H. (2013). Geografía e inteligencia territorial: Geo-grafein, Geo-explanans, Geo-transformare. Revista Geográfica Digital, 10(19), 1-24.
Casarotto Filho, N. & Pires, L. H. (1998). Redes de pequenas e médias empresas e desenvolvimento local: estratégias para a conquista das empresas e desenvolvimento local: estratégias para a conquista da competitividade global com base na experiência italiana. São Paulo, Brasil: Atlas.
Gramsci, A. (2012). Guerre de mouvement et guerre de position. Textes choisis et présentés par Razmig Keucheyan. Paris, France: La Fabrique Editions.
Mattei, L. & Rebeschini, P. R. (2000). Capacitação em gestão social para os conselheiros municipais de desenvolvimento rural. Módulo II: Gestão social e Planejamento. Ministério do Desenvolvimento Agrário. Brasília, Brasil: Secretaria da Agricultura Familiar, PRONAF e Projeto PNUD BRA 98/012.
Propersi, P., Albanesi, R. et al. (2012). Alcances y desafíos de un Pacto Territorial en pos del desarrollo local. El caso de una localidad agraria del sur santafesino. VII Jornadas de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata. Universidad Nacional de La Plata, Argentina.
Santos, M. (2000). O espaço do cidadão. São Paulo, Brasil: Nobel.
Williner, A., Sandoval, C., Frias, M. & Pérez, J. (2012). Redes y pactos sociales territoriales en América Latina y el Caribe: Sugerencias metodológicas para su construcción. Santiago de Chile, Chile: ONU – CEPAL – ILPES.
- Recibido: febrero 2021.↵
- Ingeniero agrónomo, especialización en zootecnia. Grado, tesis doctoral y tesis de habilitación en Geografía y ordenación del territorio. Profesor de la Universidad Nacional de La Plata, Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales (UNLP – FCAyF). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, en el Instituto Multidisciplinario de Historia y Ciencias Humanas, Buenos Aires (CONICET – IMHICIHU), y del Institut National de Recherche pour l’Agriculture, l’Alimentation et l’Environnement (INRAE, Francia, Red Internacional de Investigación AgriteRRIs). Contacto: albaladejo@agro.unlp.edu.ar.↵