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Burguesía vitivinícola[1]

(Región Cuyana, Argentina, 1990-2020)

Adriana Chazarreta[2]

Definición

La burguesía vitivinícola es aquella fracción de la burguesía agroindustrial dedicada a la elaboración, fraccionamiento y/o comercialización de vino y/o mosto e, incluso en algunos casos, también a la producción de uva. Se conforma por los sujetos que poseen y/o cumplen la función del capital, tienen determinados intereses comunes y están en permanente conflicto con la clase trabajadora.

Origen

La vitivinicultura es una actividad con una larga trayectoria productiva en las provincias cuyanas (fundamentalmente en Mendoza y San Juan), aunque se ha extendido a otras zonas como es el noroeste (Salta) o la región patagónica (Río Negro). En la provincia de Mendoza, el desarrollo de la vitivinicultura tuvo su origen hacia fines del siglo XIX e incidió para ello la llegada del ferrocarril y el arribo de inmigrantes (aunque ya desde la época colonial se producía uva y se elaboraba vino, especialmente en bodegas artesanales). Desde 1900, se fue perfilando la importancia de un grupo reducido de grandes empresarios (los bodegueros integrados), con un fuerte poder económico y con presencia en la política provincial.

Si bien parten desde perspectivas teóricas diferentes, varios estudios refieren en forma indistinta a conceptos como el de burguesía, élite o empresariado vitivinícola y a los sujetos que conforman estos grupos, se los suele denominar como bodegueros (Ver Bodeguero en esta obra).

Según Mateu (2002), la burguesía vitivinícola —que por la misma definición pareciera estar haciendo referencia a la élite vitivinícola—, de principios del siglo XX estaba conformada por no más de veinte familias, que elaboraban más de 50.000 hl, o aunque produjesen menos, ocupaban posiciones destacadas en el aparato del Estado, en los organismos crediticios y/o en las entidades sectoriales. Esta burguesía tenía dos procedencias. Por un lado, las familias del sector comerciante-ganadero que se incorporaron exitosamente a la nueva actividad industrial, formaban parte de la elite política gobernante y esto les ofrecía condiciones de privilegio para desarrollar la nueva actividad (Mateu y Gascón, 1990). Martin (1992, p. 81) llama a este sector de la burguesía vitivinícola: oligarquía burguesa.

Por otro lado, algunas familias de inmigrantes pronto se integraron como miembros prestigiosos de la emergente burguesía vitivinícola. Entre las condiciones que facilitaron su inserción en la actividad, cabe mencionar, la ayuda de redes políticas, familiares o de connacionales, y especialmente los casamientos con mujeres de familias criollas comerciantes. En algunos casos, traían capital desde sus países de origen (Mateu y Gascón, 1990).

El modelo en vigencia hasta los años 1980 se basó en la producción de vino común a gran escala y en la venta al mercado interno, articulada mayoritariamente por capitales locales o proveniente de descendientes de inmigrantes que se radicaron en la provincia en las primeras décadas del siglo XX. La bibliografía especializada se refiere a este modelo como “centenario” (Mateu, 2007), “tradicional” o “productivista” (Bocco et al. 2007; Bocco y Dubbini, 2007). Hacia la década de 1970, algunas empresas comenzaron a exportar a baja escala y se inició el ingreso de grupos económicos nacionales.

La crisis de la actividad hacia fines de 1980, dada no sólo por la sobreproducción sino también por la disminución de la demanda de vino para el mercado interno, constituyó un hito. En efecto, enmarcadas ahora en un nuevo régimen social de acumulación, varias economías regionales comienzan a reorientarse hacia el mercado externo. En el caso de la vitivinicultura, dicha reorientación o reconversión trajo aparejada, entre otros procesos, el aumento de las exportaciones, el incremento de las inversiones extranjeras, la innovación tecnológica, la diferenciación de productos a partir de nuevos criterios de calidad, los cambios varietales y en el manejo de los cultivos, la disminución del consumo interno de vinos comunes y la expansión del consumo de vinos finos, la mayor integración vertical, el surgimiento de actividades asociadas y la crisis de los productores más pequeños (Azpiazu y Basualdo, 2001; Richard-Jorba, 2008; Bocco, 2007; Chazarreta, 2012).

Entradas y persistencias. Trayectorias y estrategias de la burguesía vitivinícola

La reconversión vitivinícola implicó tres movimientos 1) entrada de empresas, portadoras de nuevas lógicas de producción, 2) salida de antiguas firmas (observable en la importancia de la compra de bodegas por parte de los ingresantes) y 3) permanencia de otras que lograron irse adaptando.

Las empresas que iniciaron actividades antes de la década de los ‘90 representaban en la Provincia de Mendoza en 2002 aproximadamente el 40% del total de empresas vitivinícolas según datos del Censo Industrial Provincial (CIP) 2002-03. Este guarismo es similar al que surge de la Encuesta Nacional de Dinámica del Empleo e Innovación (ENDEI) II y que muestra que en 2016 poco más del 40% de las empresas argentinas de la rama “vinos y otras bebidas fermentadas” habían comenzado en la actividad antes de 1996 y, específicamente, el 7% entre 1986 y 1995. Estas empresas se orientaban mayoritariamente al mercado interno y provenían de capitales nacionales. Más aún, gran parte de esos capitales nacionales correspondían a capitales locales (provinciales). Sin embargo, su carácter local no hace de este conjunto de empresas un sector homogéneo, ni define una posición compartida en términos de estructura de clases. Por el contrario, esta burguesía local está internamente diferenciada, no sólo en relación a los recursos que controlaban y a su posicionamiento en el mercado, sino también respecto a las trayectorias seguidas entre el inicio de la reconversión y la actualidad.

Una primera capa de esta burguesía local evidencia una pérdida de capacidad productiva —signada por el endeudamiento y el deterioro de su patrimonio—, visible en la debilidad de su posición actual. Incluso, en algunos casos, se observan comportamientos de adaptación (como la especialización) para sostenerse en la actividad. Aun así, su orientación productiva fundamental sigue siendo la venta de vino a granel, lo que implica menores ingresos.

Una segunda capa de esta burguesía local preexistente muestra una posición acomodada, con miembros que desarrollan exitosas trayectorias productivas y empresariales de reconversión para adaptarse a los cambios en la actividad vitivinícola. Entre dichas estrategias se encuentran la búsqueda de una mejora en la calidad y la diversificación de productos, la incorporación de tecnologías, y la orientación hacia el mercado externo. Con mayor o menor dificultad (y estabilidad) esta franja de la burguesía local, cuya dinámica de acumulación se realizaba en el marco del mercado interno, comenzó una trayectoria de internacionalización en cuanto logró expandir su ámbito de influencia más allá de las fronteras nacionales.

Asimismo, el fenómeno de ingreso de nuevos sujetos a la actividad adquirió un peso relevante en el total de empresas: casi el 60% (en 2002) ingresó a la actividad luego del inicio de la reconversión (CIP 2002-03). Este dato se replica en 2016 respecto a las empresas argentinas que comenzaron en la rama “vinos y otras bebidas fermentadas” a partir de 1996 (ENDEI II). Esta cifra es elocuente en relación a la intensa recomposición operada en la vitivinicultura.

En cuanto a las características o perfiles de los nuevos sujetos que ingresaron a la actividad vitivinícola se destaca, respecto al origen de su capital y a su tamaño, una heterogeneidad importante: empresas de capitales extranjeros, junto con capitales locales y/o nacionales, grandes, medianas y pequeñas empresas. Por lo tanto, se identifican franjas que corresponden a la clase capitalista transnacional, a la burguesía internacional o internacionalizada (Robinson, 2007) y a la burguesía de capitales locales y/o nacionales (Chazarreta, 2012 y 2014).

Respecto al ingreso de capitales extranjeros y su relación con la burguesía nacional y/o local se resaltan dos aspectos. Por un lado, tal ingreso no necesariamente implicó una subordinación total a ellas o a sus lógicas productivas. Por el contrario, muchas empresas se mantuvieron en la actividad adecuándose a las transformaciones. Asimismo, algunas de las empresas que ingresaron eran nacionales, de gran tamaño, y estaban insertas en otros sectores de actividad con posiciones dominantes. Por el otro, en las últimas décadas se establecieron integraciones comerciales y financieras entre empresas nacionales y/o locales, y extranjeras que van más allá de simples vínculos comerciales: por ejemplo, empresas extranjeras (en algunos casos transnacionales) que adquirieron las marcas de empresas históricas de la vitivinicultura aprovechando su experticia o firmaron acuerdos de elaboración con marcas propias. Así, las empresas extranjeras tuvieron la ventaja de repartir los riesgos, beneficiándose del acceso a los recursos y al conocimiento local que tenían las empresas nacionales. Estas vinculaciones, si bien indican la conformación de tramas productivas con signos de desigualdad, también constituyeron formas que le permitieron a la burguesía de capitales nacionales y/o locales permanecer en la actividad, retener parte del control de la empresa y poder participar de los mercados globales (Chazarreta, 2019).

Caracterización de la estructura sectorial de la burguesía vitivinícola

Al interior de la burguesía vitivinícola se pueden identificar las siguientes capas o franjas con relación al poder de mercado y a las condiciones de acumulación (Chazarreta, 2014). En primer lugar, se destaca una capa dominante integrada por las grandes empresas extranjeras, particularmente transnacionales, y por las grandes empresas nacionales que ocupan los primeros lugares en el mercado interno y que también son importantes en el mercado externo. Si bien existen diferencias entre sí (especialmente de escala), con respecto al resto de las empresas, sus posiciones en la estructura socio-productiva son similares. Una de las características de estas empresas es la alta flexibilidad en lo que respecta a los productos (como, por ejemplo, poder elaborar productos de varios segmentos o calidades) y mercados, hecho que es posible precisamente a raíz de la posición dominante que ocupan.

Por debajo de esta franja se distingue otra, en una posición acomodada, que logra acumular, pero que no llega a ser dominante. En esta franja es posible ubicar, en parte, a la burguesía a cargo de empresas nacionales (especialmente locales) que lograron adaptarse a los cambios en la actividad vitivinícola de forma exitosa, es decir, que fueron capaces de cambiar a tiempo sus orientaciones productivas: pasaron de ser trasladistas (esto es de vender el vino a granel) a fraccionadoras, de elaborar vinos comunes a elaborar vinos finos, o se insertaron en el mercado externo cuando antes se orientaban solamente al mercado interno. Una de las causas de esta capacidad de transformación fue la disponibilidad de capital, proveniente de procesos de acumulación previos en la actividad. También se ubican en esta posición parte de la burguesía de capitales extranjeros o nacionales, que produce en bodegas pequeñas y medianas y se orienta principalmente al mercado externo, pudiendo acumular a partir de una alta diferenciación de segmentos de consumo en ese mercado, es decir, de la transformación del vino en una speciality. Sin dudas, un tipo de cambio con el peso argentino devaluado constituye una condición favorable fundamental para este sector.

Por último, se encuentran las franjas que no concentran proporciones significativas del mercado ni logran acumular de manera sostenida, y cuyas posiciones son más débiles y subordinadas. Se trata en buena medida de empresas vitivinícolas que venden fundamentalmente en el mercado interno. Una característica relevante que comparten es la flexibilidad como estrategia de supervivencia. De acuerdo al contexto de mercado, venden la uva sin elaborar, embotellan a partir del fraccionamiento móvil, venden a granel o producen mosto. Esta flexibilidad resulta de condiciones diferentes a las de las posiciones dominantes, al ser consecuencia justamente de su posición desventajosa en la actividad.

Estas diferentes posiciones según niveles de concentración y posibilidades de acumulación y de subordinación no implican una segmentación estanca, por el contrario, existen relaciones entre ellas. Un ejemplo de ello son las relaciones funcionales que se dan entre el sector de bodegas trasladistas que abastecen a las empresas que fraccionan y las grandes empresas nacionales y extranjeras. Éste es un sector importante en términos de lo que representa en la totalidad de empresas y si bien en gran medida se dedican a vinos comunes también hay una parte que elabora vinos finos. Estos vínculos suponen integraciones productivas y económicas —en particular cuando existen relaciones de exclusividad— en las que la persistencia de las empresas trasladistas se explica en buena medida porque son funcionales a las dinámicas económicas de las empresas de mayor tamaño o de mayor integración (al abarcar el fraccionamiento y la comercialización).

Reflexiones

Analizar la burguesía vitivinícola, y su recomposición en relación a las transformaciones de la actividad en las últimas décadas, permite obtener una perspectiva integral de las características y la posición de las diferentes franjas que la componen. De esta forma se puede identificar la variabilidad de perfiles, las trayectorias y las estrategias productivas y las relaciones de funcionalidad que se establecen entre los diferentes sectores que explican por ejemplo cómo los nuevos sujetos de la burguesía que ingresaron a la vitivinicultura se vinculan con los preexistentes, así como también los modos en que estos últimos se adaptaron a las nuevas características y dinámicas de la actividad.

En síntesis, el proceso de reconversión vitivinícola impactó sobre su burguesía, no sólo expulsando sujetos y generando mayor concentración, sino también que produjo una mayor diferenciación. Además, si bien los cambios a los que debieron adaptarse las franjas locales y nacionales de la burguesía pudieron tener un carácter exógeno —la naturaleza de las innovaciones tecnológicas, los sistemas de producción en los viñedos, etc.— intermediado principalmente por empresas extranjeras ingresantes, esto no implicó una subordinación total a ellas ni a sus estrategias productivas. Por el contrario, una parte de esta burguesía de capitales locales/nacionales se mantuvo en la actividad incorporando los cambios necesarios. Asimismo, se dio el caso del ingreso de franjas de la burguesía correspondiente a empresas nacionales, de gran tamaño, algunas de las cuales estaban insertas en otras actividades económicas con posiciones dominantes e integraban grandes grupos económicos.)

Por tanto, si bien el ingreso de empresas extranjeras y transnacionales desplazó a un conjunto no menor de empresarios locales, en conjunto la burguesía vitivinícola local y/o nacional encontró nuevas formas de estar presente en la actividad, formas que en algunos casos permiten su persistencia en condiciones de fragilidad, pero en otros no son desventajosas: en efecto, hay franjas de la burguesía de capitales locales/nacionales que han logrado conservar posiciones de poder en la estructura vitivinícola. Este aspecto resulta significativo en tanto complejiza las miradas sobre la globalización y la reestructuración de las actividades económicas que suelen prestar poca atención a la inserción de capitales y sujetos locales.

Bibliografía

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Bocco, A. et al. (2007). La trama vitivinícola en la provincia de Mendoza. En Delfini, M., Dubbini, D., Lugones, M. y Rivero, I. N. (Comps.), Innovación y empleo en tramas productivas de Argentina (pp. 43-91). Buenos Aires, Argentina: Prometeo.

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Robinson, W. (2007). Una teoría sobre el capitalismo global. Producción, clases y Estado en un mundo transnacional. Bogotá, Colombia: Ediciones Desde abajo.


  1. Recibido: febrero de 2021.
  2. Licenciada en Sociología por la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo). Doctora en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento y el Instituto de Desarrollo Económico y Social (UNGS-IDES). Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con lugar de trabajo en el Instituto de Altos Estudios Sociales de la Universidad Nacional de San Martín (IDAES-UNSAM). Docente en IDAES-UNSAM. Contacto: adchazarreta@gmail.com.


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