(Uruguay, 1990-2020)
Diego E. Piñeiro[2]
Definición
La esquila actual es un proceso de trabajo por el cual un equipo de trabajadores coordinado por un capataz o “maquinista” corta por medios manuales o mecánicos la lana de los ovinos, la selecciona y la acondiciona para un proceso fabril posterior de lavado, hilado y tejido.
Historia
El corte de la lana de ovejas (y otras especies animales) para su aprovechamiento en hilados y tejidos para abrigo y vestimenta, en sus orígenes, formaba parte de las tareas cotidianas de los campesinos. Es en las grandes transformaciones que origina la Revolución Industrial donde se debe buscar el origen de la esquila como tarea diferenciada y organizada tal como se conoce y define en la actualidad (Ashton, 1965).
Hacia fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la industria textil inglesa se vuelve hacia los países de clima templado americanos y de Oceanía en la búsqueda de nuevas tierras y nuevos brazos para producir lanas e hilados cuya demanda seguía creciendo.
Tanto Uruguay como Argentina fueron territorios apropiados para el desarrollo de la ganadería ovina, por sus características de clima y suelos, su baja densidad productiva y demográfica, inmensas llanuras con pasturas adecuadas y un sistema de propiedad de la tierra que dio lugar a establecimientos (estancias) de grandes dimensiones donde se podía desarrollar una ganadería extensiva y de bajo costo.
En Uruguay, las cabezas de ganado ovino pasaron de menos de un millón en 1852 a 26 millones en el censo de 1908. Paralelamente, las exportaciones de lana pasaron de representar el 23% del valor total exportado por el país a significar el 36% a fines del siglo XIX (Moraes, 2003). En el siglo siguiente, el stock ovino se mantuvo alrededor de los 20 millones de cabezas con variaciones marcadas por las alternativas del mercado mundial. Previamente a la introducción de la máquina, la esquila se hacía con la tijera manual de aro o martillo. Un esquilador podía esquilar 40 a 50 ovinos por día. Las comparsas según un observador de la época podían tener hasta 50 y 60 esquiladores (Bouton, 2009). La lana fue el segundo producto de exportación agropecuaria y en las décadas de la Industrialización Sustitutiva de Importaciones hubo una pujante industria de hilados y tejidos. Aun cuando la máquina de esquila redujo el tamaño de las comparsas, continuó siendo importante el empleo que generaba esta actividad en el medio rural y en las ciudades del interior.
En el siglo XXI, se produce una brusca caída del stock: con sólo 13 millones de cabezas en el año 2000, apenas llega a 6 millones en el año 2018. Consecuentemente en el mismo período la producción de lana esquilada disminuye de 53 mil toneladas (de base sucia) a 26 mil toneladas (DIEA-MGAP, 2019. Moraes, 2003).
Los factores que incidieron en la disminución del stock ovino (y de su importancia en la generación de empleo) pueden vincularse a los cambios tecnológicos ocurridos a lo largo del tiempo. Sin embargo, en el siglo XXI, hay que vincular dicha disminución a la competencia por la tierra que, a partir del nuevo modelo productivo hegemónico, los agronegocios, que se expande cultivando cereales y oleaginosos, por un lado y por otro, la competencia por tierras de menor calidad (pero aptas para los ovinos) que hace el Complejo forestal-maderero- celulósico (Piñeiro, 2014).
La organización del trabajo en la esquila
El actor principal en la organización del proceso de trabajo de la esquila es el Maquinista. Este es un pequeño empresario que alterna el negocio de la esquila (estacional) con otras tareas y roles que desempeña a lo largo del año. Su principal “capital” es su reputación y los contactos que le permiten “conseguir majadas” para esquilar y enrolar a los trabajadores necesarios para organizar la comparsa. Los propietarios de las majadas al contratar a un maquinista tienen en cuenta el precio por animal esquilado, la prolijidad en el trabajo y el comportamiento de la comparsa. El arreglo entre ganadero y maquinista es verbal pactándose un precio por animal esquilado, siendo frecuente que exista una relación duradera entre ambos con cierta estabilidad interanual (Fernández, 2009; Piñeiro, 2003).
El trabajo se organiza alrededor de la máquina de esquila. Esta puede tener una cantidad variable de tijeras siendo lo más frecuente que tenga de cuatro a seis tijeras. Consta de una estructura cuadrangular de hierro y un motor que transmite el movimiento a las tijeras. Las comparsas tienen tantos esquiladores como tijeras, incluyendo trabajadores en otros puestos de trabajo: agarradores, embolsador, acondicionadores, barredores y el cocinero. Dependiendo del número de tijeras, lo más frecuente es que una comparsa tenga entre doce y catorce trabajadores.
Los esquiladores son la pieza central de la comparsa. De ellos depende, no sólo sus ingresos sino también el de los demás integrantes de la comparsa. La tarea requiere fuerza física y pericia manual no sólo para esquilar los 90 a 120 animales diarios que se espera de ellos sino también para hacerlo cuidando el vellón y sin herir al animal.
Los agarradores son los que toman al animal del corral, lo alzan en vilo y lo transportan hasta los pies del esquilador. Es un puesto de trabajo de gran exigencia física. El esquilador recibe el animal, lo coloca en posición y comienza el trabajo de esquila. Los velloneros levantan el vellón recién esquilado, entregan la ficha (la ficha o “lata” es una especie de moneda acuñada por el estanciero generalmente de aluminio, con la marca o el nombre de la estancia, que se le entregaba al esquilador por cada animal esquilado. Al final del día o de la semana las “latas” eran cambiadas por dinero) por oveja esquilada al esquilador, y lo transportan hasta la mesa de clasificación, donde los acondicionadores hacen una primera clasificación de la lana, separando las partes de peor calidad que se amontonan y luego se embolsan separado del vellón. El vellón, así preparado se le alcanza al embolsador que está en el interior de una bolsa de plástico grueso, de un metro de diámetro y tres metros de altura. Desde su lugar recibe el vellón y lo va acomodando en el piso de la bolsa en círculos y pisándolo para compactarlo. El embolsador va emergiendo hacia la superficie de la bolsa a medida que la bolsa se va llenando. Es un trabajo muy pesado e insalubre porque la lana, el polvo y la suarda de la lana (su grasa) le caen encima del cuerpo. Luego está el barredor o “benteveo” que barre continuamente el piso del galpón, levantando restos de lana, y orines de los animales para que la lana no se ensucie y para que los esquiladores trabajen con mayor comodidad. Finalmente está el cocinero: su tarea es preparar las cuatro comidas diarias para los trabajadores, tener siempre el fuego prendido y agua caliente para el mate, controlar las provisiones, y mantener limpia ollas y vajilla.
El pago de los trabajadores es diferencial: a los esquiladores se les paga por animal esquilado, al agarrador por animal agarrado (pero un poco menos que al esquilador) y a los demás integrantes se les paga por cada cien animales esquilados con variaciones en el monto según el puesto de trabajo ocupado. Sólo al cocinero se le paga por día y es al único al que también se le paga en días de lluvia. El monto que un trabajador puede cobrar en una temporada de esquila (que dura dos a tres meses según las máquinas), está influido por la cantidad de días sin lluvias y por el tamaño de las majadas: majadas chicas incrementan los tiempos muertos ocupados en armar los campamentos y en trasladarse de un establecimiento ganadero a otro (Bianco, 2003). Para orientar al lector, en el año 2001 se le pagó a los esquiladores un equivalente a 18 centavos de dólar por animal esquilado. En el año 2019 se pagó 47 centavos de dólar. El Salario Mínimo Nacional en 2001 era de u$90 y en 2019 era u$437
Los trabajadores de la esquila son trabajadores precarios en la medida que se ocupan en un trabajo estacional. Pero no todos tienen los mismos niveles de precariedad laboral. La investigación realizada, considerando diversos indicadores de precariedad, encontró que el 71% de los trabajadores de las comparsas tenían niveles considerables de precariedad laboral (Piñeiro, 2003).
Los cambios tecnológicos
A lo largo del tiempo hubo muchos cambios tecnológicos en la cadena de valor. Como ya se mencionó, la rápida expansión de la máquina de esquila hacia 1920 permitió que cada esquilador duplicase su rendimiento. La tarea se hacía más rápido, pero se ocupaban menos esquiladores. Este cambio técnico, también despojó al trabajador de su instrumento de trabajo (la tijera) y modificó el rol del capataz de la comparsa transformándolo en un empresario que debía tener capital para comprar y operar la máquina y sus tijeras mecánicas, vehículo para transportar a los trabajadores y recursos (o crédito) para alimentar a todos los trabajadores hasta cobrar por el trabajo realizado (Fernández,2009).
Un segundo cambio técnico provino de la competencia de las fibras sintéticas para la elaboración de tejidos, solas o en mezclas con la lana. A mediados del S.XX se logran fibras con cualidades suficientes como para competir con las fibras naturales. En la actualidad, de los 103 millones de toneladas de fibras textiles que se consumen en el mundo el 68% son fibras sintéticas con base en petróleo, el 25 % es el algodón, las fibras celulósicas representan el 6%, y la lana un magro 1% (Cardellino, 2019). Las fibras sintéticas son mucho más finas y por lo tanto para competir con ellas se re-direccionó la cría hacia razas con lanas de menor micronaje, como la merino, produciendo cambios en las majadas y por ende en el proceso de la esquila.
En 1966 se creó por iniciativa de un grupo de productores de ovinos el Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), organismo que jugó un papel fundamental en la generación y difusión de los cambios técnicos en la cadena ovina. Así se introdujo el acondicionamiento de la lana consistente en su selección por finura y calidad, trasladando este trabajo y sus costos desde la industria, donde se hacía antes, al galpón de esquila. El SUL propicia este cambio iniciando cursos de formación para trabajadores, que será gradualmente incorporado en las mejores comparsas de esquila.
El SUL también jugó un papel rector en la introducción y difusión del método de esquila Tally-Hi de origen australiano que disminuyó el tiempo de esquila casi duplicando la productividad del trabajo de los esquiladores y por ende de las comparsas. En este método el animal está suelto, se lo sienta y el esquilador a espaldas del animal realiza pasadas largas con la tijera comenzando por la barriga y terminando por la cabeza. El vellón se obtiene entero (como una manta) facilitando su recolección y clasificación posterior. Para lograrlo, capacitó a los esquiladores e impulsó a los mejores y más grandes productores a exigir este tipo de esquila a las comparsas, produciendo la pérdida de clientes para las comparsas renuentes a adoptarlo.
En los últimos 20 años, las comparsas más grandes han adoptado el uso de la enfardadora para comprimir y moldear la lana, eliminando el puesto del embolsador y obteniendo los beneficios de la reducción del volumen para el transporte.
Más reciente es la adopción (aún parcial) de la esquiladora eléctrica individual eliminando la estructura cuadrangular movida por un motor que se comenzó a usar en la década del 30 del siglo pasado. Dos procesos impulsaron este cambio: por un lado, la total electrificación del medio rural y por otro el requisito exigido por el Ministerio de Trabajo de que los trabajadores fuesen transportados por ómnibus y no en camiones (que también transportaban a la máquina de esquilar). Tampoco fue ajeno a este cambio técnico un abaratamiento relativo de las máquinas de esquilar eléctricas. En la actualidad, se estima que hay 80 comparsas de esquila que las emplean para esquilar a las majadas más grandes que son aproximadamente la mitad del stock ovino: 3.200.000 cabezas ovinas pertenecientes a 2.500 productores (Ing. Agr. Carlos Piovani, técnico del SUL, comunicación personal, 20 de mayo de 2020).
Reflexiones
Las majadas de ovinos y la producción de lana para la exportación sigue siendo una actividad económica de importancia para el Uruguay a pesar de su repliegue en los últimos años. También es una fuente de trabajo para importantes contingentes de trabajadores, a pesar del extrañamiento que significa estar muchas semanas fuera de su casa, lejos de la familia y de sus amigos (Carámbula, 2009) y en condiciones de vivienda, alimentación y descanso sumamente deficitarias. Además, se debe considerar que el trabajo es riguroso, en especial para los esquiladores. El desempleo y los bajos salarios rurales explican por qué, a pesar de ello, muchos trabajadores se enganchan anualmente en las comparsas.
Los cambios técnicos reseñados muestran que su adopción ha significado aumentar la productividad del trabajo con escasos beneficios para el trabajador. Cualquier política que intente mejorar las condiciones de estos trabajadores, debe pasar por políticas regulatorias de las remuneraciones y de las condiciones de vida en el trabajo, por ampliar los períodos de zafra a partir de esquilas que se hacen en otros momentos del año (preparto y cordero pesado) reduciendo la desocupación anual, y por estimular la ampliación de las tareas de las comparsas a otras actividades que aseguren un empleo estable a lo largo del año.
Bibliografía
Ashton, T. (1965). La Revolución Industrial (1760-1830). México-Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
Bianco, M. (2003). Modalidades de ocupación y de ingreso de los trabajadores de la esquila. En Piñeiro, D. (Ed.), Trabajadores de la Esquila. Pasado y Presente de un Oficio Rural (pp.81-94). Montevideo, Uruguay: Secretariado Uruguayo de la Lana, Facultad de Agronomía, Facultad de Ciencias Sociales, CSIC, Universidad de la República.
Bouton, R. (2009). La vida rural en el Uruguay. Prólogo y ordenación de Lauro Ayestarán. Montevideo, Uruguay: Ediciones Banda Oriental.
Cardellino, R. (6 de julio de 2019). Por qué la lana no perdió la carrera con los sintéticos. El Observador. Recuperado el 20/5/2020 de http://t.ly/jIfN
Dirección de Investigación y Estadísticas Agropecuarias-Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (2019). Boletín Estadístico.
Fernández Rondoni, E. (2009). El Maquinista de Esquila: ¿empresa u oficio? Montevideo, Uruguay: Facultad de Agronomía, Facultad de Ciencias Sociales, CSIC, Universidad de la República.
Moraes, M. (2003). La Producción de Lanas en el Uruguay contemporáneo: una visión de largo plazo. En Piñeiro, D. (Ed.), Trabajadores de la Esquila. Pasado y Presente de un Oficio Rural, (pp. 15-30). Montevideo, Uruguay: Secretariado Uruguayo de la Lana, Facultad de Agronomía, Facultad de Ciencias Sociales, CSIC, Universidad de la República.
Piñeiro. D. (2003). Trabajadores de la Esquila. Pasado y Presente de un Oficio Rural. Montevideo. Uruguay. Secretariado Uruguayo de la Lana, Facultad de Agronomía, Facultad de Ciencias Sociales, CSIC. Universidad de la República.
Piñeiro, D. (2014). Asalto a la Tierra: el capital financiero descubre el campo uruguayo (Vol. I). In Almeyra, G., Mendes Pereira, J. M., Concheiro, L. y Porto-Gonçalves, C. P. (Orgs.), Capitalismo, terra e poder na América Latina (1982-2012) (pp. 215-257). México: Universidad Autónoma Metropolitana, CLACSO y Ediciones Continente.
Secretariado Uruguayo de la Lana. Recuperado de http://t.ly/grp6
- Recibido: mayo de 2020.↵
- Ingeniero Agrónomo por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Master of Sciences, Rural Sociology, por la Universidad de Wisconsin (UW). Doctor en Sociología por la Universidad Federal de Rio Grande Do Sul (UFRGS). Ex Profesor Titular y ex Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República (UR) Uruguay. Profesor Emérito de la Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República (UR). Contacto: pineirodiegoenrique@gmail.com.↵