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Desarrollo capitalista en el agro[1]

(Región Pampeana, Argentina, 1880-2008)

Jose Muzlera[2]

Definición

Denominamos de este modo al proceso histórico social por medio del cual el sistema capitalista se vuelve hegemónico como modo de producción en el agro. La producción capitalista implica la propiedad privada de los medios de producción, la explotación de mano de obra asalariada y la privatización de la tierra. El objetivo principal de la producción capitalista no es la satisfacción de necesidades materiales (si bien esto suele ser una condición), sino la producción de mercancías (productos, con valor de uso y valor de cambio) que han sido creadas con el objetivo de ser llevadas al mercado para realizar el capital invertido y apropiarse de un plusvalor o ganancia. A diferencia de las economías mercantiles simples, en el capitalismo la lógica ordenadora de la producción no es vender lo que se produce para comprar lo que no se tiene (mercancía – dinero – mercancía faltante), sino producir para vender y ganar dinero (dinero – mercancía – más dinero). En un modo de producción el fin son los productos consumibles y en el otro, el dinero.

Las tres vías del desarrollo capitalista en el agro

La Sociología Rural argentina a menudo se ha nutrido del marxismo en su diversidad de vertientes. Ellas describieron tres vías de desarrollo capitalista en el agro: la clásica o inglesa trabajada por el propio Karl Marx, la vía alemana o Junker desarrollada originalmente por Karl Kautsky y retomada posteriormente por Vladimir Lenin, y la vía farmer o norteamericana analizada inicialmente por Lenin.

En el Tomo II de El Capital, publicado en 1867, Karl Marx aborda la transición de un modo de producción feudal a otro capitalista. Allí, presenta un concepto de la renta, que fue decisivo para la construcción de una teoría sobre el desarrollo capitalista en el agro, describe y analiza el funcionamiento del agro capitalista y los tres sujetos que en él quedan conformados. Ellos son: a) los terratenientes, que se apropian de la renta; b) los arrendatarios capitalistas, que invierten en medios de producción, organizan la producción y obtienen ganancia y c) los asalariados. En 1894, con posterioridad a la muerte de Marx, 1883, F. Engels completó el Tomo III sobre ideas que juntos habían desarrollado.

En 1899, Karl Kautsky publica La cuestión agraria, en donde se pueden ver los intentos de actualizar la teoría de Marx. A partir del caso prusiano, describe un desarrollo capitalista en el agro que se conoce como vía Junker (por el modo en que se denominaban estos sujetos) o desarrollo capitalista desde arriba. En este caso, el terrateniente de origen feudal es también el capitalista. Junto con el terrateniente capitalista, identifica a los asalariados, resultantes del proceso de transformación del productor familiar campesino. Al igual que para Marx, para Kautsky el sujeto campesino, presente en la sociedad capitalista, es un sujeto “residual”, pero él –en contra de las ideas de Lenin que abogaba por una rápida proletarización de los sectores campesinos– milita a favor de políticas de apoyo a favor de estos sectores.

Vladimir Lenin, a partir de la experiencia norteamericana, da cuenta de cómo la presencia de sujetos no capitalistas puede dar origen a un agro capitalista por una vía alternativa a las dos ya mencionadas, la vía farmer o desarrollo capitalista desde abajo. En esta última, la producción estaba a cargo de productores que concentraban la propiedad de los tres factores productivos (tierra, medios de producción y fuerza de trabajo propia y familiar). Pero, a diferencia de los campesinos, los farmers tenían capacidad (y aspiración) de acumulación. La dinámica capitalista intervendría luego diferenciando internamente a los farmers: algunos se transformarían en capitalistas y otros, en asalariados.

El desarrollo del capitalismo en la Región Pampeana

A grandes rasgos, podemos pensar que el desarrollo del capitalismo en el agro pampeano se produce por dos vías: desde arriba y desde abajo. El primer caso, típico de la zona sur de la región, se dio a partir de grandes extensiones de tierra otorgadas a militares, políticos y financistas de las Campañas del Desierto. La vía farmer se generó en la zona norte de la Región Pampeana, a partir de la inmigración de mano de obra europea alentada por el Estado y empresas colonizadoras. Estos inmigrantes se dedicaron a la agricultura en pequeña escala, en general en parcelas de 30 hectáreas o múltiplos de esta cifra (Grela, 1985; Scobie, 1982). Varios de ellos devinieron pequeños propietarios a comienzos de la década de 1920 y muchos otros, con las políticas sectoriales del peronismo (Girbal-Blacha, 2003).

Con este esquema como primera aproximación, debemos señalar que la historiografía que ha trabajado el desarrollo del capitalismo agrario pampeano –así como nuestro trabajo de campo– revela una estructura productiva con un abanico de sujetos heterogéneos (Archetti y Stølen, 1975; Barsky y Gelman 2009; Gallo, 1984; González Arzac, 2009; Grela, 1985; Hora, 2002; Palacio, 2004; Reguera, 2006; Sábato, 1989; Stølen 2004).

En nuestras pampas, la vía de desarrollo capitalista desde arriba está protagonizada por los estancieros. Estos representan un tipo de capitalista agrario, propietario de grandes extensiones de tierra, dueño de la maquinaria y tomador de mano de obra asalariada. En sus orígenes se dedicó más a la ganadería y, con el devenir del siglo XX (según las características agroecológicas de los suelos), fue común que desarrollara, de modo complementario, agricultura y ganadería de manera simultánea (Regera, 2006). Fue un tipo de empresario que, en palabras de Hilda Sábato (1989), se caracterizaba más por disminuir sus riegos que por maximizar las ganancias. Por su parte, los chacareros, usualmente –desde la academia– considerados farmers por sus similitudes con estos sujetos agrarios norteamericanos, fueron los protagonistas del desarrollo desde abajo. Isabel Tort y Marcela Román (2005) los describen como un tipo de productor familiar que es, al mismo tiempo, propietario de la tierra, empresario y trabajador; pero en general no siempre pudo gozar de las tres posiciones sociales que le corresponden en el mercado (terrateniente, empresario y trabajador), dada su incapacidad política de reclamar la renta de la tierra –en su condición de propietario de la tierra– y la ganancia capitalista. Según estas autoras, en el mercado, estos chacareros tradicionalmente han transferido la renta y la ganancia capitalista a la sociedad, subsistiendo con el equivalente al salario. El tipo ideal sería un pequeño o mediano propietario que trabaja en tierra propia con herramientas propias y mano de obra familiar (sin ceder ni contratar ningún factor productivo).

No obstante, los casos reales no suelen encajar de modo perfecto en estos tipos ideales. Los desacoples se tradujeron en dos corrientes de estudio: una que los ha definido a partir de las condiciones objetivas, estableciendo límites de desacople entre el tipo ideal y el caso real (De Martinelli, 2008; Tort y Román, 2005), y otra que los ha conceptualizado a partir de la identidad de estos sujetos (Archetti y Stølen, 1975; Muzlera, 2009; Scobie, 1982).

La heterogeneidad es una característica presente en los actores productivos pampeanos desde los inicios del agro moderno, y no una particularidad de fines del siglo XX. Juan Manuel Palacio (2004) revela cómo el partido de Dorrego transitó por un desarrollo capitalista incipiente en el que pequeños burgueses propietarios de maquinaria y tomadores de mano de obra asalariada, junto con chacareros, fueron subsumidos por grandes terratenientes absentistas. Este escenario se combinaba con la presencia de estancieros “clásicos” como los ya descritos. Para innumerables casos, como el trabajado por Juan Manuel Palacio, eran los propietarios, los pulperos, los administradores, los arrendatarios y los dueños de las primeras máquinas trilladoras los sujetos que conformaban un entramado productivo múltiple y diverso. También Roy Hora (2002) destaca la heterogeneidad de la elite agraria para las décadas de 1860 y 1870. Ezequiel Gallo (1984) y Andrea Reguera (2006) dejan ver, a través de sus descripciones, cómo la campaña de la Región Pampeana con el avance del capitalismo se poblaba de sujetos que, compelidos por las particularidades históricas y geográficas, iban desarrollando estrategias adaptativas, convirtiéndose en grupos con características híbridas y heterogéneas respecto a los sujetos “clásicos” del capitalismo agrario previsto por el marxismo más ortodoxo. Osvaldo Barsky y Jorge Gelman (2009) abordan la complejidad de la estructura agraria pampeana y sus actores en diferentes períodos, destacando permanentemente la diversidad de actores y situaciones. En cada una de las etapas en que periodizan la historia agraria pampeana, destacan la relevancia social de las unidades chacareras y su coexistencia con distintos estratos de la burguesía agraria.

Hasta la primera mitad del siglo XX, gran parte de la teoría social, sobre todo distintas vertientes del marxismo, esperaba que la producción en el agro (en particular la producción familiar) desapareciera a medida que el capitalismo fuese desarrollándose en el sector agropecuario. Dentro del marxismo, la excepción fue Kautsky, quien negaba la desaparición de los agricultores familiares. La historia le dio la razón, al menos hasta finales del siglo XX. La persistencia de la producción familiar frente al avance del capitalismo en el agro conllevó procesos de diferenciación interna que resultaron en niveles crecientes de heterogeneidad (Murmis, 1998).

Actualidad y perspectivas

A fines de la década 1990, en consonancia con un fenómeno a escala global, comienza una nueva etapa del desarrollo del capitalismo agrario pampeano caracterizada por la llegada de grandes capitales financieros. Este proceso presenta varias características. Una de ellas es que estos capitales son sumamente volátiles: invierten en una campaña agrícola (6 meses), tercerizando todas las labores y rentando la tierra, con lo cual pueden retirarse con facilidad a la siguiente campaña. Por otro lado, se establece una nueva relación entre los tres factores productivos (tierra, trabajo y capital), en la que el trabajo humano pierde muchísimo peso relativo frente al capital. Simultáneamente, el elevado valor de la tierra (la renta, en dólares, aumentó un 250% en dos décadas) estimula a que los nuevos propietarios por herencia conserven la propiedad y la cedan en alquiler. Las nuevas tecnologías (informáticas, metalmecánicas, fitosanitarias, de procesos y genéticas) que demandan gran inversión en capital favorecen las producciones de escala y operadores altamente calificados en espacios formales.

En este nuevo escenario –a diferencia del descripto anteriormente en el que el productor familiar podía ceder a la sociedad el equivalente a la renta y a la ganancia capitalista–, los pequeños productores tienen poco margen de maniobra. Y, de hecho, hasta cambia el concepto de productor: el “nuevo” productor familiar se erige como un sujeto que gestiona capital y dirige la producción, más que como uno que trabaja la tierra. Estos nuevos productores, a veces, llegan a poseer alguno de los factores productivos (herramientas, trabajo o tierra), pero rara vez los tres y en su totalidad. Además, en el nuevo modelo se imponen lógicas globales, capitales que –con frecuencia– no son locales, pero sí suelen serlo quienes los gestionan, a partir de una superposición de saberes formales y locales. Se suma a lo anterior que la financiarización de la relación social en la agricultura implica un cambio de enfoque de la producción a la finanza. Esto significa que el objetivo principal no es la producción, sino la valoración de los activos financieros (Bonanno, 2021).

El futuro, excepto que aparezcan fuertes políticas estatales destinadas a revertir esta lógica, augura más concentración de capital, una mayor demanda de flexibilidad a los sujetos, un aumento creciente de la división y tercerización de tareas, así como una naturalización de las lógicas de financiarización como motor productivo.

Bibliografía de referencia

Archetti, E. y Stølen, K. A. (1975). Explotación familiar y acumulación de capital en el campo argentino. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI Editores.

Barsky, O. y Gelman, J. (2009). Historia del agro argentino. Desde la conquista hasta comienzos del siglo XXI. Buenos Aires, Argentina: Sudamericana.

Bonanno, A. (2021). Financiarización. (Escala mundial, 1990-2020). En Muzlera, J. y Salomón, A. (Eds.) Diccionario del Agro Iberoamericano. Buenos Aires, Argentina: TeseoPress.

De Martinelli, G. (2008). Nuevos y viejos discursos agrarios. La percepción de los productores rurales pampeanos frente al nuevo contexto socio-productivo. V Jornadas de Sociología de la UNLP. La Plata, Argentina.

Gallo, E. (1984). La pampa gringa. Buenos Aries, Argentina: Sudamericana.

Girbal-Blacha, N. (2003). Riqueza, poder y control social. Acerca de las estrategias empresariales agrarias en la Argentina (1900-1950). Anuario IEHS, (18), 367-395.

González Arzac, R. (2009). ¡Adentro! Millonarios, chacareros y perdedores en la Nueva Argentina Rural. Buenos Aires, Argentina: Marea Editorial.

Grela, P. (1985). El grito de Alcorta. Argentina: Buenos Aires, Centro Editor de América Latina.

Hora, R. (2002). Los terratenientes de la pampa argentina. Una historia social y política 1860-1945. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.

Kautsky, K. (1983). La cuestión agraria: Análisis de las tendencias de la agricultura moderna y de la política agraria de la socialdemocracia. Distrito Federal Mexicano, México: Siglo XXI.

Lenin, V. (1957). El desarrollo del capitalismo en Estados Unidos. Vladimir Lenin, Obras Completas. Tomo XXIII. Buenos Aires, Argentina: Siglo XXI.

Marx, K. (2002). El Capital. Buenos Aries. Argentina: Siglo XXI.

Murmis, M. (1998). El agro argentino: algunos problemas para su análisis. En Giarracca, N. y Cloquell, S. (Comps.), Las agriculturas del MERCOSUR. El papel de los actores sociales (pp. 205-248). Buenos Aires, Argentina: La Colmena – FLACSO.

Muzlera, J. (2013). La modernidad tardía en el agro pampeano. Sujetos agrarios y estructura productiva. Bernal, Argentina: UNQ.

Palacio, J. M. (2004). La paz del trigo. Cultura legal y sociedad local en el desarrollo agropecuario pampeano 1890-1945. Buenos Aires, Argentina: Edhasa.

Reguera, A. (2006). Patrón de estancias: Ramón Santamarina: una biografía de fortuna y poder en la Pampa. Buenos Aires, Argentina: Eudeba.

Sábato, H. (1989). Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la fiebre lanar, 1850-1890. Buenos Aires, Argentina: Sudamericana.

Scobie, J. R. (1982). Revolución en las pampas. Historia del trigo argentino. 1860-1910. Buenos Aires, Argentina: Ediciones Solar.

Stølen, K. A. (2004). La decencia de la desigualdad. Género y poder en el campo argentino. Buenos Aires, Argentina: Antropofagia.

Tort, M. I. y Román, M. (2005). Explotaciones familiares: diversidad de conceptos y criterios operativos. En González, M. (Coord.), Productores familiares pampeanos: hacia la comprensión de similitudes y diferencias zonales (pp. 35-65). Buenos Aires, Argentina: ASTRALIB.


  1. Recibido: marzo de 2022.
  2. Licenciado en Ciencias Sociales (UNQ). Es investigador del Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR) de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Es profesor adjunto de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Contacto: jmuzlera@unq.edu.ar y jmuzlera@gmail.com.


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