(Bella Unión, Uruguay, 1960-2018)
Silvina Merenson[2]
Definición
Es una categoría nativa a partir de la cual, originalmente, se identificaban y eran identificados a los trabajadores empleados en el corte de la caña de azúcar en la zona de Bella Unión, situada en el extremo noroeste del Uruguay, en la triple frontera adyacente con Brasil y Argentina. Con el paso del tiempo, como suele suceder con las categorías nativas, el significado del término fue transformándose vis a vis con su significante. Hoy, peludo, hace referencia a quien se inserta de cierto modo en la estructura social, en el lugar de residencia, en un tipo de trabajo y que establece determinados vínculos de parentesco. Estos modos de inserción van de la mano de las pautas de consumo fuertemente asociadas a las de los sectores populares y de la participación en determinadas redes sociales y políticas,que permiten establecer los rasgos diacríticos que simbolizan sus límites, vinculados a la clase, el territorio y la nacionalidad.
Genealogía
En el Uruguay, y gran parte de América del Sur, se llama peludo a una especie animal que vive en cuevas debajo de la tierra y que —entre otros lugares— puede encontrarse en los surcos del cañaveral. Al menos desde la década de 1960, en Uruguay y Argentina, también se designa como peludo a una persona de abundante cabellera, y por analogía con este último,se identifican —y autoidentifican— con este nombre a los trabajadores empleados en el corte de la caña de azúcar en la zona de Bella Unión, situada en el extremo noroeste del Uruguay, en la triple frontera adyacente con Brasil y Argentina. Su connotación trascendió ampliamente el mundo del trabajo para incorporarse al vocabulario y las referencias empleadas para narrar la historia sindical y política del país.Surgida al calor de una agroindustria azucarera,comparativamente tardía en la región, peludo fue y es objeto de múltiples usos, significados y disputas que delimitan las fronteras interiores del Uruguay y diversas narrativas nacionales.
Ante la coyuntura favorable que abrió la Segunda Guerra Mundial para el desarrollo agrario, el Estado uruguayo apostó al otorgamiento de créditos, subsidios y facilidades para la importación de maquinaria agrícola que configuró la “agriculturización” y mecanización de un campo tradicionalmente ganadero. Entre mediados de la década de 1940 y 1950, bajo el impulso neobatllista, se promulgaron las primeras leyes vinculadas a la promoción de la agroindustria y los colonos agrícolas, devenidos productores azucareros, comenzaron a experimentar con el cultivo de la caña.Bella Unión contaba entonces con 3.674 habitantes de los cuales cerca de 850 eran asalariados rurales establecidos en las chacras asociadas ala Compañía Azucarera Artigas Sociedad Anónima (CAASA). La CAASA fue creada en 1941 por los productores pioneros de la zona. A este ingenio, en 1945, se sumó La Azucarera Rioplatense Sociedad Anónima (LARSA) que al año siguiente fue adquirida por la Compañía Agrícola e Industrial del Norte (CAINSA). En el borde territorial y social —por oposición a la figura y representación del trabajador zafral proveniente del sur del Brasil— “peludo” emerge como parte de una lectura esencialista, atemporal e isomórfica que inscribe a los trabajadores del surco en el colectivo nacional, identificándolo con el “campo” y el “gauchaje” en los parámetros de la “orientalidad”. En esta lectura, las articulaciones del “lenguaje de los sentimientos”y el “lenguaje de los derechos” (Sigaud, 2004) cimentaron las experiencias que, en la década siguiente, viabilizaron la movilización sindical y política en el norte uruguayo.
Sin lugar a dudas, la década de 1960 catapultó y visibilizó a quienes (se) llaman peludos en la escena nacional. En 1961, el vertiginoso proceso de sindicalización que derivó en la fundación de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA), el arribo a Bella Unión de Raúl Sendic —quien sería el máximo dirigente del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T)— y las cinco marchas hacia Montevideo protagonizadas por la UTAA (1962, 1964, 1965, 1968 y 1971) jalonó la incorporación de esta categoría a los repertorios culturales y políticos de la izquierda uruguaya. Entre la exotización y la nacionalización que indicó alternativamente a los trabajadores azucareros y a sus familias como “seres de otro mundo” o como los “habitantes más legítimos del país”, herederos de la “criollada desposeída” que peleó junto a Artigas, las representaciones emblematizadas de este actor señalaron el camino hacia la “latinoamericanización” del Uruguay (Espeche, 2006), aquel que venía a cuestionar con creces su representación como “Suiza de América”. La descripción e interpretación de los peludos como un colectivo homogéneo, en el imperio la carencia y la pobreza, pero también como parte de una mística que encontró en la subalternidad la virtud de una serie de sentimientos y cualidades que realzan la toma de conciencia vertebró su parentesco con el sujeto revolucionario. Así lo indica el denominado “proceso de peludización”, traducción nacional del “proceso de proletarización”, que hacía comienzos de la década de 1970 hizo a la práctica ética, estética y política del MLN-T.
Desde la puesta en marcha de la Cooperativa Agraria Limitada del Norte Uruguayo (CALNU) en 1968, el crecimiento de la superficie de caña fue sostenido y rondó entre las 7.600 y las 9.000 hectáreas.Para entonces, y durante toda la dictadura (1973-1985), peludo pasó a formar parte del engranaje de la violencia política y el terrorismo de Estado.Su conjugación con “rojo”, “comunista” y“tupamaro” hizo de Bella Uniónun objetivo militar crucial para la acción de las Fuerzas Conjuntas avalado por su condición de triple frontera.Bajo la lógica de la “amenaza externa” y la “defensa de la soberanía nacional”, la desarticulación de la UTAA fue sangrienta: entre diciembre de 1977 y agosto de 1978, Ataliva Castillo, Héctor Severo Barreto y Félix Bentín —tres dirigentes de la UTAA y militantes del MLN-T— fueron secuestrados y desaparecidos en la Argentina; más de una centena de sindicalistas fueron detenidos y trasladados a Montevideo, en donde permanecieron en calidad de presos políticos hasta el fin de la dictadura, en la mayoría de los casos.
En la segunda parte de la década de 1980, peludo ingresó en las disputas y conflictos de una izquierda que, al mismo tiempo que intentaba reconfigurarse en el diálogo con el sistema democrático, caminaba en busca de un sujeto que pudiese afirmar tal intención. En este contexto, la reorganización de la UTAA (1985) demostró que el encuentro intergeneracional no fue menos complejo que el encuentro con la capital nacional en la década de 1960, pues las distancias entre su generación fundadora y aquella que se incorporó al sindicato finalizado el terrorismo de Estado asumieron claras diferencias políticas. Aun así, en el marco del Plan de Desarrollo Regional del Vértice Noroeste (Plan VER.NO), también conocido por el eslogan «Bella Unión: polo de desarrollo» —caracterizado por la diversificación productiva, zafras largas (entre 6 y 9 meses), aumento de la cantidad de hectáreas cultivadas y la explosión demográfica de la ciudad— fortaleció la trama sindical. Y fortaleció también las contradicciones y tensiones de una ciudad que había rebasado su trazado urbano, expandiéndose en todas las direcciones.Debido a la gran demanda de mano de obra, la tasa de crecimiento demográfico de la zona de Bella Unión, fue más de 8 veces superior a la media nacional, avaló el eslogan con que la ciudad se presentaba ante el resto del país: «De Bella Unión nadie emigra». Esta “particularidad demográfica”aludía a un índice de desocupación que en el año 1985 no alcanzaba el 3%, a la consolidación del sector asalariado y al significativo incremento de empleo de mano de obra femenina en el trabajo agroindustrial.
A comienzos de los años 1990, cuando el país comenzaba a debatir su integración al mercado regional y experimentaba las ventajas (para algunos) o las desastrosas consecuencias (para otros) de ser imaginado como “un banco con playa”, nada parecía haber quedado del proceso de desarrollo iniciado en la década anterior. La “crisis de CALNU”, que se intensificó entre 1992 y 1995, encontró su pico máximo en 2001, cuando el entonces presidente Jorge Batlle anunció el fin de las medidas proteccionistas, lo que equivalía a decretar la clausura de la agroindustria. El ingreso de Uruguay en el Mercosur significó una fuerte conmoción para la ciudad, pues el nuevo esquema exponía la producción nacional de azúcar a la competencia de un socio mucho más fuerte y competitivo como Brasil, y llegaba tras los sucesivos cierres de otras plantas azucareras cuyos desmantelamientos parecían prefigurar el futuro de la zona.Según la Intersectorial de Bella Unión, entre 1992 y 1995,la producción de caña había mermado en un 40%, 120 productores cañeros perdieron el acceso al crédito y se perdieron más de 500 puestos en el corte de caña. Fue entonces que la UTAA bregó por la ampliación de los alcances del término para que este abarcara y visibilizara a quienes antes no contemplaba.
Ampliación del colectivo
El ensanchamiento y la actualización de peludo pusieron en foco la crisis brutal de la agroindustria para pasar a designar a los desocupados, excluidos o marginados por el neoliberalismo. De ese modo, situada en el centro de las luchas y el “lenguaje de la inclusión”, en el esquema provisto por las políticas de la identidad, peludo fue la identificación que permitió plantear a amplios sectores de la población diversas estrategias a la hora de intervenir en la arena pública.
Con la Victoria electoral del Frente Amplio (2004), como parte del proceso de 40 años en el cual los peludos fueron ensayando distintos vínculos con el Estado, las tensiones no se hicieron esperar.En el año 2005 CALNU cumplió con su última zafra: acumulaba entonces una deuda cercana a los US$ 65 millones. La empresa estatal ANCAP arrendó sus instalaciones por el término de 10 años, asumiendo toda su cartera de pasivos y dando origen a Alcoholes del Uruguay Sociedad Anónima (ALUR), el complejo sucro-alcoholero cuyo directorio estuvo encabezado hasta el año 2006 por Raúl Sendic (h). A diez meses del inicio del primero de los mandatos presidenciales del Dr. Tabaré Vázquez (2005-2009), cuyo gabinete estaba integrado por figuras políticas sumamente cercanas a la trayectoria de la UTAA, y diez días antes de la puesta en marcha de ALUR, quienes (se) llaman peludos,junto a otros sindicatos de la rama y distintas organizaciones sociales, concretaron la primera de una serie de ocupaciones de tierras improductivas que derivaron en distintos e innovadores emprendimientos cooperativos. Hasta la fecha, dichas ocupaciones, constituyen el eje de las políticas y líneas de acción asumidas por el sindicato (Díaz Estéves, 2009 y Moraes, 2018).
La multiplicidad de posiciones asumidas por este actor, las distintas articulaciones del orden económico, social y político, hacen de peludo un “término engendrado en una situación de frontera” (Velho, 2014). Sin embargo, por detrás –y muchas veces por delante– de esta categoría hay hombres y mujeres de distintas edades, pertenecientes a distintas generaciones, con trayectorias vitales sumamente heterogéneas para quienes“peludo”, si bien los y las designa, no significa necesariamente lo mismo a lo largo del tiempo. Esto significa que no existe un claro consenso sobre qué es aquello que “hace” a una persona “peludo”, aunque la inserción en la estructura social, el lugar de residencia, el tipo de trabajo desempeñado, los vínculos de parentesco, las pautas de consumo fuertemente asociadas a las de los sectores populares y la participación en determinadas redes sociales y políticas permiten establecer los rasgos diacríticos que simbolizan sus límites, vinculadosa la clase, el territorio y la nacionalidad.
Reflexiones sobre los límites de la categoría
Si la heterogeneidad es un rasgo indiscutible de la categoría y de las personas que apelan a ella, es legítimo preguntarse si podemos pensar “peludo” como la nominación de un sujeto social. De lo dicho hasta aquí se desprende que es imposible dar una respuesta categórica. Quienes (se) llaman “peludos” se constituyeron en sujeto en determinadas coyunturas históricas, participando decididamente en el escenario local y/o nacional, marcando con ello los tiempos de su visibilidad o invisibilidad. La idea de un “sujeto latente” parece una alternativa posible, sin embargo, ello implicaría asumir a priori que en cualquier momento este puede formar parte de las luchas y contiendas políticas, desconociendo con ello el carácter transitorio y contingente que hace a las identificaciones. En cualquier caso, lejos de predestinar o de pretender marcar el camino que va a recorrer la identificación asociada a “peludo”, sabemos que esta estuvo y está disponible como parte del lenguaje político, social y cultural uruguayo, incluso en aquellos momentos en los que los que no estuvieron disponibles fueron quienes la encarnarían. Si como afirma Denys Cuche, “las palabras tienen una historia y, en cierta medida, también, las palabras hacen la historia”; si algunas palabras son condición de posibilidad de otras, al menos desde mediados del siglo XX, entre “peludo” y las apelaciones al Uruguay y a “los uruguayos” podría advertirse tal articulación.
Bibliografía
Chiappe, M. y Espasandín, N. (2014). El acceso a la tierra en cuestión: dependencia y autonomía en la Colonia Raúl Sendic Antonaccio en Bella Unión. Montevideo, Uruguay: Letraeñe.
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Díaz Estévez, P. (2009). Sociología de las ocupaciones de tierra. Acción colectiva de los trabajadores rurales de Artigas, Uruguay, 2005-2007. Montevideo, Uruguay: Nuestra América/Nordan.
Espeche, X. (2016). La paradoja uruguaya. Intelectuales, latinoamericanismo y nación a mediados del siglo XX. Bernal, Argentina: Universidad Nacional de Quilmes
González Sierra, Y. (1994). Los olvidados de la tierra. Vida, organización y luchas de los sindicatos rurales. Montevideo: Nordan.
Martins Moraes, A. (2018). Esfuerzo de lo posible: política, deseo y desarrollo en el extremo norte del Uruguay (Tesis doctoral). Universidad Nacional de San Martín. San Martín, Argentina.
Merenson, S. (2016). Los peludos. Cultura, política y nación en los márgenes del Uruguay. Buenos Aires, Argentina: Gorla.
Moraes, M. (1990). Bella Unión: de la estancia tradicional a la agricultura moderna (1853-1965). Montevideo, Uruguay: EBO.
Sigaud, L. (2004). Armadilhas da honra e do perdão: usos sociais do direito na mata pernambucana, Mana, 10(1), 131-163.
Velho, O. (2014). Capitalismo autoritario y campesinado. Un estudio comparativo a partir de la frontera en movimiento. Ciudad de México, México: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social.
Vidart, D. (1969). Tipos humanos del campo y la ciudad. Montevideo, Uruguay: Nuestra Tierra.
- Recibido: junio de 2019.↵
- Magister en Antropología Social por el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) y el Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y Doctora en Ciencias Sociales por el Instituto de Desarrollo Económico y Social (IDES) y la Universidad Nacional de General San Martín. Es Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), profesora ordinaria del Instituto de Altos Estudios Sociales (IDAES) de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y coordinadora del Centro de Estudios en Antropología (CEA) de dicha universidad. Contacto:smerenson@unsam.edu.ar↵