(Argentina, 1990–2019)
Pablo Barbetta[2]
Definición MOCASE
Es una organización de segundo grado que nuclea a organizaciones campesinas de los distintos departamentos provinciales cuyos delegados conforman una mesa provincial, que se reúne mensualmente y funciona como un espacio de intercambio y discusión que abarca una serie de temas tal como lo muestran las distintas áreas de la mesa provincial (Cultura y Jóvenes; Educación; Promoción y Organización; Tierra; Producción y Comercialización; Ecología y Derechos Humanos; Salud y Mujer).
Definición MOCASE – Vía Campesina
Organización surgida de la ruptura del MOCASE. Asumió una estructura descentralizada que se organiza por comisiones y elimina el sistema de votación para tomar decisiones y proceder por consenso. A diferencia del MOCASE funciona en comisiones a partir alrededor de los siguientes temas: tierra, producción y comercialización, educación, agua y caminos, comunicación, organización y promoción y salud.
Genealogía
Los escenarios agrarios y las ruralidades en América Latina asisten a un proceso de transformación con motivo de la aplicación, a partir de la década de 1970, de políticas económicas de corte neoliberal. En Argentina, la liberalización de la economía y la desregulación del Estado representaron las condiciones de posibilidad para el avance del modelo del agronegocio, vehiculizado principalmente a partir de la expansión del monocultivo de soja transgénica. A partir de entonces, se desencadenó un proceso de reordenamiento territorial que evidencia un patrón de ocupación y utilización del espacio, (en principio sin intervenciones de políticas públicas), incompatible con la reproducción de los modos de vida de los sectores subalternos de la estructura agraria argentina (pequeños productores, campesinos e indígenas). En este marco, el 4 de agosto de 1990, surgió el Movimiento Campesino de Santiago del Estero.
A partir de la década de 1970, la provincia fue escenario de desplazamientos y de desalojos judiciales de muchos campesinos, cuando empresas —en su mayoría no radicadas en la provincia— reclaman como propias las tierras ocupadas legítimamente por los pobladores. En dicha provincia del noroeste argentino, una de las más ruralizadas y con mayor presencia del campesinado del país, la implementación de las políticas neoliberales configuró el escenario en donde se manifiestan los conflictos por la propiedad de la tierra: la expansión de la frontera agropecuaria supuso un desplazamiento coactivo de sectores campesinos, los cuales poseían una tenencia precaria de la tierra.
Desplazamiento de campesinos
Durante la década de 1970, y hasta el surgimiento de la organización, se registraba una situación de “exclusión silenciosa” en donde la violencia social aún no se plasmaba en el surgimiento de un conflicto visible ni en la construcción de un antagonismo porque una de las partes no reclama por sus derechos como legítimos ocupantes de las tierras (Alfaro, 2000). Esta situación pudo manifestarse en la medida en que a pesar de la importancia del sector de pequeños productores dentro de la provincia y a diferencia de otras regiones del Norte país (Tucumán, por ejemplo.), no se registró antes de mediados de los ochenta la influencia de un accionar gremial campesino. Sin embargo, dicha situación se modifica, en los años 80, con la aparición de un nuevo actor social: las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs). Éstas —ligadas, la mayoría, a una labor pastoral y social tanto de las parroquias locales como de los Obispados católicos— promovieron la conformación de equipos de apoyo y de promoción rural y comenzaron a trabajar con campesinos y otros sectores sociales subordinados de la estructura agraria santiagueña en base a prácticas discursivas que hacían referencia, fundamentalmente, a la importancia de la asociación como condición de posibilidad para el mejoramiento de las condiciones de vida (Alfaro, 2002).
En efecto, en el transcurso de este proceso donde confluyen las prácticas discursivas de las ONGs y las movilizaciones campesinas, fueron emergiendo y cohesionándose ciertos factores identitarios alrededor de prácticas sociales y culturales compartidas en relación con la tierra. Dicha identidad colectiva, lejos de ser homogénea, aun cuando apela a un nosotros “campesino”, también incluye a peones, obreros, hacheros, changarines y golondrinas (De Dios, 1993; Alfaro, 2002). Según Alfaro (2002), la construcción de una identidad colectiva se construye bajo un denominador común: el trabajo subordinado, mal pago, no calificado y poco remunerativo.
Así, el surgimiento de la organización permitió que el proceso de exclusión silenciosa pudiera revertirse a partir de la construcción de un discurso del derecho basado, fundamentalmente, en la prescripción veinteñal del Código Civil Argentino, que otorga el derecho de propiedad de un terreno a quien lo ocupa por más de veinte años y le haya introducido mejoras. Así, la conformación de un movimiento campesino en la provincia posibilitó la aparición de un “discurso del derecho”, situando a los campesinos como sujetos legítimos del reclamo al defender sus derechos de posesión frente a las usurpaciones de empresas y/o particulares, los que muchas veces son apoyadas por los poderes públicos. En este contexto, desde sus inicios el movimiento asumió como estrategia central la lucha por la tenencia de la tierra y el mejoramiento de las condiciones de vida de las familias campesinas. En su acta fundacional, se plasmaban sus objetivos más generales, entre los que se encuentran
“buscar soluciones a problemas comunes, (…) ser representante de los campesinos frente a las autoridades, (…) apoyar las peticiones de cada una de las organizaciones que lo integran respetando su autonomía, (…) promover la capacitación en cooperativismo y gremialismo, (…) [hacerse] escuchar en los espacios de poder y en los distintos organismos del gobierno provincial relacionados con la política agropecuaria” (Extracto del acta fundacional).
Si bien a lo largo de estos años no ha disminuido la conflictividad por la tierra y la violencia en el agro santiagueño (un ejemplo de esto es el asesinato de Cristian Ferreyra en 2011, Miguel Galván en 2012 y Héctor Reyes Corvalán en 2018), la organización ha llevado adelante un destacado proceso de expansión, no sólo al ampliar su presencia territorial en la geografía provincial, sino también a través del desarrollo de una amplia red de relaciones con otras organizaciones e instituciones tanto de nivel local, nacional e internacional.
Ruptura: MOCASA y MOCASE–Vía campesina
En la actualidad, y desde principios de 2002, la organización se encuentra dividida. La ruptura del MOCASE significó la conformación de dos organizaciones con claras diferencias en cuanto a la forma organizativa, las estrategias, los recursos y los grupos de apoyo. Una de ellas, conservó para sí el nombre de la organización, manteniendo, además, la misma estructura organizativa. Es decir, es una organización de segundo grado que nuclea a organizaciones campesinas de los distintos departamentos provinciales cuyos delegados conforman una mesa provincial, que se reúne mensualmente y funciona como un espacio de intercambio y discusión que abarca una serie de temas tal como lo muestran las distintas áreas de la mesa provincial (Cultura y Jóvenes; Educación; Promoción y Organización; Tierra; Producción y Comercialización; Ecología y Derechos Humanos; Salud y Mujer). Durante el “conflicto del campo” del 2008, junto a otras organizaciones campesinas del país, conformó el Frente Nacional Campesino.
La otra organización surgida de la ruptura, el MOCASE–Vía Campesina, nombre adoptado por su vinculación con la organización internacional, asumió una estructura claramente descentralizada (Durand, 2006), ya que sus miembros decidieron trabajar por una organización “sin patrón y sin presidente, un movimiento solidario, participativo, que respete la participación de mujeres y jóvenes y que se organice por comisiones” (Conclusiones de la Asamblea, 28 de noviembre del 2001, citado en Durand, 2006) y eliminar el sistema de votación para tomar decisiones y proceder por consenso, es decir, continuar las deliberaciones sobre cada tema hasta que hubiera acuerdo entre todos. Asimismo, se modificó la estructura organizacional, funcionando a partir de ese momento en secretarias alrededor de los siguientes temas: tierra; producción y comercialización; educación; agua y caminos; comunicación; organización y promoción; salud. Además, las organizaciones zonales tienen representantes en cada una de las mesas, y, para facilitar la participación, las mismas sesionarían en distintas localidades en forma rotatoria, evitando la antigua centralización en la ciudad capital que facilitaba a algunos la asistencia, pero perjudicaba a otros (Durand, 2006). Por otra parte, a nivel nacional articula acciones con movimientos de desocupados y con otras organizaciones campesinas e indígenas pertenecientes al Movimiento Nacional Campesino e Indígena, y al nivel internacional con la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC) y a través de ella, como ya sostuvimos, con la Vía Campesina.Si bien en materia organizacional y política, el MOCASE y el MOCASE–Vía Campesina presentan diferencias, ambas organizaciones mantienen los mismos objetivos por los cuales surgieron y por los cuales luchan.
En efecto, el proceso organizativo permitió cuestionar e intentar trascender las múltiples relaciones sociales de desigualdad y opresión en que está inserto el campesinado santiagueño. Entre algunas de ellas podemos nombrar:
- la conformación de cooperativas o redes de comercio justo, la recuperación de ciertas tradiciones y técnicas productivas dejadas de lado por las comunidades campesinas debido a los procesos de “modernización” (por ejemplo, los sistemas agrosilvo–pastoriles), experiencias que se proponen transformar relaciones asimétricas, tales como las de productor–acopiador, patrón–asalariado y agricultura familiar-agricultura industrial (Barbetta, 2009).
- el cuestionamiento de la ideología patriarcal donde la mujer solo se limita al ámbito privado implicó transformaciones en la posición de la mujer como subordinada en múltiples aspectos (Tort, 2015; Vallejos, 2011).
- en el plano identitario, muchas de las comunidades, en especial aquellas nucleadas al MOCASE -VC, comenzaron, a partir de la recuperación de la memoria histórica, a auto-reconocerse como pertenecientes a un pueblo indígena (Lule-Vilela, Guaicurú, Diaguita, Sanavirón y Tonocoté). La (re)construcción de la identidad étnica, en tanto práctica descolonizadora, conllevó a la lucha por el reconocimiento de las personerías jurídicas como pueblos indígenas, de modo que se reconozca su forma histórica de organizar la producción y la tenencia de la tierra en forma comunitaria (Pankonin, 2016; Michi, 2010).
- en el marco del MOCASE -VC, la escuela de Agroecología y la participación en la Universidad Campesina (gestionada por el MNCI) implican acciones autogestionadas para garantizar el acceso a la educación que respete la cultura campesina y la producida por el movimiento, derecho que no es garantizado por la educación pública (Michi, 2010).
Reflexiones
En definitiva, la conformación y consolidación del movimiento campesino en Santiago del Estero a partir del surgimiento del MOCASE y su articulación con organizaciones campesinas de carácter nacional e internacional, le ha permitido ser un interlocutor válido y de peso en el diseño e implementación de políticas públicas en la provincia. Pero también le ha permitido complejizar sus demandas. En efecto, el derecho a la tierra se trasmutó en derecho al territorio. Si en las décadas de 1980 y 1990, la defensa de la tierra se basó en los derechos posesorios campesinos, con el objetivo de lograr no ser desalojados de sus predios (ya sea por la fuerza o vía judicial), la incorporación de la perspectiva territorial les permitió ampliar el contenido de sus demandas. Con ella, se incorpora en sus discursos la función social de la propiedad, la reforma agraria integral y la propiedad comunitaria. A su vez, la agroecología ha surgido como propuesta de otra forma de desenvolvimiento, basada en el aprovechamiento de la diversidad social y de los sistemas agrícolas. La propuesta agroecológica es tomada por las organizaciones como una alternativa a la agricultura industrial, en gran medida debido a los vasos comunicantes que existen entre aquella y los modelos tradicionales de agricultura campesina e indígena. La autonomía con respecto a los insumos, la integración de actividades productivas diversas, la generación y adopción de tecnologías apropiadas, la revalorización de los conocimientos campesinos, son elementos con gran potencial para el desenvolvimiento de las comunidades. Así, la agroecología, en estrecha relación con la demanda de la soberanía alimentaria ha instaurado una querella en torno de la cuestión alimentaria. Se trata de instalar la discusión sobre el qué, el cómo y el para quién de la producción agroalimentaria, que implica recuperar al campesinado en su rol histórico de productor directo de alimentos. De esta manera, se ha configurado un discurso sobre los derechos a la producción, procesamiento, acopio, comercialización y consumo de alimentos. En definitiva, reforma agraria integral, soberanía alimentaria y agroecología son los principios rectores de las estrategias políticas y jurídicas de la organización para postular un modelo agropecuario y agroalimentario alternativo al de los agronegocios y combatir el fascismo social (Barbetta y Domínguez, 2016). A su vez, dan cuenta de la capacidad del sujeto de insertarse en debates actuales que convocan a toda la sociedad, introduciendo demandas que permiten englobar a otros sectores.
Sin embargo, Soberanía Alimentaria, Reforma Agraria Integral y Agroecología también ha permitido repensar los términos en los que se abordó la cuestión campesina en Argentina. Es decir, ya no se puede abordar al sujeto desde la carencia, y atado a la lógica del capital para designar su extinción inevitable. Pero tampoco se trata de un proyecto premoderno, como afirmación folklórica del pasado; ni un proyecto anti-moderno de grupos conservadores, sino de una acción política de liberación económica, ecológica, cultural, tecnológica (Barbetta, Domínguez y Sabatino, 2012).
Bibliografía
Alfaro, M. I. (2002). Experiencias de organización campesina en Santiago del Estero. Reflexiones en torno a las acciones colectivas. En R. Benencia y C. Flood (Comps.), ONGs y estado: experiencias de organización rural en Argentina. Buenos Aires, Argentina: Editorial La Colmena.
Barbetta, P. (2009). En los bordes de lo jurídico. Luchas por la tenencia legal de la tierra en Santiago del Estero (Tesis doctoral). Universidad de Buenos Aires. Facultad de Filosofía y Letras, Argentina.
Barbetta, P. (2010). En los bordes de lo jurídico: Campesinos y justicia en Santiago del Estero. Cuadernos de Antropología Social, 32, 121-146.
Barbetta, P., Domínguez, D. y Sabatino, P. (2012). La ausencia campesina en la Argentina como producción científica y enfoque de intervención. Revista Mundo Agrario, 25.
Vallejos, C. (2011). Entre el tutelaje y el patronazgo. Acceso a las mujeres rurales a la tierra en la Argentina. En IX Jornadas de Sociología. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina.
De Dios, R. (1993). Las cooperativas agrarias de Santiago del Estero.Cuadernos de CIFRA, 1, Argentina: Universidad de Santiago del Estero.
De Dios, R. (1999). Políticas activas de desarrollo sustentable para la pequeña producción agropecuaria en Argentina. Trabajo y Sociedad, 1(1).
De Dios, R. (2002). Movimiento campesino y lucha por la tierra en una región del noroeste argentino. En Congreso de Sociología Rural de la ALASRU. Porto Alegre, Brasil.
Durand, P. (2006). Desarrollo rural y organización campesina en Argentina. El caso del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (Tesis doctoral). Universidad de Buenos Aires, Facultad de Agronomía, Argentina.
Michi, N. (2010). Movimientos campesinos y educación. Estudio sobre el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra de Brasil y el Movimiento Campesino de Santiago del Estero MOCASE-VC. Buenos Aires, Argentina: El Colectivo.
Pankonin, L. (2016). Practicar la memoria, descolonizar el territorio. El caso de la comunidad Lule – Vilela, El Retiro – MoCaSE – VC (Tesis de Licenciatura). Universidad de Buenos Aires, Facultad de Filosofía y Letras, Argentina. Recuperado de t.ly/d5md1
Tort, J. G. (2015). Conflictos, acceso y cosmovisiones en torno al territorio en las mujeres del movimiento campesino de Santiago del Estero, Argentina. Revista Pegada, 16(2), 378-395.
- Recibido: junio de 2019.↵
- Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Magister en Ciencia Política por la Universidad de San Martín (UNSAM). Doctor por la Universidad de Buenos Aires (mención en Antropología). Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Investigaciones Gino Germani, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires. Contacto: pbarbetta@sociales.uba.ar↵
Interesante artículo, discutible sin duda. Lamentable que omitan los orígenes del Movimiento en el Grito de los Juries, y el lugar de Zenon Chuca Ledesma, campesino fundador.
Hola Madegreg, tenés toda la razón en relación a la importancia del Chuca en la formación de la organización. Como la importancia de otres compañeres que le pusieron el cuerpo y alma y que tampoco están referenciados. Creo que el problema es cuando singularizás en un proyecto que es colectivo. De todas maneras, en la bibliografía de referencia se puede encontrar con mas detalle el proceso organizativo. Saludos
hola donde puedo ver mas informacion sobre la lucha ecologista y ambiental de sgo del estero ?