(Argentina, 1990-2020)
Gabriela F. Rodriguez[2]
Definición
Se puede definir como turismo rural a un conjunto de procesos de valorización de prácticas, lugares, objetos y sujetos de los espacios rurales, resignificados y refuncionalizados para ofrecer actividades y/o atractivos ocio-recreativos. Estas iniciativas se caracterizan por el uso, disfrute y consumo de diferentes elementos naturales y culturales de dichos espacios que son organizados por diferentes actores (locales, extra-locales, internacionales, privados y estatales) y mediados por el saber técnico para ser dispuestos en el mercado turístico. Así, el turismo rural se inscribe dentro de lo que algunas aproximaciones definen como nuevas ruralidades y contribuye a redefinir las relaciones campo-ciudad y cultura-naturaleza.
Origen y particularidades
El turismo rural, tanto en el contexto europeo como en el latinoamericano, surge como una respuesta a la crisis de la producción agraria tradicional, producto de las nuevas modalidades de explotación originadas por la aplicación del conocido “paquete tecnológico” a fines del siglo XX (Santana Talavera, 2002; Aguilar Criado, 2003; Román y Cicolella, 2009; Vaccaro y Beltrán, 2010). En el caso de América Latina, a su vez, debe considerarse la consolidación de modelos extractivistas de desarrollo, que ayudan a explicar la situación de debilitamiento de la pequeña economía rural.
En esos escenarios, se hacen presentes alternativas no agrarias que buscan garantizar la permanencia en los lugares de origen y vida de las poblaciones rurales. Algunas de ellas toman la forma de emprendimientos productivos que “abren sus tranqueras” al turismo, complementando sus actividades productivas agrarias con servicios turísticos (agroturismo). En otros casos, se desarrollan actividades recreativas en estos espacios crecientemente valorados por los visitantes (en general, citadinos) sin que exista relación con actividades productivas de tipo agrarias (ecoturismo, cicloturismo, turismo aventura/extremo, turismo en parques y reservas naturales, religioso, en pueblos rurales, turismo cultural e histórico con emplazamiento en áreas rurales, etc.). Una parte de la literatura reserva para este fenómeno la denominación de turismo en áreas rurales, para distinguirlo del turismo rural que remitiría a la apertura al turismo a partir de explotaciones agrarias. En esta presentación partimos de una conceptualización del turismo rural como fenómeno territorial, donde la variable de la base agraria de los emprendimientos no resulta definitoria.
Más allá del debate teórico acerca de su conceptualización, lo que describe la corta experiencia del turismo rural en nuestro país, es que lo que comienza como turismo rural (agroturismo) hacia 1980 deviene en turismo en áreas rurales en la actualidad. En efecto, lo que define hoy el panorama del turismo rural argentino es una multiplicidad de actividades de ocio y recreativas que van desde el agroturismo (desarrollado por nativos locales o “neo rurales”) y el turismo comunitario hasta alojamientos boutique y spas en espacios rurales, pasando por turismo en parques y reservas naturales, pueblos rurales, rutas gastronómicas, enoturismo, ecoturismo, turismo deportivo (golf, polo) y extremo, de eventos científicos y deportivos, etc.
Territorio y subjetividades
Hasta aquí hemos propuesto un abordaje del turismo rural desde la perspectiva territorial, sin embargo, hemos dicho que el turismo en general y el turismo rural, en particular, es un fenómeno altamente complejo que se configura y asume sus características y dinámicas a partir de un conjunto de transformaciones que se suscitan a nivel de las subjetividades contemporáneas y los modelos de consumo. En este sentido, hacia fines del siglo XX, el capitalismo tardío promueve un proceso de individualización y segmentación en los gustos y expectativas de los sujetos que cuestiona la masificación o estandarización de productos y servicios característica de mediados del siglo XX. En los consumos turísticos, este fenómeno tiene su correlato en la crisis del modelo de turismo liderado por el disfrute de espacios costeros, de sus playas, su sol y su mar en temporadas estivales. Estas modalidades suponen un conjunto de prácticas masivas y estandarizadas, independientemente de las características particulares de los lugares y de sus otros atractivos.
Estas formas de turismo comienzan a ser reemplazadas por un nuevo modo de diseñar los “productos turísticos” atendiendo a los gustos y “segmentos” de preferencias diferentes y centrándose en la valorización de las singularidades geográficas, naturales y culturales de los lugares (destinos). Así, entra en escena la tecnología turística y la profesionalización de la actividad, con el fin de desarrollar lugares en base a nuevos atractivos. En este proceso de “construcción de lugares” (Bertoncello, 2008) comienza a dominar la búsqueda del conocimiento de “un otro”, tanto físico y geográfico (lugares diferentes) como cultural (comunidades, prácticas sociales, formas de trabajo, etc.).
El turismo rural se desarrolla en el marco de estas tendencias en la subjetividad contemporánea y de profundas mutaciones socio culturales, afirmando sus postulados de sostenibilidad económica, social y ambiental y promoviendo el abandono de las experiencias masivas con fuerte impacto en las áreas receptoras. Asimismo, la crisis de las ciudades (ambiental, demográfica, de seguridad, alimentaria) colabora en la valorización de los espacios rurales y así, “el campo” comienza a ser visualizado y experimentado como “refugio” de los males urbanos (Castro, 2018). Este turismo cultural, a su vez, permite profundizar la experiencia liminar característica del turismo (Urry, 1990), es decir, aquella que logra materializar una “ruptura” en relación con la vida cotidiana de los turistas.
Auge en la Argentina
En la Argentina, el turismo rural tiene sus primeras manifestaciones en la década de 1980, en la Patagonia y su forma dominante la constituyen las estancias. Se trata del acondicionamiento de viejos cascos de estancias ganaderas para su disfrute residencial para visitantes o turistas, con una afluencia muy específica y segmentada (Barrera, 2006; Jensen et al., 2001). Hacia la década del 1990, la implementación de las políticas neoliberales, la introducción de las nuevas modalidades agro-productivas, la privatización de los ferrocarriles y el cierre de ramales profundizó la crisis de subsistencia de las economías de pequeña escala en los espacios rurales argentinos. Hacia el final de la década, comenzaron a diseñarse e implementarse políticas de acompañamiento a las iniciativas privadas de turismo rural, como el Programa Argentino de Turismo Rural (RAICES), desarrollado en 2000 por las Secretaría de Agricultura y de Turismo de la Nación.
Sin embargo, es a partir del siglo XXI cuando se observa el desarrollo del turismo rural en buena parte del mapa nacional, y con un desempeño más destacado en las provincias de Buenos Aires, Mendoza, Salta y Jujuy, así como las del Litoral y la Patagonia. Según datos del Censo Nacional Agropecuario, en 2018 se registraron 1449 explotaciones agropecuarias (EAP) que ofrecen turismo rural sobre un total de 250.081 EAP, mostrando un crecimiento del 33% respecto de 2002, año en que se registraron 1086 explotaciones con turismo rural. Por su parte, la Secretaría de Turismo informa, para 2009, la existencia de 967 establecimientos de turismo rural, que representan un 10% del total de alojamientos turísticos (AET, 2015). Si bien no existen aún datos agregados, sistemáticos y específicos a escala nacional que midan el desarrollo de la actividad, los datos aportados nos muestran el afianzamiento del turismo rural en los últimos años.
La consolidación del turismo rural se explica también por su incorporación en la agenda pública. Esto se da en el marco de la profundización de la crisis de la mediana y pequeña economía rural y del fortalecimiento de nuestro país como destino turístico internacional y del turismo como fuente de generación de divisas, una vez superada la crisis del 2001.
El siglo XXI verá surgir un conjunto de instrumentos, políticas y programas diseñados e implementados por los diferentes niveles estatales, cuyo objetivo es el desarrollo de nuevos lugares y emprendimientos turísticos en el espacio rural. De la mano de las políticas de la nueva ruralidad, del apoyo de organismos técnicos y financieros internacionales y/o del andamiaje metodológico e institucional de las políticas del desarrollo y la planificación estratégica local, el turismo rural se promocionará como estrategia para el desarrollo local sostenible. En el nivel nacional, la Secretaría de Agricultura, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y la Secretaría de Turismo implementarán diversos programas de asistencia y transferencia tecnológica y financiera que se coronarán en 2008 con el Programa Nacional de Turismo Rural. En el nivel provincial podemos mencionar, para la provincia de Buenos Aires, la creación de la Dirección de Festejos Populares y los Programas Pueblos Turísticos (2008) y Pueblos Auténticos (2017); el diseño y ejecución de regionalizaciones turísticas (2014), circuitos y rutas gastronómicos; y la organización de la Feria de Turismo de la Provincia de Buenos Aires (FEBATUR). A la vez, los municipios emprenden sus propias iniciativas de desarrollo y promoción turística (Pérez Winter, 2015; Rodil, 2014).
A lo largo de estos años, también se conformaron organizaciones y redes de prestadores de turismo rural, como la Agrupación Patagonia Andina Paralelo 42, Bodegas de Argentina, Caminos de Altamira, Consorcio de Agroturismo Valle del Río Encantado, Red Agrotur EFAs, Red Argentina de Turismo Rural y Red Argentina de Turismo Comunitario.
Este fenómeno que describimos para nuestro país se inscribe en la emergencia del turismo rural latinoamericano en el mapa turístico internacional en el que los países del altiplano, México y Centroamérica, ocupan un lugar destacado de la mano del turismo rural comunitario y donde Chile y Argentina participan con el turismo de estancias. A su vez, el desarrollo del turismo en general y del rural, en particular, es acompañado por el auge los procesos de patrimonialización (internacionales, nacionales, locales) de ambientes, monumentos, lugares, prácticas, personajes. Empiezan a identificarse y activarse patrimonialmente espacios naturales y edificios (estaciones de trenes, fábricas abandonadas, pulperías) saberes, prácticas y personajes (técnicas “ancestrales” de tejido, de manejo y cría de animales, recetas gastronómicas, la figura del gaucho y del mate, etc.), así como también surgen las declaratorias de denominación de origen o geográficas –entre otras– que colaborarán en la creación de territorios turísticos a partir de la valorización de atractivos en torno a la ruralidad.
Debate en torno al desarrollo local
Más allá de las divergencias acerca de la conceptualización del turismo rural, gran parte de la literatura señala su carácter sostenible y su compromiso con el desarrollo económico, ambiental, social y cultural de las áreas receptoras, es decir, con el desarrollo local. Muchas de las aproximaciones (tanto de investigadores como, fundamentalmente, de instituciones y organismos de desarrollo y promoción) definen al turismo rural a partir de una suerte de carga moral mostrándolo como paradigma del desarrollo rural, sin prestar la debida atención a los factores estructurales que limitan su potencialidad como herramienta para el desarrollo de las comunidades locales.
El importante corpus de investigaciones realizadas tanto en el ámbito local como internacional (Aguilar Criado et al., 2003; Beltrán et al., 2007; Gascón y Milano, 2017) nos obligan a señalar el carácter relativo de estos postulados en función de las particularidades de cada experiencia. Aquí se hace necesario precisar los términos y analizar las experiencias de turismo rural en particular. Podemos encontrar experiencias de turismo comunitario que expanden las posibilidades (materiales y simbólico-culturales) de las comunidades locales, junto con brutales experiencias de sumisión y desplazamiento territorial de las mismas (Cancún, Baleares, Machu Pichu, Parques Nacionales en Argentina). Está suficientemente documentado que estas experiencias sólo escasamente promueven el desarrollo territorial local. Las comunidades locales reciben las migajas que se caen de los platos de las grandes operadoras turísticas internacionales, por no mencionar los casos de gentrificación, encarecimiento del suelo rural (y del resto de los servicios y productos básicos) y desplazamiento forzado. En menor escala, también se reportan casos de explotación de saberes ancestrales de las cocineras tradicionales en experiencias de turismo gastronómico en México y tensiones entre las comunidades, las organizaciones no gubernamentales y el estado en el proceso de turistización y patrimonialización del Parque de la Papa en Cusco (Matta, 2019) o propuestas que promueven representaciones exotizantes y colonialistas de las comunidades locales (Pereiro, 2013).
En este aspecto, lo que se debate es el turismo rural como modelo de desarrollo. Aquí, es importante diferenciar el turismo rural como modelo de desarrollo (con sus principios y valores) de su devenir concreto y de su historicidad material.
Perspectivas de análisis
Como fenómeno multidimensional, el turismo rural puede ser abordado desde diferentes perspectivas: económicas, sociales, antropológicas, culturales, ecológicas, simbólicas y territoriales. Sólo indicaremos las que consideramos más relevantes, aclarando que, a su vez, no resultan excluyentes ni se presentan en los abordajes de forma “pura”. Una de las entradas posibles está representada por el turismo rural como “producto turístico”. Esta perspectiva es la asumida por las tecnologías del gerenciamiento turístico, disciplinas preocupadas por la gestión de los lugares y los emprendimientos turísticos.
Otra aproximación a la problemática es la que lo observa como fenómeno territorial, identificando las transformaciones en el espacio rural, los intercambios con las áreas urbanas y con las dinámicas de la globalización. En particular, se interroga qué sucede con los territorios transformados en destinos turísticos, así como el papel que éstos desempeñan en la sociedad contemporánea (Bertoncello, 2008; Nogar, 2010).
Podemos identificar también un acercamiento sociológico y antropológico al turismo rural centrado en la práctica turística e inscripto en la problemática de los desplazamientos sociales (Santana Talavera, 2017; Hernández Ramírez et al., 2015). Estos abordajes analizan los procesos sociales y culturales que se derivan de la presencia de un colectivo humano que, mediado por la industria turística, se encuentra durante un tiempo limitado en un lugar habitado por un grupo social y/o cultural que es construido y percibido como diferente.
Existen también un conjunto de investigaciones que lo examinan desde la perspectiva agraria, que analizan las potencialidades e implicancias (económicas, tecnológicas, familiares, sociales y culturales) de la incorporación de alternativas turísticas a los emprendimientos agropecuarios (Craviotti, 2002; Ciruela Lorenzo, 2008).
En suma, dependiendo de cómo nos acerquemos al turismo rural –como una actividad meramente económica o también como un fenómeno social, cultural y territorial– y el enfoque con que se busque abordarla, ello influirá en cómo se orientarán los procesos de gestión, de transferencia y de investigación sobre la materia.
Bibliografía
Aguilar Criado, E. et al. (2003). Cultura, políticas de desarrollo y turismo rural en el ámbito de la globalización. Horizontes Antropológicos, 9(20), 161-183.
Barrera, E. (2006). Turismo rural: nueva ruralidad y empleo rural no agrícola. Montevideo, Uruguay: OIT/Cintefor.
Beltrán, O. et al. (2007). Espacios naturales protegidos, política y cultura (Introducción). En Beltrán, O. et. al. (Coords.), Patrimonialización de la naturaleza, el marco social de las políticas ambientales (pp. 2-25). San Sebastián, España: Ankulegi.
Bertoncello, R. (2008). Turismo y geografía: lugares y patrimonio natural-cultural de la Argentina. Buenos Aires, Argentina: Ciccus.
Castro, H. (2018). Lo rural en cuestión: perspectivas y debates sobre un concepto clave. En Castro, H. y Arzeno, M. (Eds.), Lo rural en redefinición: aproximaciones y estrategias desde la Geografía (pp. 19-48). Buenos Aires, Argentina: Biblos.
Ciruela Lorenzo, A. (2008). Diversificación de la actividad agraria hacia el turismo rural. Un modelo de decisión basado en sociedades cooperativas agrarias oleícolas. CIRIEC-España. Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa, (61), 205- 232.
Craviotti, C. (2002). Cambios en las modalidades de trabajo: de la producción agraria a la prestación de servicios turísticos. Estudios del Trabajo, (24), 117-136.
Gascón, J. y Milano, C. (Coords.) (2017). El turismo en el mundo rural ¿Ruina o consolidación de las sociedades campesinas e indígenas? Tenerife y Barcelona, España: PASOS.
Hernández Ramírez et al. (2015). Panorama de la antropología del turismo desde el sur. PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural, 13(2), 277-281.
Jensen, M et al. (2001). El patrimonio arquitectónico de las estancias de Tierra del Fuego como recurso turístico. Estudios y perspectivas en Turismo, 10(1), 16-32.
Matta, R. (2019). Heritage Foodways as Matrix for Cultural Resurgence: Evidence from Rural Peru. International Journal of Cultural Property, (26), 49-74.
Nogar, A. y Jacinto, G. (Comps.) (2010). Los espacios rurales. Aproximaciones teóricas y procesos de intervención en turismo rural. Buenos Aires, Argentina: La Colmena.
Pereiro, X. (2013). Los efectos del turismo en las culturas indígenas de América Latina. Revista Española de Antropología Americana, 43(1), 155-174
Rodil, D. (2014). Innovación en Turismo rural en destinos emergentes en el contexto de la nueva ruralidad. Recuperado el 15 de mayo de 2020 de http://t.ly/z1p3
Santana Talavera, A. (2020). Turismo, un objeto de estudio de la antropología social. Disparidades, 75(1), 1-12.
Santana Talavera, A. (2002). Desarrollos y conflictos en torno al turismo rural: claves y dilemas desde la antropología social. En Anais do III Congresso Internacional sobre turismo rural e desenvolvimento sustentável-citurdes o rural como nova oferta para o turismo. Santa Cruz do Sul, Brasil: EDUNISC.
Vaccaro I. y Beltrán, O. (Eds.) (2010). Social and ecological history of the Pyrenees: state, market and landscape. Walnut Creek, United States: Left Coast Press.
Pérez Winter, C. (2015). Encuentros y desencuentros en el desarrollo turístico de la provincia de Buenos Aires (argentina). Cuadernos de Turismo, 35, 359-377.
Román, M. y Cicolella, M. (2009). Turismo rural en Argentina: concepto, situación y perspectivas. Buenos Aires, Argentina: IICA, Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura.
Urry, J. (1990). The tourist gaze. Lesiure and Travel in Contemporary Societies. Londres, UK: SAGE.
Fuentes
Ministerio de Turismo de la Nación, Argentina (2015). Anuario Estadístico de Turismo.
ALBASUD (2015). Catálogo Latinoamericano de Turismo Rural Comunitario. Recuperado de http://t.ly/xwmW
- Recibido: mayo de 2020.↵
- Licenciada en Sociología, Magister en Investigación en Ciencias Sociales y Doctoranda en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Docente e investigadora en las Facultades de Agronomía, Ciencias Sociales y Filosofía y Letras (Instituto de Geografía) de la UBA Contacto: gabferod@gmail.com.↵