(Región Pampeana, Argentina, 1990-2010)
Sofía Ares[2], Alejandra Auer [3] y Claudia Mikkelsen[4]
Definición
El bienestar rural es un concepto multidimensional relacionado con la satisfacción de la población rural en cuanto a sus condiciones objetivas de vida, las cuales abarcan aspectos materiales como el acceso a la salud, la educación, la vivienda, el empleo, la conectividad y el ambiente. Se distingue de la calidad de vida, porque ésta también incorpora dimensiones no materiales asociadas a necesidades, deseos y aspiraciones de la sociedad.
Origen
Los estudios geográficos sobre el bienestar social empiezan a ganar protagonismo a partir de la década de 1970, gracias a los aportes de la Geografía del Bienestar (Smith, 1980). Hacia 1973, el geógrafo David Smith reclamaba que el bienestar de la sociedad era un tema descuidado por la Geografía y que se debían dedicar esfuerzos en investigar, teórica y empíricamente la relevancia que adquiere el espacio en la explicación de las desigualdades sociales. Expresamente establecía que “la localización en el espacio tiene mucha importancia para las posibilidades vitales de una persona” (Smith, 1980, p. 40).
Así, las tareas se han profundizado en la producción de indicadores sociales que revelan los elementos espaciales de las desigualdades sociales. Según Bailly (1981), el bienestar social se mueve en un terreno inestable, cambiante, dado que su interpretación es variable por la multiplicidad de relaciones a nivel personal y social que hay entre los sujetos y el espacio. El bienestar en relación con el espacio residencial, laboral, recreativo, de ocio, público-privado y de vida es fundamental. Dando continuidad a las labores sobre el tema, en 2004 Bailly indicó:
La geografía del bienestar nos muestra la diversidad y la influencia de valores socioculturales; pero se debe acompañar su estudio con las relaciones que los habitantes tienen con su lugar. De este modo podremos ver cómo las potencialidades de las diversas posiciones espaciales son transformadas en esperanza o neutralizadas por las lógicas de producción. (Bailly, 2004, p. 13, traducción de las autoras).
En Argentina y específicamente sobre el mundo rural, de Arce y Salomón (2020, p. 45) afirman que “el término bienestar rural apareció en Argentina como preocupación gubernamental en relación con el despoblamiento y al estancamiento del sector agropecuario en la década de 1950”. Se entiende que el debate empieza a gestarse desde mediados del siglo XX, cuando se ingresa en un giro conceptual respecto del espacio rural. Así, desde los ochenta el pasaje del discurso agrarista hacia el ruralista amplía el análisis, dado que incluye nuevos actores, desafíos y metodologías. Es una mirada que conduce a pensar en el valor paisajístico-ambiental, la diversificación de actividades, la ruralización de comunidades de origen urbano, en un contexto de intensificación agropecuaria.
El espacio rural se convierte para algunos en el ámbito para satisfacer distintas necesidades. Por un lado, puede brindar solución residencial por fuera de las ciudades, por cuestiones económicas, manteniendo estos pobladores fuertes vínculos con la urbe. Por otro lado, hay decisiones residenciales más complejas (Trimano, 2015; Ares, 2019), basadas generalmente en la búsqueda de otro género de vida, donde se ponen de relieve el acceso y proximidad con la naturaleza, las relaciones sociales más intensas, la vida comunitaria y la seguridad personal y familiar (Rivera, 2014; Trimano, 2015; Muzlera, 2019; Ares, Mikkelsen y Carballo, 2020; entre otros). Por supuesto que el distanciamiento no está exento de obstáculos, observando por ejemplo dificultades para la adaptación (Ares, 2019) y para el desarrollo de la vida cotidiana tales como falta de servicios, poca integración social, aislamiento u otros (Mikkelsen y Ares, 2017; Muzlera, 2019; Ares, Mikkelsen y Carballo, 2020). Son situaciones, en fin, que pueden incidir de forma negativa en la calidad de vida de la población, pero que no se relacionan con el bienestar social.
Si nos concentramos en la región pampeana –que comprende las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos y La Pampa–, ya desde inicios de los años setenta en el siglo XX, pero más definidamente hacia 1990, comienzan a expandirse nuevas formas de uso del espacio rural basadas en aspectos no solamente productivos sino también residenciales, turísticos, recreativos y de ocio. Éstas dan cuenta de nuevas formas de apropiación del espacio y de la mercantilización de lo rural (Marsden, 1998), ligadas a las nuevas necesidades de los habitantes urbanos (Craviotti, 2007, p. 746) o a la especulación inmobiliaria.
La región pampeana posee, en términos globales, mayor grado de crecimiento económico y de desarrollo relativo que el resto de las regiones argentinas. Su hegemonía a lo largo de la formación del sistema nacional, particularmente asociada con el modelo agroexportador, ha contribuido a forjar una imagen positiva con respecto al resto de las regiones argentinas. El fundamento de la dicotomía pampeano-extra pampeano se erige como la mayor solidez relativa de la economía pampeana, caracterizada por una estructura diversificada y con capacidad de colocar saldos exportables. Por el contrario, las economías de las otras regiones resultan, en general, más especializadas (y vulnerables) y se dirigen preferentemente al mercado interno (Velázquez, Celemín, Mikkelsen y Linares, 2014).
Es en este escenario de cambios y superposiciones entre una ruralidad tradicional y las nuevas demandas de la sociedad, donde cobra interés el bienestar de la población rural en su conjunto, es decir, de los residentes rurales antiguos y nuevos. Sobre el particular, es necesario continuar estudiando el proceso de construcción del bienestar rural, integrando sus nuevas características, actores y necesidades y considerando que “la construcción del bienestar rural ha implicado un proceso complejo, de una enorme variabilidad en el tiempo y en el espacio y en el que estuvieron involucrados diversos niveles estatales y organizaciones civiles” (Ortiz Bergia y Salomón, 2017).
Vínculo con el espacio rural
Comprender el concepto rural es importante para una mejor definición y medición del bienestar, dado que permite entender los procesos de cambio que están atravesando algunas áreas rurales. Aún no hay consenso en cuanto a la delimitación de lo rural. Algunos países utilizan el tamaño de la población para distinguir una zona urbana o rural, habiendo diferencias en cuanto a la cantidad de habitantes a considerar. En otros casos se establece la distinción según las zonas cuenten con estructura administrativa, un determinado porcentaje de población empleada en la actividad agropecuaria o la disponibilidad de infraestructuras y servicios. También se puede definir lo rural desde un enfoque cualitativo, donde lo rural y urbano son realidades percibidas y en buena medida constituyen una construcción social, fundada sobre todo en preferencias de la población (Mazorra y Hoggart, 2002). Bajo este enfoque podemos conceptualizar lo urbano y rural a partir de la relación con la tierra, teniendo la ciudad un vínculo más distante e independiente, y la población rural una más cercana e intensa, aun cuando estas relaciones sean cada vez más diversas y complejas (Alentejano, 1997, tomado de Da Silva, 2004).
¿Por qué es importante diferenciar el bienestar rural? Porque los componentes del bienestar no tienen igual peso en lo urbano y en lo rural. Existen disimilitudes en cuanto a los servicios e infraestructura disponibles y el acceso; por lo que, si se usan indicadores y parámetros semejantes, no se pueden observar las disparidades territoriales presentes en el área rural debido a las bajas puntuaciones en materia de educación, salud y vivienda. Por tanto, es necesario reajustar los indicadores, dejando así ver las disparidades propias del espacio rural (Mikkelsen, 2007). En consecuencia, considerar las desemejanzas permite seleccionar mejor los indicadores para la medición del bienestar social, contribuyendo así con el objetivo planteado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) de conocer la evolución social de las unidades territoriales consideradas y, a su vez, los resultados de las acciones llevadas a cabo por la sociedad y los gobiernos implicados para mejorar su situación (Chasco Yrigoyen y Hernández Asensio, 2003).
Índice de Bienestar Rural
Con el objetivo de evaluar el bienestar de la población en diferentes zonas se propone un Índice de Bienestar Rural (IBR), que reúne indicadores contenidos en las dimensiones Educativo-laboral, Saneamiento, Vivienda, Comunicación-conectividad y Ambiente (por detalles metodológicos véase Mikkelsen et al, 2020). Metodológicamente se ha trabajado con técnicas de análisis multivariado, usando como principal fuente de datos el Censo Nacional de Población, Hogares y Vivienda (INDEC, 2010). Otros datos empleados surgen del Defensor del Pueblo de la Nación (2009), Chiozza et al. (1987), Geosistemas (1997) e IRAM (1996).
Dimensión educación-empleo
La educación y el trabajo contribuyen a mejorar el bienestar de la población rural, en la medida en que ambas dimensiones proporcionan herramientas que permiten a los sujetos participar de la vida social (Lucero, 2008). El empleo participa en la construcción de la identidad de las personas y es fundamental para la obtención de bienes materiales e intangibles, como la cobertura social y los aportes jubilatorios (Mikkelsen et al., 2018). Las innovaciones tecnológicas han modificado las formas de producir y, por consiguiente, las relaciones laborales. En el sector agropecuario, los principales cambios en los mercados de trabajo han consistido en la disminución de los trabajadores permanentes y en el incremento de la mano de obra transitoria (Neiman, 2010).
Dimensión saneamiento
El suministro o la dotación en el territorio de instalaciones y servicios que favorecen la salud de las personas ─para el mantenimiento de buenas condiciones de higiene y para la reducción de potenciales afecciones o enfermedades─ es un aspecto fundamental a considerar en la evaluación del bienestar de la población en general y de la rural en particular. El agua es un elemento clave para la satisfacción de las necesidades básicas de la sociedad, un factor decisivo para el desarrollo humano y central para garantizar una vida digna. Respecto de la población rural, se debe tener en cuenta la disputa por el agua que se establece entre la función productiva y la necesidad de consumo humano.
Dimensión vivienda
Las viviendas deben proteger a sus habitantes contra la intemperie, así como brindar confort térmico y protección contra sustancias o vectores que constituyan riesgos para la salud. De este modo, las condiciones de insalubridad en las viviendas contribuyen de forma negativa sobre la salud de sus habitantes. El saneamiento inadecuado favorece las enfermedades gastrointestinales, mientras que el hacinamiento colabora en la transmisión de la tuberculosis u otras enfermedades y se relaciona, a su vez, con la violencia.
Dimensión comunicación-conectividad
Una de las mayores dificultades que aún distingue o distancia los espacios rurales de los urbanos es la posibilidad de estar telecomunicado o conectado. Esta es una cuestión que influye en el bienestar de la población rural, sea agrupada o dispersa, dado que está en franca relación con las posibilidades de acceso a servicios esenciales (salud y educación), los desplazamientos cotidianos para el aprovisionamiento o la realización de trámites, y la capacidad de socialización y de intercambio.
Dimensión ambiente
Hace referencia a aquellas amenazas que pueden afectar a la población rural, ya sean de origen natural o antropogénico. Entre las primeras, se seleccionaron la probabilidad de afección por fenómenos de sismicidad, vulcanismo, tornados e inundaciones, como también el efecto climático sobre el confort de las personas. Por otro lado, respecto de las amenazas derivadas de las actividades de la sociedad, se tuvieron en cuenta la contaminación por plaguicidas y la cercanía a basurales.
Integración de las dimensiones: Índice de Bienestar rural
En la región pampeana la aplicación del IBR muestra diferencias importantes en la medición del bienestar rural, asociadas con los procesos de ocupación del territorio, ligados a su vez a las condiciones territoriales, socioeconómicas y físico-naturales (las características climáticas y de suelos son fundamentales, pero también en algunos casos las de infraestructura vial) para la implementación de actividades del sector primario o asociadas a ellas (acopio, distribución, venta, actividades recreativas o de turismo rural, preferencias residenciales). De esta forma, la región expresa a nivel de los partidos/departamentos, las peores condiciones de bienestar rural en zonas linderas con el noroeste (norte cordobés), noreste (norte santafesino y entrerriano) y cuyo (oeste de La Pampa). Dentro de la región, la provincia de Buenos Aires tiene un rol preponderante, en ésta se distinguen tres áreas con situaciones de bienestar desfavorables, corresponden a partidos linderos con el Área Metropolitana de Buenos Aires, a la pampa deprimida (cuenca del río Salado) y al sudoeste (partidos de Villarino y Patagones).
El resultado obtenido es una foto, una primera instantánea asociada al bienestar de la población rural de la región pampeana. Debe quedar transparentada la dificultad metodológica de acceder a fuentes que brinden información multiescalar y multidimensional, como se plantea desde los debates teóricos, en procura de dar cuenta de similitudes y diferencias con mayor precisión.
Reflexiones
Luego de lo expresado precedentemente, interesa señalar diferenciales en el bienestar de la población rural (agrupada y dispersa) de la región pampeana. En Argentina son notorias las falencias respecto de las fuentes de datos oficiales para dar cuenta del bienestar en ámbitos rurales, dado que las variables e indicadores están pensados especialmente para y desde lo urbano, sin considerar las características de los hábitats rurales ni las condiciones culturales de las diferentes regiones argentinas, desde esta certeza es que se inicia la propuesta de aportar al campo de los estudios del bienestar en territorios rurales.
En tal sentido, se esbozan reflexiones que se entiende aportan para seguir construyendo el concepto bienestar rural. Acerca de la evaluación del bienestar, se debe trabajar en pos de establecer indicadores propios ajustados al ámbito rural. Asimismo, es preciso considerar que los indicadores sintéticos de bienestar son dinámicos, se van ajustando según los momentos históricos-culturales, por lo cual se deben incorporar o quitar dimensiones o variables con el propósito de exponer las condiciones materiales en cada contexto y momento.
Medir el bienestar rural permitirá tener una visión holística del espacio rural, y así contribuir al diseño de políticas públicas sinérgicas, que apunten a mejorar el bienestar de su población de manera integral (por ejemplo, si se realizan leyes o programas de promoción de pueblos rurales turísticos o de arraigo rural, también promocionar oficios y mejorar la infraestructura de salud, educación y comunicación, etc.).
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- Recibido: febrero de 2021.↵
- Licenciada en Geografía por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), Argentina. Doctora en Ciencias Sociales y Humanas por la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), Argentina. Becaria Posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas con lugar de trabajo en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (CONICET-UNMdP). Investigadora del Grupo de Estudios sobre Población y Territorio (FH, UNMdP). Docente en la Facultad de Humanidades de la UNMdP Contacto: ares.sofi@gmail.com.↵
- Licenciada en Administración por la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina. Magister en Auditoría y Estudios de Impacto Ambiental por la Universidad de Barcelona (UB), España. Doctora en Ciencias Agrarias por la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), Argentina. Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con lugar de trabajo en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (INHUS, CONICET-UNMdP). Investigadora del Grupo de Estudios sobre Población y Territorio (GESPyT, FH, UNMdP) y del Grupo de Estudio de Agroecosistemas y Paisajes Rurales (GEAP, FCA, UNMdP). Contacto: aleauer@gmail.com.↵
- Profesora y licenciada en Geografía por la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires (UNICEN), Argentina. Magister en Ciencias Sociales con mención en desarrollo regional por la Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires (UNICEN), Argentina. Doctora en Geografía por la Universidad Nacional del Sur (UNS), Argentina. Investigadora adjunta Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas con lugar de trabajo en el Instituto de Humanidades y Ciencias Sociales (CONICET-UNMdP). Codirectora e investigadora del Grupo de Estudios sobre Población y Territorio de la Universidad Nacional de Mar del Plata (FH, UNMdP). Contacto: claudiamikkelsen@gmail.com.↵