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Agroecología[1]

(América Latina, 1989-2020)

Santiago Sarandón y Claudia Flores[2]

Definición

Campo de conocimientos que reúne, sintetiza y aplica conocimientos de la agronomía, la ecología, la sociología, la etnobotánica y otras ciencias afines, con una óptica holística y sistémica, para generar, validar y aplicar estrategias adecuadas para el diseño, el manejo y la evaluación de sistemas agroalimentarios sustentables.

Origen

La Agroecología surge en Latinoamérica como un enfoque crítico, como una respuesta al cada vez más evidente colapso del modelo de producción de alimentos industrial moderno. Considera que la solución a esta crisis no pasa por generar ajustes en la aplicación de la tecnología existente, sino en un cambio radical.

Existen muchas formas hacer agricultura. La agricultura dominante en la actualidad aparece con la llamada Revolución Verde, que marcó un quiebre conceptual en el manejo de los sistemas de producción de alimentos y dio origen a la era industrial de la agricultura de altos rendimientos. En ésta, las plantas (y animales) fueron mejoradas para optimizar el rendimiento por unidad de área. Se optó entonces por adaptar el ambiente a la capacidad de unos pocos cultivares que expresaran ese potencial, en detrimento del desarrollo de variedades adecuadas a la variabilidad social y ambiental de los sistemas agropecuarios. La puesta del ambiente al servicio del genotipo significó emplear, de forma universal, grandes cantidades de fertilizantes, plaguicidas y energía (fósil) para eliminar plagas, enfermedades y malezas y agregar nutrientes. Este modelo desestimó la enorme riqueza cultural que portaban los y las agricultores/as. Por otro lado, provocó severos problemas ambientales y sociales, tales como erosión genética, degradación y contaminación de bienes comunes (suelos, agua, atmósfera), pérdida de la diversidad (biológica y cultural), contaminación de alimentos y dificultades en la salud de los seres vivos. A su vez, la dependencia generalizada y constante de insumos generó una disminución de la eficiencia energética y la resistencia creciente de ciertas plagas y patógenos a los plaguicidas. Finalmente, tampoco resultó aplicable para la gran mayoría de los productores/as agropecuarios/as.

Durante mucho tiempo se atribuyeron estos inconvenientes a desajustes menores de un buen modelo de producción de alimentos, por lo cual se atacaban sus síntomas y no sus raíces. Pero, a fines del siglo XX, se hizo más evidente que los severos problemas ambientales y sociales eran consecuencia de un modelo equivocado, en el que predominaba un pensamiento simplista, mecanicista, productivista y de corto plazo, basado en una ciencia reduccionista e infalible. La percepción de la finitud de este paradigma señaló la necesidad de un cambio hacia otro más sustentable: económicamente viable, ecológicamente adecuado, socioculturalmente aceptable y socialmente más justo. Podemos señalar que una agricultura sustentable es “aquella que mantiene en el tiempo un flujo de bienes y servicios que satisfagan las necesidades alimenticias, socioeconómicas y culturales de la población, dentro de los límites biofísicos que establece el correcto funcionamiento de los sistemas naturales (agroecosistemas) que lo soportan” (Sarandón et al., 2006). Es decir, preconiza que los ecosistemas agroalimentarios no sólo deben producir bienes sino también alentar y preservar elementos intangibles (hábitat, paisaje, regulación biótica, reciclado de nutrientes, control de erosión, polinización, etc.).

Afín a estas ideas nació la Agroecología, como un nuevo enfoque que revolucionó el pensamiento en las ciencias agropecuarias. En sus orígenes, la conformación y actividad del Consorcio Latinoamericano de Agroecología y Desarrollo (CLADES), en 1989, como un convenio entre ONGs de Latinoamérica ha sido fundamental. El CLADES tuvo una gran importancia en la introducción y difusión de la Agroecología en Latinoamérica y en nuestro país.

Crecimiento

Desde entonces, la Agroecología ha experimentado un extraordinario crecimiento en Latinoamérica. Una prueba de ello es la creación y consolidación en algunos casos de sociedades nacionales o latinoamericanas: la Asociación Brasilera de Agroecología (ABA) en 2004, la Sociedad Latinoamericana de Agroecología (SOCLA) en 2007, la Sociedad Argentina de Agroecología (SAAE) en 2018 y la Sociedad Mexicana de Agroecología en 2019. Últimamente han comenzado a consolidarse grupos en Chile, Uruguay, Paraguay, Costa Rica, Panamá, Nicaragua y Ecuador.

Uno de los avances más importantes que puede mostrar la Agroecología en los últimos 25 años ha sido la formación de una masa crítica de agroecólogos y agroecólogas formados/as, con o sin título formal, que constituye un capital humano que no existía una generación atrás. Esto ha posibilitado la proliferación de publicaciones que le otorgan una visibilidad y solidez que resultan fundamentales para insertarse en los espacios académicos de formación de profesionales de la agronomía. Por otra parte, es notable el crecimiento que han tenido los espacios de comercialización alternativos de productos agroecológicos, a los que el público consumidor asocia con lo más sano, lo nutritivo y la economía local y familiar.

La visibilización y el desarrollo de muchas prácticas exitosas de manejo agroecológico en América Latina es otro avance notable. La multiplicación de experiencias llevadas a cabo por productores y productoras de muy diversas características en la última década ha sido exponencial. Y, de una manera sinérgica, la existencia de estos casos exitosos promueve el interés y aceptación por parte de otros y otras agricultoras. Como “faros agroecológicos”, arrojan luz y muestran el camino: otro modelo es posible.   

Significados del nuevo enfoque

La Agroecología es una respuesta a la limitada capacidad de las disciplinas convencionales para entender la cada vez más compleja realidad actual (Toledo, 1999). Señala la necesidad de incorporar conocimientos de la ecología y otras ciencias para el manejo de los sistemas agropecuarios o agroecosistemas. Según su visión, éstos deben comprenderse en su verdadera complejidad, como tipos especiales de ecosistemas, pero a su vez estrechamente relacionados con aspectos socioculturales —ya que la agricultura es una actividad hecha por seres humanos de acuerdo con sus cosmovisiones, deseos, posibilidades y conocimientos—.

La Agroecología ha sido definida, a lo largo de los años, de varias maneras. En sus comienzos, uno de sus grandes impulsores, Miguel Altieri, la definió como el desarrollo y aplicación de la teoría ecológica para el manejo de los sistemas agrícolas, de acuerdo con la disponibilidad de recursos (Altieri, 1987).  Posteriormente, el mismo Altieri señaló que se basa en la “aplicación de la ciencia ecológica al estudio, diseño y manejo de agroecosistemas sustentables” (Altieri, 1999).

Desde el inicio, quedó claro que la Agroecología no es sólo un conjunto de técnicas o recetas que se proponen para reemplazar a aquellas generadas por la filosofía de la Revolución Verde. No se pretende reemplazar el “dogma productivista” por un “dogma agroecológico”, sino lograr un cambio de paradigma, aplicar un nuevo enfoque de la producción agropecuaria.

Desde un punto de vista más académico, la Agroecología podría definirse o entenderse como

Un nuevo campo de conocimientos, un enfoque, una disciplina científica que reúne, sintetiza y aplica conocimientos de la agronomía, la ecología, la sociología, la etnobotánica y otras ciencias afines, con una óptica holística y sistémica y un fuerte componente ético, para generar conocimientos y validar y aplicar estrategias adecuadas para diseñar, manejar y evaluar agroecosistemas sustentables (Sarandón, 2002).

En un sentido más amplio, podría entenderse como

El manejo ecológico de los recursos naturales a través de formas de acción social colectiva que se presenta como una alternativa al actual modelo de manejo industrial de los recursos naturales, mediante propuestas surgidas de su potencial endógeno, que pretenden  un desarrollo alternativo desde el ámbito de la producción, circulación y elaboración de productos intentando establecer formas de producción y consumo que contribuyan a encarar la crisis ecológica y social y como respuesta contrahegemónica a la globalización económica y a la mercantilización de los alimentos (Sevilla Guzmán, 2006).

La Agroecología se caracteriza por su carácter multidisciplinar y pluriepistemológico, y por poseer un fuerte componente crítico, por lo que su significado y comprensión han ido variando a lo largo del tiempo (Sarandón y Marasas, 2016). Por ejemplo, Wezel y Soldat (2009) señalaron que la Agroecología podía ser vista, simultáneamente, como un enfoque científico, como un movimiento, o como una serie de técnicas. Sin dudas, una característica saliente de la Agroecología ha sido el interés que ha despertado y la apropiación que ha tenido por parte de los agricultores/as, campesinos/as y movimientos sociales. Esto ha sido un claro distintivo de la Agroecología y no ha ocurrido en igual medida con otros modelos de agricultura también más ecológicos. No ha sido el énfasis en lo ambiental sino, tal vez, su concepción más integral, incorporando los aspectos sociales y culturales de la producción agropecuaria, lo que ha permitido una difusión y apropiación tan generalizada.

Sus pilares

La Agroecología se erige como una concepción más arraigada a la idea de territorio que el modelo industrial. Considera fundamental a lo local, ya que el potencial endógeno de las localidades favorece la disminución de la dependencia de insumos (peligrosos y caros) y fortalece los procesos ecológicos asociados a altos niveles de biodiversidad funcional presentes en los agroecosistemas y sus paisajes circundantes.

Esta agrobiodiversidad está estrechamente ligada a la diversidad cultural (memoria biocultural), los saberes y la valoración de los propios agricultores y agricultoras. La Agroecología considera que las comunidades poseen un valioso conocimiento que les permite un manejo ecológicamente apropiado de sus agroecosistemas. Dentro de esta racionalidad ecológica asume un rol esencial el mantenimiento de la biodiversidad, cultivada a través de las semillas locales (y el conocimiento asociado). De allí que el rescate de variedades criollas, locales, adaptadas y mantenidas por generaciones de agricultores­­, sobre todo por mujeres, constituye uno de los puntos centrales de la Agroecología.

Por otra parte, la Agroecología cuestiona la restricción y el sesgo que implica la valoración de los bienes comunes y servicios ecológicos mediante un precio de mercado. Por eso apoya otras visiones económicas, que ponderan los costos ocultos y apoyan el consumo local y los circuitos cortos de venta y mercados de cercanía cimentados en la economía social y solidaria. Preconiza también un consumo consciente, en base a la premisa de que la elección de qué comer y cómo producir ese alimento constituye un acto político capaz de transformar al sistema agroalimentario actual. La soberanía alimentaria se ha transformado en otro de los pilares del pensamiento agroecológico, al respaldar el derecho soberano de los pueblos a disponer la cantidad, el tipo y la manera de producir y consumir sus alimentos.

Finalmente, al contrario de lo que muchas veces se cree, la Agroecología no reniega ni se opone a la incorporación de tecnología. Pero comprende que ésta no es neutra, por contener una ideología inserta o embebida que presupone ventajas y desventajas, y ciertas externalidades o “daños colaterales”.  En este mundo donde la tecnificación y la modernidad se ofrecen como valores positivos en sí mismos, la Agroecología ubica a la tecnología en su verdadera dimensión, contemplando el contexto en el cual se va a incorporar: es buena o mala según para qué o para quién.

Reflexiones

La Agroecología en Latinoamérica está caminando hacia la conservación de la autosuficiencia local, a la preservación de la agrobiodiversidad, a la producción de alimentos sanos y a potenciar políticamente a las organizaciones campesinas. Encierra un gran potencial para promover cambios sociales trascedentes hacia la sustentabilidad y como alternativa a las políticas y la agroindustria neoliberales (Altieri y Toledo, 2011). El enfoque agroecológico posiciona a los agricultores y a las agricultoras como protagonistas de la generación de conocimientos, en el ejercicio de diálogo horizontal entre los saberes populares y locales con los saberes universitarios (Petersen, 2013).

Los aportes de la Agroecología son relevantes por su énfasis en la agricultura familiar, en la soberanía alimentaria y en el uso sustentable de los recursos naturales y su opción por la participación local (Caporal y Morales 2004). Es por esta razón que los movimientos sociales de pequeños agricultores experimentan un gran interés por desarrollarla como una alternativa integral, que responde a la economía, la organización social y política, la sustentabilidad en la producción agropecuaria y la educación de hombres y mujeres campesinas (Heifer, 2014). Podemos decir que la Agroecología representa hoy la mayor revolución en las ciencias agrarias desde el comienzo de la agricultura.

Bibliografía

Altieri M. A. (1987). Agroecology. The Scientific Basis of Alternati­ve Agriculture. Colorado, USA: Westview Press.

Altieri, M. A. (1999). Agricultura Tradicional. En Altieri, M. A., Agroecología, bases científicas para una agricultura sustentable (pp. 103-136). Montevideo, Uruguay: Editorial Nordan Comunidad.

Altieri, M. y Toledo, V. (2011). The agroecological revolution of Latinoamerica: rescuing nature, food sovereignty and empowering peasant. The Journal of Peasant Studies, 38(3), 587-612.

Caporal, F. y Morales, J. (2004).  Rio Grande do Sul: vers l’ agroecologie. L’Ecologiste, 5(3), 40-41.

Heifer (2014). Construyendo una vía agraria campesina. La experiencia de la Escuela Nacional de Agroecología. Quito, Ecuador. Recuperado de http://t.ly/m8Us

Petersen P. (2013). Editorial en: Construção do Conhecimento Agroecológico. Revista Agriculturas: experiências em agroecología, 10(3), 4-6.

Sarandón, S. J. (2002). Incorporando el enfoque agroecológico en las Instituciones de Educación Agrícola Superior: la formación de profesionales para una agricultura sustentable. Revista Agroecología y Desenvolvimiento Rural Sustentável. EMATER RS, 3(2), 40-49.

Sarandón, S. J. y Marasas, M. E. (2016). Breve historia de la Agroecología en la Argentina: Orígenes, Evolución y Perspectivas Futuras.  Agroecología, 10(2), 93-102.

Sevilla Guzmán, E. (2006). Agroecología y agricultura ecológica: hacia una “re” construcción de la soberanía alimentaria.  Agroecología, 1, 7-18. Recuperado de http://t.ly/BiFQ

Toledo, V. M. (1999). Las “disciplinas híbridas”: 18 enfoques interdisciplinarios sobre naturaleza y sociedad. Persona y Sociedad, 13, 21-26.

Wezel, A. & Soldat, V. (2009). A quantitative and qualitative historical analysis of the scientific discipline of agroecology. International Journal of Agricultural Sustainability, 7(1), 3-18.


  1. Recibido: julio de 2020.
  2. Santiago Sarandon es Ingeniero Agrónomo por la Universidad Nacional de la Plata (UNLP). Profesor titular del Curso de Agroecología de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP (FCAyF-UNLP). Investigador principal de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC). Director del Laboratorio de Investigación y Reflexión en Agroecología de la UNLP (LIRA-UNLP). Presidente de la Sociedad Científica Latinoamericana de Agroecología (SOCLA). Presidente de la Sociedad Argentina de Agroecología (SAAE). Contacto: sarandon@agro.unlp.edu.ar. Claudia Flores es Ingeniera Agrónoma y Magíster en Economía Agroalimentaria (Orientación Desarrollo Rural) por la Universidad Nacional de la Plata (UNLP). Profesora adjunta del Curso de Agroecología de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la UNLP (FCAyF-UNLP). Miembro de la Comisión Directiva del Laboratorio de Investigación y Reflexión en Agroecología de la Universidad Nacional de La Plata (LIRA-UNLP). Miembro de la Comisión Directiva de la Sociedad Argentina de Agroecología (SAAE). Contacto: cflores@agro.unlp.edu.ar.


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