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Federación Agraria Argentina (FAA)[1]

(Argentina, 1912-2018)

Nicolás Pérez Trento[2]

Definición

La Federación Agraria Argentina (FAA) es una de las cuatro principales asociaciones que representa, a escala nacional, a distintos sujetos sociales de la producción agraria. Fundada en los albores del siglo XX por parte de un grupo de agricultores arrendatarios de la región pampeana, a lo largo de su historia ha atravesado distintas transformaciones tanto en su base social como en su acción política.

Origen y trayectoria inicial

El surgimiento de FAA, hacia principios del siglo XX, se vincula en gran medida con las características que presentaba la estructura social de la región pampeana, en la que los agricultores arrendatarios tenían un peso significativo. El detonante más inmediato de su creación puede atribuirse al fracaso en la cosecha de maíz en 1911, hecho que se produjo en un contexto de endeudamiento general de los agricultores y que se vio agravado posteriormente por la caída en el precio comercial del grano. En este escenario tuvo lugar una serie de movilizaciones con epicentro en el sur de Santa Fe, que se extendieron a las restantes provincias de la región pampeana y de las cuales emergió, al año siguiente, la FAA. Ésta se constituyó así en representante específico de los pequeños capitalistas y productores independientes, entre quienes predominaban los arrendatarios agrícolas (Bonaudo y Godoy, 1985). Inicialmente, el alcance de la organización se limitó a las provincias de dicha región, para posteriormente extenderse hasta abarcar la mayor parte del territorio nacional.

De manera general, su acción política se dirigió a confrontar a los sujetos sociales con los que su base social mantiene relaciones antagónicas. Uno de ellos lo constituye la clase terrateniente, a la que los arrendatarios deben enfrentar respecto de la fijación del canon de arrendamiento, esto es, la fracción de la riqueza social que apropian los miembros de dicha clase bajo la forma de renta de la tierra. Lo mismo ocurre respecto de fracciones del capital industrial, en particular el que opera en las ramas de procesamiento, transporte y comercialización de las mercancías agrarias, en torno al precio de compra venta de éstas. Por último, el antagonismo que mantienen capitalistas y trabajadores agrarios en torno a la determinación del valor de la fuerza de trabajo y las condiciones de su compraventa resultó también en reiterados enfrentamientos.

Así, durante las primeras décadas desde su creación, la acción política de la FAA se orientó hacia la resolución de tres cuestiones principales: régimen de propiedad y tenencia de la tierra, crédito, y comercialización, con lo cual lidió con los sujetos sociales anteriormente referidos. Respecto de la clase terrateniente, el curso de su acción pasó por demandarle al Estado tanto la regulación de los cánones y las condiciones de los arrendamientos como la creación de mecanismos de acceso a la propiedad de la tierra. En cuanto a los capitales industriales, la FAA se propuso avanzar en la organización de sus propias estructuras de comercialización de tipo cooperativo, para lo cual exigió a su vez al Estado la sanción de leyes que posibiliten y faciliten la operación de estas estructuras (Bonaudo y Godoy, 1985). Asimismo, enfrentó también los reclamos de los trabajadores rurales, particularmente en la fase en que estos comenzaron a organizarse gremialmente (Mascali, 1986; Mateo, 2006).

El enfrentamiento con la clase terrateniente, no obstante, es el que caracterizó en gran medida la acción política de la FAA durante sus primeras décadas de existencia. En este sentido, destaca la abierta hostilidad con que enfrentó a la Sociedad Rural Argentina (Hora, 2010), una de las principales representantes de dicha clase. Como veremos, sin embargo, el antagonismo con la SRA se diluyó parcialmente en la segunda mitad del siglo.

Hacia ese momento, la FAA había logrado fortalecerse sustancialmente. En efecto, bajo la década peronista logró triplicar la cantidad de socios, que ascendieron de 13.000 en 1943 a 41.000 en 1955 (Makler, 2008). Asimismo, el impulso que la asociación buscó darle a la organización de cooperativas cobró una nueva dimensión hacia 1947 con la fundación de la Federación Argentina de Cooperativas Agrarias (FACA), que en 1955 llegó a nuclear a más de 130.000 miembros afiliados a sus 175 cooperativas asociadas (Olivera, 2004). De este modo, la FAA amplió tanto su base social como sus capacidades comerciales. Cabe destacar, sin embargo, que su vínculo con el gobierno peronista fue, cuanto menos, ambiguo. En efecto, la entidad no sólo rechazó la sanción del Estatuto del Peón, sino también políticas como la creación del Instituto Argentino de Promoción del Intercambio (IAPI), que mediaba en la determinación del precio interno de las mercancías agrarias. En este sentido, si bien la FAA se manifestó en contra de los precios fijados por el IAPI durante los primeros años del peronismo, evaluó positivamente el papel intervencionista del gobierno en relación a períodos anteriores. Del mismo modo, aunque manifestó su acuerdo con los lineamientos del Segundo Plan Quinquenal lanzado en 1952, rechazó la idea de que las cooperativas fueran organizadas por el Estado, respecto del cual procuraron conservar su autonomía. Por último, las políticas de arriendo implementadas por el gobierno peronista fueron fuertemente defendidas por la asociación (Olivera, 2002). Éstas, en efecto, acabaron por transformar su fisonomía.

Una nueva fisonomía en la década de 1960

La llegada al poder del gobierno peronista abrió un período de veinticinco años de leyes que congelaron virtualmente los cánones de arrendamiento y dificultaron los desalojos. Esta fase, que se cerró hacia finales de la década de 1960, transformó la estructura social pampeana de tal modo que el principal modo de tenencia de la tierra no fue ya el arrendamiento sino la propiedad. Las bases de este fenómeno fueron tanto la conversión de los arrendatarios en propietarios por los efectos directos e indirectos de aquellas políticas, como de la expulsión de un buen número de ellos por parte de los terratenientes, que recuperaban así el control sobre sus tierras.

Este proceso impactó marcadamente sobre la fisonomía de la base social de la FAA. En efecto, una fracción significativa de la masa de arrendatarios que la conformaba había logrado acceder a la propiedad de la tierra, mientras que otra había sido desalojada, perdiendo también en muchos casos su carácter de capitalista. En consecuencia, una gran parte de sus socios quedó constituida no sólo como pequeño capitalista agrario, sino también como pequeño terrateniente. Más específicamente, se ha sugerido que este proceso tuvo su auge durante los primeros años de la década peronista y luego se desarrolló más lentamente(Makler, 2008). Así, al menos en lo que hace a buena parte de su base social pampeana, esta entidad comenzó a asumir la representación de individuos que eran simultáneamente miembros de las clases capitalista y terrateniente. Por otra parte, el sistema tradicional de arrendamientos se cerró definitivamente en 1968 para dar lugar a uno de mayor flexibilidad.

Estos hechos tendieron a diluir la relación antagónica que la FAA había entablado con las organizaciones que asumían la representación de los terratenientes, y particularmente con la SRA (Lattuada, 1992; Hora, 2010). Si bien ambas entidades siguen sosteniendo posiciones políticas que, en muchos aspectos, resultan contrapuestas, una de las consecuencias más significativas de este proceso es que abrió el espacio para la realización de acciones conjuntas en relación al enfrentamiento por la apropiación de renta de la tierra (Pérez Trento, 2017). Al respecto, cabe destacar que una de las particularidades de la economía argentina consiste en que la valorización de los capitales del sector industrial se sostiene parcialmente mediante la apropiación de fracciones de renta, que escapan de los bolsillos de los terratenientes mediante distintas políticas económicas implementadas por el Estado nacional (Iñigo Carrera, 2007).

Reconfiguraciones a fines del siglo XX y principios del siglo XXI

En las últimas décadas, la base social de la FAA continuó atravesando transformaciones significativas, mientras que la dirección que imprimió a su acción política varió consecuentemente. En primer lugar, a lo largo de la década de 1990 se aceleró fuertemente el proceso de concentración y centralización del capital agrario. El contraste entre los Censos Nacionales Agropecuarios realizados en los años 1988 y 2002 arroja la liquidación de más de 50.000 explotaciones en la región pampeana, esto es, más de una cuarta parte del total, que se ubicaron principalmente en la franja de las menores a 500 hectáreas.

En este contexto, la FAA enfrentó duramente al gobierno menemista mediante paros y movilizaciones, acompañada en muchas oportunidades tanto por CRA como por CONINAGRO (Pérez Trento, 2015). Hacia el final de la década, sin embargo, la FAA se hallaba fuertemente debilitada debido a la agudización del proceso de liquidación de los sujetos sociales que conformaban su base social. Por una parte, las cuotas de sus socios, que constituyen una de sus principales fuentes de ingreso, se habían reducido significativamente. No sólo porque el número de estos decreció marcadamente sino también porque una porción de los que se mantuvieron afiliados experimentó dificultades para pagar sus cuotas, al punto tal que los ingresos por este rubro se redujeron al 30% entre los años 1992 y 2001. Por la otra, se redujo también la actividad económica de algunas entidades vinculadas con la FAA, que a su vez menguaron sus aportes, mientras que otras quebraron, como fue el caso de la FACA (Lattuada, 2006).

Este proceso resultó en nuevas transformaciones en su base social: si bien una fracción significativa de sus socios fue expulsada de la producción a lo largo de la década de 1990, algunos de ellos lograron conservar su condición de terratenientes. Y a pesar de haber sido convertidos en puros rentistas, esta fracción mantuvo, de forma general, su afiliación a la entidad, con lo cual su base social se volvió sumamente heterogénea (Lissin, 2010; Monterrubianesi, 2012; Pérez Trento, 2014 y 2015). En efecto, además de los terratenientes puros, la FAA seguía agrupando a una masa de capitalistas-terratenientes de pequeño tamaño, que durante este período no lograron expandir su escala o incluso la contrajeron. La contracara de ambas fracciones estaba constituida por aquéllos que sí habían logrado expandirse, y que tendían a acercarse a los estratos medios de la escala de producción.

En este contexto, la FAA encaró un proceso de recomposición de su base social hacia principios de la década del 2000. Por un lado, buscó potenciar la representación de la fracción que no produce mercancías exportables, localizada en gran medida en regiones extrapampeanas. Por el otro, intentó acercarse hacia sujetos sociales anteriormente excluidos de su representación, como los campesinos y comunidades de pueblos originarios. Estos lineamientos se consolidaronen el año 2004, con la organización del Congreso Nacional y Latinoamericano sobre el Uso y Tenencia de la Tierra. La defensa de estos sujetos sociales, sin embargo, implicaba definirse en contra del proceso de agriculturización (y particularmente, de la producción de soja), cuyo avance ponía en jaque su supervivencia (FAA, 2005). Y, consecuentemente, implicaba definirse contra la fracción de capitalistas agrícolas que había logrado expandir su escala a lo largo de estos años, y que también formaban parte de la FAA. Así, la asociación enfrentaría la imposibilidad de representar políticamente a sectores cuyas necesidades resultan contrapuestas.

En el conflicto del año 2008, en este sentido, se manifestaron tanto estas contradicciones como las consecuencias de las transformaciones anteriormente referidas. En primer lugar, la FAA asumió allí la representación de la fracción agrícola pampeana, y particularmente de los propietarios de tierras, afectados por la suba de las retenciones. Esto resultó en la recreación de la Comisión de Enlace, organización informal con que las cuatro principales asociaciones agrarias habían enfrentado al gobierno militar en 1970 para rechazar su política agraria, que incluyó también la implementación de retenciones (Sanz Cerbino, 2012). Este frente fue reeditado brevemente en 1999 cuando, por única vez en el período neoliberal, la SRA se acopló a un paro convocado por la FAA (Salvia, 2014; Pérez Trento, 2019). En el año 2008, la Comisión de Enlace no sólo logró sostenerse durante los tres meses que duró el conflicto, sino que tuvo la potencia suficiente para revertir la sanción de la Resolución que lo había originado (al respecto, véase la compilación realizada por Giarracca y Teubal (2010), y los trabajos de Hora (2010) y Pérez Trento (2017), entre otros).

Así, por una parte, la defensa de dicha fracción de su base social permitió a la FAA volver a integrar una alianza con la SRA en defensa de los terratenientes. Por la otra, sin embargo, provocó el desmembramiento de parte de su fracción extrapampeana (Lissin, 2010; Pérez Trento, 2014). Estos procesos reabren el interrogante en torno a la configuración de su base social en los próximos años, así como la dirección que va a imprimir a su acción política.

Del mismo modo, el curso que tomó ésta a lo largo de los últimos años ha dado lugar a un debate respecto del posicionamiento político de la asociación respecto de los regímenes de gobierno. Distintos autores, en este sentido, vinculan a la FAA con la defensa de instituciones y gobiernos democráticos a lo largo de la historia (véanse, entre muchos otros, Martínez Nogueira, 1985, y Makler, 2007). En contraposición, sin embargo, se ha destacado el apoyo de la FAA a las políticas de ajuste estatal y represión a trabajadores implementadas en los primeros años del gobierno de Onganía, así como su rol en la ofensiva contra el gobierno peronista en 1975 (Sanz Cerbino, 2012).

Esta cuestión se vincula, a su vez, con las posiciones políticas de la asociación respecto del carácter general de la política económica: si bien, como afirman numerosos autores, la FAA se inclina más bien hacia políticas de tipo intervencionista, no es menos cierto que ha coincidido con otras entidades en reclamos como la eliminación (o, al menos, la segmentación por escala) de las retenciones a la exportación. Este tipo de posicionamientos, que no resultan novedosos en la historia de la asociación, también han sido explicados como consecuencia de la heterogeneidad de su base social (Lattuada, 1992).

Así, tanto la diversidad de los sujetos sociales de la producción agraria, como las transformaciones recientes en su estructura social, han jugado un rol destacado en el devenir de asociaciones como la FAA.

Bibliografía

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  1. Recibido: julio de 2019.
  2. Doctor y Magíster en Ciencias Sociales por la Universidad Nacional de General Sarmiento – Instituto de Desarrollo Económico y Social (UNGS-IDES). Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Becario postdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) con lugar de trabajo en el Departamento de Economía y Administración de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Docente en la Carrera de Sociología de la UBA. Contacto: nicolaspereztrento@hotmal.com


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