(América Latina, siglos XVI-XX)
Rocío Pérez Gañán[2]
Definición
El campesino andino es un sujeto socioeconómico heterogéneo en continua transformación, adscrito a un espacio geográfico concreto —la Comunidad Andina— caracterizado por modos de producción y organización comunal fuera de las lógicas capitalistas y modos específicos de reproducción y sostenibilidad de la vida. Históricamente, los campesinos andinos se agrupan por sus procesos de resistencia y luchas en tres períodos. El primero se ubica en los inicios de la conquista española hasta el siglo XVII, el segundo refiere a los movimientos que surgen en el siglo XVIII hasta 1780 con la revolución malograda de Túpac Amaru y, finalmente, están las luchas que se desarrollan durante el siglo XX (las revueltas generadas contra la expansión del sistema de haciendas en los inicios del siglo XX, las invasiones campesinas y el fenómeno del sindicalismo agrario entre 1945 y 1965 y los movimientos campesinos en tiempos de aplicación de las leyes de Reforma Agraria y las políticas de ajuste estructural).
Características
El (y la) campesino andino es un sujeto socioeconómico heterogéneo en continua transformación que despliega una serie de elementos particulares que lo definen. En primer lugar, una adscripción geográfica (Comunidad Andina —Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú—) que se caracteriza por una orografía accidentada que genera condiciones ecológicas muy diversas y modos de producción adecuados a espacios generalmente reducidos (existen, asimismo, zonas llanas y con menor diversidad ecológica y estrategias productivas diferentes, por ejemplo, el Altiplano Boliviano). No obstante, el campesino andino está sujeto a relaciones de explotación y/o dominio por parte de sectores externos específicos. Un segundo elemento refiere a las formas de organización social existentes en el espacio en el que se sitúa, conformando comunidades campesinas (no en todos los casos) compuestas por un conjunto de familias que habitan y utilizan un determinado territorio mediante una organización comunal. Las familias campesinas están asociadas, de diferentes formas, a otras familias campesinas con las que establecen una serie de vínculos e intercambios. Un tercer aspecto definitorio es la existencia de modos específicos de reproducción y sostenibilidad de la vida (Castillo, 2007 y 1998; Alberti y Mayer, 1974).
En la región andina se hablan diversas lenguas indígenas (quechua, aymara y otras); existen diferentes cosmovisiones y rigen determinados valores, principios y modos de “ser/estar/sentir” en el territorio; hay formas concretas de disponer de los recursos como la tierra y el agua; se desarrollan conocimientos en función de las necesidades de consumo y el aprovechamiento de los espacios productivos; se despliegan elementos culturales específicos, entre otros rasgos (Aramburu, 1987). Un cuarto rasgo va a estar definido por el papel que el Estado asigna a los grupos campesinos y las formas de resistencia y adaptación de las unidades campesinas a las políticas desarrollistas y de modernización (Bury y Kolff, 2002).
Conflictos y luchas
Históricamente, se distinguen tres grandes ciclos de luchas campesinas. En primer lugar, las acaecidas durante el siglo XVI, en los inicios de la conquista española, especialmente en la década de 1560, cuando se produce un movimiento de carácter “nativista” de resistencia ante el impacto desarticulador de la colonización española, generándose una primera identificación étnica de los indios entre sí (Flores Galindo, 1977: 2). Seguidamente, están los movimientos que surgen en el siglo XVIII, hasta el 1780 con la revolución frustrada de Túpac Amaru. Este período se caracteriza por su insurgencia continuada, signada por más de cien movimientos (motines, sublevaciones y la revolución de Túpac Amaru) producidos como consecuencia de la profunda crisis del sistema de haciendas y del sistema agrario propuesto, las nuevas cargas tributarias desde la administración colonial y el crecimiento de la población (Flores Galindo, 1977). Finalmente, se identifican las luchas que se desarrollan durante el siglo XX, en oposición al desarrollo del capitalismo en las zonas rurales y agrarias. En este momento ya se habla de movimientos propiamente campesinos, pasando de una lucha étnica a otra de clases, de “lo indio” a “lo campesino”. Se vislumbran tres fases: las revueltas generadas contra la expansión del sistema de haciendas en los inicios del siglo XX, las invasiones campesinas y el fenómeno del sindicalismo agrario entre 1945 y 1965 y los movimientos campesinos que comienzan a surgir en el nuevo contexto definido por la aplicación de las leyes de Reforma Agraria y las políticas de ajuste estructural (Flores Galindo, 1977).
A pesar de que la historia de América Latina, especialmente desde la segunda mitad del siglo XX, ha estado marcada por las transformaciones y los conflictos de las sociedades de base campesina, la historia “tradicional” ha ignorado casi totalmente estos procesos como objeto de estudio hasta el desarrollo de la historia social a finales de los años setenta. Desde entonces, comenzó a reflexionarse, desde diferentes perspectivas, sobre el campesinado y su rol en el proceso de modernización/industrialización de la sociedad (Herrera, 2017).
Transformaciones y desafíos contemporáneos
El campesino andino ha experimentado cambios relevantes en los niveles económico-social y cultural derivados, por un lado, de una participación cada vez mayor en la economía mundial y, por otra, de la aplicación de las políticas de ajuste estructural a partir de los años 80. Estos cambios revelan la rigidez de una estructura agraria regional que lleva a la pérdida progresiva del recurso tierra y a un proceso de desestructuración social unido a esta pérdida de la tierra del campesinado. Además, la tendencia globalizadora actual está imponiendo un tipo de mercado con una visión del mundo y unas prácticas político-culturales que afectan a las sociedades campesinas, transformando lo local, los tiempos y las prácticas de producción y reproducción familiar tradicionales en procesos que ya no pueden ser controlados desde el interior (migración, proletarización, descampesinización) (Martínez, 2004). Cambios, todos ellos, que afectan a las comunidades campesinas andinas y que perfilan su futuro como sujeto social, económico y político de gran interés y relevancia para el desarrollo de los sistemas productivos agrarios latinoamericanos (Barragán, Colque y Urioste, 2007).Debates y perspectivas de análisis
La noción campesino andino resulta muy compleja de definir como consecuencia de la amplia heterogeneidad de realidades sociales, económicas y políticas, internas/externas y longitudinales que dicha categoría engloba. No obstante, para algunos/as autores/as, un rasgo de identidad de las comunidades campesinas andinas es su gran capacidad de adaptación a las nuevas condiciones que se generan y su habilidad de sobrevivir a sistemas político-económicos-sociales muy diferentes (incluso a los más hostiles). De este modo, para unos/as, las comunidades andinas seguirán existiendo (con sus adaptaciones) ante la penetración del capitalismo globalizado en el seno de sus comunidades (Díez y Ortiz, 2013; Laos, 2004). Otros/as, por el contrario, consideran, que el desarrollo del capitalismo en el espacio rural despliega las herramientas suficientes para desestructurar las comunidades andinas del mismo modo que lo ha hecho con otros tipos de organizaciones tradicionales campesinas en diferentes lugares del planeta, provocando, a largo plazo, la proletarización y consiguiente desaparición del campesinado (Martínez, 2004; Dollfus, 1981).
Lo que ambas posiciones señalan es que los procesos asimétricos de desarrollo del capitalismo, junto a la dinámica de internacionalización del capital y los flujos de la globalización han impactado en diversas formas y grados sobre las formas campesinas de producción (llegando incluso a provocar la desestructuración de su economía y de las propias comunidades). Esta huella se ha sentido, asimismo, en la racionalidad de las comunidades campesinas cuya lógica de funcionamiento económico tiende a orientarse, cada vez más, hacia una masificación de beneficios en el mercado, que da lugar, inevitablemente, a una transformación de la acción colectiva, así como a una reducción de participación —y de acción—, en la misma (Barragán, Colque y Urioste, 2007; Guerrero Cazar y Ospina, 2003).
Bibliografía
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- Recibido: julio de 2019.↵
- Doctora Internacional en Antropología Social y Cultural (Universidad de Cantabria, España). Magíster Iberoamericana en Cooperación Internacional y Desarrollo (MICID) y Magíster en Género y Políticas Públicas (Universidad de Cantabria, España). Licenciada en Geografía y Licenciada en Antropología Social y Cultural. Investigadora postdoctoral del Concejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Centro de Estudios de la Argentina Rural (CEAR) de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), Argentina. Investigadora del Departamento de Economía, Desarrollo y Medio Ambiente del Euro-Mediterranean University Institute. Contacto: mr.perez@ucm.es↵